71- SOBRE LA PIEDRA DE PEDRO

RAQUEL Emisoras Latinas viaja hoy al norte del país, a Banias, donde  estuvo Cesarea de Filipo, al pie del Monte Hermón. Con nosotros, Jesucristo, quien reconocerá el lugar porque estuvo aquí con sus discípulos.

JESÚS Sí, vinimos una vez.

RAQUEL Y fue aquí, precisamente aquí, en este escenario grandioso, donde usted pronunció una de las palabras más decisivas en la historia de las religiones.

JESÚS ¿Sí?… Lo que yo recuerdo es que Santiago y Pedro y Juan, como siempre, andaban discutiendo sobre cuándo llegaría el Mesías y quién de ellos se sentaría a su derecha…

RAQUEL Y fue entonces cuando usted eligió a Pedro, le dio el primado, lo hizo el primer Papa de la historia.

JESÚS Que yo recuerde, no le di nada a nadie…

RAQUEL Le refresco su memoria: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”… ¿Ya recuerda?

JESÚS Es que no me puedo acordar porque…

RAQUEL ¿Por qué?

JESÚS Porque yo no edifiqué ninguna iglesia. Ni siquiera utilicé nunca esa palabra, iglesia.

RAQUEL Debe haber un error, porque usted hasta entregó las llaves.

JESÚS ¿Qué llaves?

RAQUEL Las que le entregó a Pedro ese día. Para abrir y cerrar. Todo el poder se lo dio a Pedro. Poder de atar y desatar en el cielo y en la tierra.

JESÚS No quiero decepcionarte, Raquel, pero…

RAQUEL ¿Usted no fundó la iglesia?

JESÚS Por supuesto que no. Entre otras cosas, porque yo pensaba que el mundo se acababa ya, que Dios estaba al llegar. ¿Para qué iba a dar llaves? ¿Para qué iba yo a fundar una iglesia?

RAQUEL Pero el mundo no se acabó.

JESÚS Sí, acepto, yo me equivoqué en eso.

RAQUEL Pero no se puede haber equivocado en el nombramiento de su sucesor, Pedro, Cefas, la Roca. “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”… Aquí lo tengo, Mateo capítulo 16. Un momento… Tenemos una llamada… ¿Sí?… ¿El investigador Pepe Rodríguez desde España?… ¿Quiere opinar?… Adelante…

PEPE Estoy oyendo el programa y la interrumpo para decir que Jesucristo tiene razón. El nunca dijo esas palabras.

RAQUEL ¿Nunca dijo lo de “Tú eres Pedro y sobre esta piedra…”?

PEPE Si usted se fija, esa frase sólo aparece en el evangelio de Mateo. Si fuera tan importante, ¿se le habría olvidado a Marcos, a Lucas y a Juan?

RAQUEL ¿Qué insinúa usted, Pepe?

PEPE Es un texto añadido posteriormente.

JESÚS Pregúntale por qué fue añadido.

RAQUEL Dice Jesucristo que por qué le hicieron decir lo que él nunca dijo.

PEPE Lo incluyeron unos años antes del famoso Concilio de Nicea. Y lo hicieron para poner a la iglesia de Roma por encima de todas las demás iglesias cristianas, la de Antioquía, la de Alejandría, la de Constantinopla y la de Jerusalén.

JESÚS ¿Así que me quieren colgar a mí palabras de otros? La única piedra, la única Roca, como dice el salmo que yo recé desde niño, es el mismo Dios.

RAQUEL Gracias, Pepe Rodríguez. ¿Podríamos llamarlo más adelante para otras consultas?

PEPE Con todo gusto. Me saluda a Jesucristo.

RAQUEL Hasta la próxima, Pepe. En definitiva, Jesucristo, nuestra audiencia quiere saber ya que fue lo que usted dijo cuando usted estuvo aquí en Cesarea.

JESÚS Lo que decía en todas partes, Raquel: que nadie vale más que nadie. Y si alguien se cree el mayor, que se ponga a servir.

RAQUEL Vamos a un corte. Pero, como comprenderán, esto no se queda así. Con llaves o sin llaves, todavía hay muchas puertas que tendremos que abrir. Raquel Pérez desde la antigua Cesarea de Filipo.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS
Pedro, la Piedra

Jesús apodó a Pedro, el pescador de Cafarnaum, “Piedra” (“Cefas” en arameo). Pedro, hermano de Andrés, aparece en muchos relatos evangélicos como el más cercano a Jesús de entre sus discípulos. De todos ellos, es de Pedro del que más datos dan los evangelios. Hasta brindan detalles que permiten dibujar su personalidad: apasionado, temerario, impulsivo, cobarde, fanfarrón… Los relatos de los Hechos de los Apóstoles muestran la autoridad que Pedro tuvo en la primera comunidad de Jerusalén. Hablan también de su visita a la comunidad de Antioquía, pero son muchos los estudiosos que dudan que Pedro llegara alguna vez a Roma, aunque ya a finales del siglo I existía la tradición de que en Roma Pedro había sido víctima de la persecución de Nerón. El protagonismo real de Pedro, el que después se le otorgó y la tradición de su muerte en Roma, están en la base de la primacía que, hábil y oportunistamente, fabricaron a lo largo de siglos muchos personajes eclesiásticos con el objetivo de imponer a la iglesia romana sobre las demás iglesias y comunidades cristianas.

La comunidad de Jerusalén, dirigida por Santiago, el hermano de Jesús, fue el centro y corazón de la iglesia primitiva. Pero después de la destrucción de Jerusalén (año 70) por las tropas romanas, la iglesia de Roma comenzó a imponerse cada vez más acelerada y autoritariamente. La escandalosa historia de la hegemonía de Roma y del Papado romano está relatada sintética y espléndidamente en el libro del teólogo Hans Küng “La Iglesia Católica” (Editorial Debate, 2001).

De obispo de Roma a poderoso Papa

León I (440-461) es el primer obispo de Roma al que se le considera realmente primer Papa por sus capacidades como hombre de poder y de leyes. Fue el primero en adjudicarse el título pagano de Pontífice Máximo, desechado ya por el emperador de Bizancio. Leon I fue el primero en ser enterrado en el monumento en memoria del martirio de Pedro que en Roma había mandado a construir el emperador romano Constantino. En el siglo VI el emperador Justiniano construyó en Constantinopla la iglesia de Santa Sofía (“Hagia Sophia”, Divina Sabiduría), la más grande y esplendorosa de toda la Cristiandad. Esto contribuyó a aumentar los celos, competencias y tensiones que ya había entre la iglesia de Occidente, encabezada por el Papa en Roma, y la iglesia de Oriente. Desde el siglo V, y para afianzar el poder romano en toda la Cristiandad, los Papas habían apostado al método de las falsificaciones, entre las que destaca la Donación de Constantino, cuya falsedad sólo quedó demostrada diez siglos después. Según esta famosa falsificación, se otorgaba plena primacía a la iglesia de Roma sobre las iglesias de Constantinopla, Antioquía, Alejandría y Jerusalén. 

La aparición y rápida extensión del Islam en el siglo VII, que hizo perder importancia a los patriarcados de Antioquía, Alejandría y Jerusalén, dio cada vez mayor fuerza a este primado romano y concentró toda la rivalidad entre Roma y Bizancio, entre Occidente y Oriente, entre el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla. En 1054 se daría la separación definitiva entre
ambas iglesias y el Papa de Roma, alegando con la historia (que él refrendaba con las famosas falsificaciones), y con la voluntad de Dios (que según el Papa legitimaba esa historia) quedó instalado como referente central del cristianismo en toda Europa. Siglos después, pasó lo mismo en toda América Latina. Y así hasta el día de hoy.

Romanización: cinco procesos

Según el teólogo e historiador de la iglesia Hans Küng, es durante el Papado de Inocencio III cuando la romanización alcanzó su punto culminante y se consolidaron “cinco procesos superpuestos” como característica del sistema romano, que perduran hasta hoy en la iglesia católica. Estos cinco procesos  son: la centralización, la legalización, la politización, la militarización y la clericalización. De cada uno de estos cinco procesos dice Küng:

Centralización: La iglesia papal absolutista se declara a sí misma madre. La iglesia primitiva y la iglesia bizantina se concebían como hermandad, desprovistas de una autoridad centralista sobre todas las iglesias.
Legalización: La iglesia católica de Occidente desarrolló una ley propia, centrada totalmente en el Papa, pontífice absoluto, legislador y juez del cristianismo, al que todos, incluido el emperador, quedaban subordinados. 
Politización: La iglesia romana reclamaba la dominación del mundo. A través del papado, la iglesia de Occidente se presentaba como un cuerpo legislativo completamente independiente y de primer rango, que a veces conseguía también un poder casi total sobre el poder secular.
Militarización: La iglesia cristiana occidental era militante y llamaba a la “guerra santa”. La teoría agustiniana del uso legítimo de la violencia para conseguir fines espirituales permitió el uso de la violencia como método de expansión del cristianismo.
Clericalización: La iglesia de Occidente fue de hombres célibes. El clero célibe quedó totalmente separado del pueblo cristiano, sobre todo por su situación no matrimonial. Los clérigos disfrutaban de una posición social preeminente y distintiva que, debido a su “perfección” y moral más elevada, era en principio superior al estado laico y quedaba única y totalmente subordinada al papa de Roma. 

Leer la Biblia con distancia y con sospecha

En el programa, el periodista e investigador español Pepe Rodríguez aclara que la frase Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia (Mateo 16,18), una de las más repetidas y predicadas por la jerarquía de la iglesia romana para presentarse como “sucesora de Pedro”, fue añadida en versiones posteriores de los primeros relatos evangélicos. En los cuatro evangelios hay muchos de estos “añadidos”. A menudo escuchamos a creyentes cristianos, católicos y evangélicos, defender posiciones muy cerradas apoyándose en “lo que dice la palabra de Dios en la Biblia”. Pero, ¿cómo fue puesta por escrito esa tradición oral, cómo fue traducida y divulgada esa palabra? Lo primero que hay que tener en cuenta es que todos los libros de la Biblia fueron escritos, copiados, leídos, estudiados, discutidos, decididos, traducidos, publicados, clasificados, predicados, difundidos y explicados por hombres. Por varones. Es éste un primer sesgo determinante para interpretar “añadidos” y “suprimidos”. Además, ninguno de esos libros fue escrito en el momento en que ocurrieron los hechos que se narran. Después de largos años de tradición oral, a veces siglos, se puso por escrito lo que “ocurrió” o, más bien, cómo se recordaba lo que ocurrió, añadiendo, cambiando, suprimiendo, modificando. Hay que tener también en cuenta que durante siglos todos los libros de la Biblia, en su versión en griego y en latín ―las únicas lenguas aceptadas oficialmente― fueron interpretados y controlados exclusivamente por la jerarquía eclesiástica, que excomulgaba a quien tradujese la Biblia a lenguas “entendibles” por gente que no conociera el griego o el latín. En su protesta contra las prácticas del Papa de Roma, Martín Lutero causó una verdadera revolución cuando tradujo al alemán los libros del Nuevo Testamento en 1522 y los del Antiguo Testamento en 1534. Desde entonces, los protestantes comenzaron a familiarizarse, poco a poco, con la lectura directa de la Biblia. En España, Fray Luis de León fue condenado por la Inquisición a cuatro años de cárcel en el último tercio del siglo XVI por la “bárbara costumbre” de traducir la Biblia al idioma español. En el campo católico, donde la “autoridad divina” la tenía el Papa y no las Escrituras… no se leían las Escrituras. Leerlas era sospechoso. Tener una Biblia también. El latín era la lengua “sagrada”, las otras lenguas eran “profanas”. Y lo sagrado “no se entendía”, no debía entenderse, así era más “misterioso”. Tuvieron que pasar cuatro siglos más para que el Vaticano recomendara a los católicos que leyeran la Biblia.

La Biblia: textos que hay que leer en contexto

Todo esto, y mucho más debe tenerse en cuenta al leer la Biblia. La Biblia no es un recetario moral ni un libro científico, no nos explica todo lo que debemos saber ni nos enseña cómo debemos actuar en todas las situaciones que la vida nos presenta. La Biblia no puede normar nuestra vida actual, aunque algunos de sus libros sí pueden servirnos de inspiración por su belleza literaria o por la fuerza y profundidad de los mensajes, arquetipos y mitos que nos presentan. La Biblia es una colección de libros de muy distinta importancia, de los más
diversos estilos, con infinidad de contradicciones entre ellos, escritos en contextos y tiempos diferentes y con intenciones muy desiguales, que han llegado hasta nosotros en traducciones mejores y peores. Para leer la Biblia adecuadamente hay que “sospechar” de las interpretaciones que se han hecho y se hacen de los textos bíblicos. Y hay que  tomar distancia de muchas de
esas interpretaciones. Hasta que estos libros llegaran a nuestras manos la historia ha sido larga y compleja. Hay que conocerla. Sólo leyendo cualquier texto de la Biblia en su contexto, esa lectura nos enriquecerá. Si prescindimos del contexto de estos textos, podemos deslizarnos hacia ideas demasiado simples, incluso fanáticas e inhumanas y por todo esto, contrarias al mensaje de Jesús.

Roguemos por la caída de la iglesia

El Papado, la pieza central de la iglesia católica romana, una institución de poder con estructura monárquica y estilo aristocrático, es una obra humana, consolidada a lo largo de siglos con los habituales mecanismos del poder: ambición, codicia, violencia. ¿Cómo imaginar siquiera que el Papado derive de la voluntad de Jesús de Nazaret, que siempre predicó el servicio, la equidad,
las relaciones humanas “horizontales” y que enfrentó con pasión todos los abusos de poder, especialmente los cometidos en nombre de Dios? Sólo por eso, y sin mayores exégesis, podemos deducir que el versículo de Mateo 16,18 referido al “primado de Pedro” fue un añadido con claras intenciones de confirmar al obispo de Roma que, por intereses del poder, decía ser su sucesor. Es tan grande el abismo que cualquier persona sensata puede observar entre la iglesia romana y el movimiento de Jesús de Nazaret y es tan grande  el obstáculo que representa esa iglesia para una espiritualidad sana que el teólogo católico Eugen Drewerman afirma: “Al igual que Jeremías rogó por la caída de Jerusalén, nosotros debemos rogar por la caída de la institución eclesiástica, a fin de que Dios pueda empezar cuanto antes a escribir en los corazones de los seres humanos lo que realmente quiere decirles.”