91- ¿Venimos del mono?

RAQUEL Sí, dame pase… ¿Ya estamos en el aire?… Amigas, amigos, a mis espaldas, las doradas murallas de Jerusalén. Y con nosotros, nuestro invitado especial, Jesucristo. En mi anterior
entrevista, le mencioné la teoría de la evolución. Y ahora le pregunto: ¿usted sabe algo de esto?

JESÚS No, Raquel.

RAQUEL Pues le diré que en 1859, un científico inglés, Charles Darwin, por cierto un hombre muy religioso, descubrió el misterio de la vida.

JESÚS ¿Y cuál es ese misterio?

RAQUEL Charles Darwin demostró que todos los seres vivos, animales y plantas, todos, pertenecen a la misma familia, nacen de un tronco común.

JESÚS Explícame mejor, Raquel…

RAQUEL Por selección natural, por ensayo y error, los seres vivos se van adaptando al ambiente, van cambiando y cambiando…

JESÚS El libro de Job habla del águila, del asno salvaje, del caballo de agua, obras maestras de Dios…

RAQUEL Pues todos esos animales, según Darwin, descienden unos de otros, tienen un mismo origen, fueron evolucionando a partir de una primera semilla.

JESÚS ¿Y quién plantó esa semilla?

RAQUEL Digamos que Dios sembró el árbol de la vida y el árbol creció y echó mil ramas distintas. En cada rama y a lo largo de millones de años, fueron apareciendo las más diversas formas de la vida, las diferentes especies.

JESÚS Me parece una explicación muy hermosa…

RAQUEL Pero la Biblia dice otra cosa. La Biblia dice que Dios creó primero las plantas. Luego, las aves. Luego, los peces. Luego, el ganado. Dice que en sólo siete días, Dios creó, uno tras otro, todos los seres vivos.

JESÚS Pues pensándolo bien, me parece un prodigio mayor sacar mil vidas diferentes de una sola semilla que tener que sembrar mil semillas, una para cada vida. Lo que dices proclama con más
fuerza la gloria de Dios.

RAQUEL Por si no lo sabe, le diré que hay un conflicto terrible entre los que defienden la creación, según la Biblia, y los que defienden la evolución, según Darwin. Usted, ¿qué dice? ¿Fe o ciencia?

JESÚS La fe no cabe en ningún libro, Raquel. Y el firmamento tampoco cabe en ninguna ciencia. ¿Quién será tan arrogante para creer que lo sabe todo?

RAQUEL Pero, entonces, ¿con qué se queda: creación o evolución?

JESÚS Raquel, si yo te entendí bien, ¿no fue Dios quien creó la evolución? ¿No sembró Él la primera semilla?

RAQUEL Hay algo que no le he comentado y que escandaliza a muchos. Según la teoría de Darwin, los seres humanos también somos una rama de ese inmenso árbol de la vida.

JESÚS ¿Y cuál es el escándalo?

RAQUEL ¿Sabe usted, Jesucristo, cuáles son nuestros primos hermanos, los parientes más próximos a nosotros en ese árbol?

JESÚS Dime cuáles.

RAQUEL ¡Los monos!

JESÚS ¿Los monos?

RAQUEL ¿Y… de qué se ríe usted?

JESÚS Me hace gracia… Ése sí es un buen chiste de Dios para que no se nos suba el humo a la cabeza, para que seamos humildes… ¡Hermanos de los monos!

RAQUEL Para mucha gente es un insulto ese parentesco.

JESÚS No entiendo porque… ¿no es el mismo Dios el que creó a los monos y a nosotros y a todo lo que respira sobre la tierra?… ¿Entonces?… Todos nacimos de sus manos… En verdad, no
conocía lo que me has contado, pero…

RAQUEL Y ahora que lo conoce, ¿qué opinión le merece la teoría de Charles Darwin?

JESÚS El rey Salomón fue un gran sabio. Pero en esto que dijo ese hombre hay más sabiduría que en Salomón.

RAQUEL Y ustedes, amigas y amigos, ¿qué opinan? ¿Se quedan con Darwin o con la Biblia? ¿O con ambas cosas, como dice Jesucristo? Esperamos sus llamadas. Raquel Pérez. Emisoras
Latinas. Jerusalén.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS
Charles Darwin

Charles Darwin (1809-1882), biólogo británico, descubrió y explicó la Teoría de la Evolución, presentándola a la comunidad científica en 1859 en el libro titulado “El origen de las especies”. Su descubrimiento, sus intuiciones y explicaciones revolucionaron para siempre el conocimiento humano sobre la Vida. La idea central de Darwin es que todos los organismos vivientes tienen un
origen común y que han ido evolucionando a través de un proceso lentísimo de “selección natural”. En ese proceso han intervenido condiciones externas del ambiente: abundancia o escasez de recursos, clima, cambios geológicos, llegada al lugar de nuevas especies… Esas condiciones van conduciendo los cambios, provocando rasgos cada vez más diferentes en los organismos vivientes. Esos cambios se hacen heredables con el tiempo. En 1871, Darwin publicó “El origen del hombre”, incluyendo también a los seres humanos en el proceso único de la evolución de la Vida. Darwin afirmaba que el ancestro del hombre era un animal similar al mono. Esto provocó una controversia religiosa, que no ha cesado hasta el día de hoy y de la que Raquel le habla a Jesús.

Los pinzones de Darwin

La expedición científica que durante cinco años Darwin emprendió en 1831 por el océano Atlántico en el barco HMS Beagle lo puso en la pista de la Teoría de la Evolución. Darwin contempló la diversidad de la fauna y de la flora en lugares variadísimos, comprendiendo así que las distancias geográficas y los distintos ambientes creaban condiciones para que las especies variaran. Específicamente, las observaciones que hizo en las islas Galápagos en las colonias de pinzones, pájaros con características comunes y con diferencias esenciales según las islas donde vivían, le dio la clave: una misma especie, el pinzón ancestral, había “evolucionado” hasta ser seis nuevas especies (pinzón picamaderos, pinzón curruca, pinzón arborícola, pinzón terrestre, pinzón
vampiro y pinzón mosquitero), dependiendo del ambiente al que tuvo que adaptarse.

La selección natural

Escuchemos al propio Darwin explicando la selección natural, clave de la Teoría de la Evolución, en el estilo cuidadoso y delicado con que comunicó todos sus revolucionarios hallazgos: Como el hombre puede producir un gran resultado en sus animales y plantas domésticos acumulando en una dirección dada diferencias individuales, del mismo modo podría hacerlo la selección natural; pero mucho más fácilmente, puesto que tiene un tiempo incomparablemente mayor para la obra… Como el hombre puede producir, y ciertamente ha producido, un gran resultado por sus medios de selección metódica e inconsciente, ¿qué no efectuará la selección natural?… ¡Cuán pasajeros son los deseos y esfuerzos del hombre; cuán corto su tiempo, y, en consecuencia, cuán pobres serán sus resultados comparados con los que acumula la naturaleza durante épocas geológicas enteras!.. Puede decirse metafóricamente que la selección natural está haciendo diariamente, y hasta por horas, en todo el mundo el escrutinio de las variaciones más pequeñas; desechando las que son malas, conservando y acumulando las que son buenas, trabajando insensible y silenciosamente donde y cuando se presenta una oportunidad en el mejoramiento de todo ser orgánico, en relación con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. Nada vemos de estos pequeños cambios en progreso hasta que la mano del tiempo ha marcado el sello de las edades, y aun entonces tan imperfecta es nuestra vista para alcanzar a las épocas geológicas remotas, que lo único que vemos es que no son hoy las formas de vida lo que en otro tiempo fueron.

Y así cierra Darwin su libro “El origen de las especies”, que cambió para siempre las ideas científicas: Hay grandiosidad en esta concepción de que la vida, con sus varios poderes, fue insuflada originalmente por El Creador en unas pocas formas o en una sola, y que mientras este planeta andaba rodando de acuerdo con la ley fija de la gravedad, de tan simple principio se
desprendieron y evolucionaron aún infinitas formas bellísimas y maravillosas.

Una idea genial y revolucionaria

A pesar de la variedad de las especies animales, alguien como Aristóteles, que filosofó sob re todo lo que observaba, nunca vio en esa variedad una posible relación. Cuando se conoció la fauna del Nuevo Mundo esto desconcertó a muchos. ¿Cómo eran tan distintos los animales de allí a los que se conocían en el Viejo Mundo? Pero nadie reflexionó sobre el por qué de las diferencias. En el Renacimiento, los hallazgos de los primeros fósiles también provocaron inquietudes, pero nadie pensaba en la evolución. Fue el francés Jean Baptiste Lamarck el que, unos cincuenta años antes de Darwin, tuvo las primeras intuiciones de que semejanzas y diferencias tenían una explicación científica en una cierta evolución de las especies.

Darwin logró estructurar estas intuiciones y darles forma en una teoría rigurosa y coherente. Los científicos actuales continúan deslumbrándose ante su descubrimiento. Su compatriota Richard Dawkins, un evolucionista convencido y entusiasta, afirma: Los organismos vivientes han existido sobre la Tierra durante más de tres mil millones de años sin saber nunca por qué, hasta que la
verdad, al fin, fue comprendida por uno de ellos. Por un hombre llamado Charles Darwin. Y goza afirmando: En un planeta y posiblemente en solo un planeta en todo el Universo, las moléculas que normalmente no generarían nada más complicado que un trozo de piedra se juntan a sí mismas en trozos de materia del tamaño de una piedra de una forma tan asombrosamente compleja que son capaces de correr, saltar, nadar, volar, ver, oír, capturar y comer a otros trozos animados de complejidad similar, capaces en algunos casos de pensar y sentir, y de enamorarse de otros trozos de materia compleja.

Ahora comprendemos esencialmente cómo se hizo el truco, pero sólo desde 1859. Antes de esa fecha parecía, efectivamente, algo muy, muy extraño. Ahora, gracias a Darwin, es simplemente muy extraño. Y concluye que la selección natural ―concepto central en la Teoría de la Evolución― es la noción más revolucionaria de la historia de la biología y yo hasta jugaría con la idea de sustituir “biología” por “ciencia”.

Un escándalo colosal

Darwin, un hombre con profundos sentimientos religiosos, de sólida formación cristiana ―hasta quiso ser clérigo―, sabía que su teoría causaría confusión entre los creyentes, aunque estaba convencido de que el origen común de todos los vivientes los “ennoblecía” a todos. Reconoció el escándalo que causaba en “El origen del hombre”: Siento que la conclusión fundamental a la
que ha llegado este libro, esto es, que el hombre desciende de una forma inferiormente organizada, resulta a muchos altamente desagradable. 

Es lógico el escándalo. Darwin no sólo nos colocó a los humanos en “nuestro lugar”, al probar nuestros orígenes animales. También dedujo que en el proceso de la evolución no había un “propósito”. Así lo formuló: Parece no haber más propósito en la variabilidad de los seres vivientes y en la acción de la selección natural que en la dirección en la que sopla el viento. Esta idea del azar en la evolución contradecía la idea bíblica de un ordenamiento lineal de todo lo creado en función de la aparición en la Tierra de los seres humanos, era contraria a la idea de un plan de Dios, desmentía al Dios providencial que lleva el timón del Universo y de la Historia.

¿Por qué tanta angustia y tanto rechazo?

Bien ubica el escándalo provocado por Darwin con la teoría de la evolución el astrofísico Carl Sagan: La perspectiva trascendentalmente democrática de Darwin nos conecta con nuestros antepasados olvidados hace tiempo y con el enjambre de nuestros parientes, los millones de otras especies con quienes compartimos la Tierra. Pero el precio que hemos debido pagar ha sido alto, y aún hay quienes se niegan a pagarlo y por razones muy comprensibles. 

La evolución sugiere que si Dios existe le gustan las causas secundarias y los procesos autónomos. Dios puso en funcionamiento el Universo, estableció las leyes de la Naturaleza, y luego abandonó la escena. No hay, al parecer, un Ejecutivo trabajando a pie de obra: el poder ha quedado delegado. La evolución sugiere que Dios no intervendrá, tanto si suplicamos como si no, para salvarnos de nosotros mismos. La evolución sugiere que estamos solos; y que si hay un Dios, ese Dios debe de estar muy lejos. Esto basta para explicar gran parte de la angustia y el rechazo que la evolución ha producido. Nos gustaría imaginar a alguien al frente del timón.

La Teología evolucionista

Existe una teología evolucionista. Arraiga en la mística, que en sus diferentes expresiones en todas las religiones, espiritualidades y civilizaciones rechaza los dualismos. La teología mística o teología evolucionista tiene estas formulaciones: Dios no es el iniciador de la evolución. Esto significaría que la evolución actúa fuera de Dios. La evolución es Dios que se despliega a sí mismo. Y como la evolución tiene en la aparición de la vida un hito crucial, los místicos evolucionistas afirman que es adecuado darle a Dios el nombre Vida: Vida es un concepto adecuado para designar esa realidad que llamamos Dios, porque la Vida también desborda nuestra comprensión.

Creacionismo vs Evolucionismo

Desde que Darwin habló, escribió y revolucionó la ciencia, se enfrentó a todo  tipo de críticas, burlas y descalificaciones. Sin embargo, desde el inicio de su formulación su Teoría ganó espacio en la mente de los científicos de todo el mundo. Convencía, apasionaba, explicaba, revelaba. Frente al “evolucionismo” surgió el “creacionismo”. Basado en el relato de la creación que aparece en el Libro del Génesis de la Biblia, sus defensores insisten en la creación directa de cada organismo vivo por Dios, y muy especialmente en la creación directa por Dios de esa especie que somos los seres humanos.

Las batallas intelectuales entre ambas teorías han sido permanentes. También ha habido batallas legales. Una de las más famosas es el llamado “Monkey Trial” (Juicio del Mono), celebrado en Estados Unidos (Dayton, 1925). En él se enjuició al profesor de Ciencias John Thomas Scopes, acusándolo de enseñar la evolución, violando una ley que prohibía enseñar en las escuelas públicas del Estado sureño de Tennessee cualquier teoría que negara la historia de la creación divina del hombre, tal como se enseña en la Biblia, para enseñar en su lugar que el hombre desciende de un orden menor de animales. Scopes ganó el juicio. Esta interesante historia fue reconstruida en la película “La herencia del viento” de Stanley Kramer (1960).

Del Creacionismo al Diseño Inteligente

A la luz del desarrollo de la ciencia, el evolucionismo fue ganando espacios y el creacionismo se fue haciendo más insostenible. Con los avances del fundamentalismo bíblico, tanto entre católicos como entre evangélicos, en los años 90 el creacionismo decidió cambiar de estrategia y ahora se llama “diseño inteligente”. Presentándose como una propuesta científica, esta nueva forma del creacionismo afirma que el origen y evolución del Universo, de la vida y de los humanos son el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada y con objetivos prefijados por un agente inteligente.

El movimiento del Diseño Inteligente apareció en Estados Unidos y allí se ha desarrollado con mayor fuerza. La influencia creciente de las iglesias evangélicas que promueven el literalismo bíblico y el fanatismo religioso ha ido extendiendo a otros países la propuesta del Diseño Inteligente. Dentro de la iglesia católica también ha habido pronunciamientos que parecen favorecer algunos postulados de esta teoría nada científica. 

El riesgo del creacionismo

Paralelamente a la difusión de la propuesta “científica” del Diseño Inteligente, el creacionismo sigue vigente y lucha por arraigar en la conciencia de las nuevas generaciones, especialmente en Estados Unidos. En el año 2007, sólo el 26% de la población estadounidense aceptaba la Teoría de la Evolución y el 65% abogaba porque el creacionismo bíblico se enseñara en las escuelas a la par de la evolución. Aceptar tanto el creacionismo como el Diseño Inteligente tiene consecuencias políticas gravísimas: sólo una tercera parte de los estadounidenses cree que su gobierno debe emprender acciones que frenen el cambio climático. Piensan así porque creen que los asuntos de magnitud planetaria están sólo en manos del Dios Creador, del Diseñador Inteligente…

La evolución: “más que una hipótesis”

Después de un siglo de oposición activa y beligerante contra la Teoría de la Evolución, de censuras y anatemas contra los católicos que la defendían, el Papa Pío XII publicó finalmente en 1950 la encíclica “Humani Generis”. En ella, teniendo en cuenta el estado de las investigaciones científicas de esa época y también las exigencias propias de la teología, la encíclica consideraba la doctrina del “evolucionismo” como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta. Pío XII añadía dos condiciones de orden metodológico: que no se adoptara esta opinión como si se tratara de una doctrina cierta y demostrada, y como si se pudiera hacer totalmente abstracción de la Revelación a propósito de las cuestiones que esa doctrina plantea.

Así explicaba el contenido de aquella encíclica el Papa Juan Pablo II, cuando por fin, el 23 de octubre de 1996, anunció formalmente a la Academia Pontificia de Ciencias que el nuevo conocimiento lleva al reconocimiento de que la teoría de la evolución es más que una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría se haya impuesto paulatinamente al espíritu de los investigadores, a causa de una serie de descubrimientos hechos en diversas disciplinas del saber. La convergencia, de ningún modo buscada o provocada, de los resultados de trabajos realizados independientemente unos de otros, constituye de suyo un argumento significativo en favor de esta teoría. En esta ocasión, el Papa declaró que la Creación y la Evolución podían convivir juntas sin conflicto. Pero se reservó aún un espacio de control: juntas, siempre que se mantuviera la creencia de que sólo Dios crea el alma humana.

La “herejía” de la evolución

La Iglesia católica durante cien años y muchas iglesias evangélicas pentecostales hasta el día de hoy rechazan la Teoría de la Evolución como una auténtica herejía. Lo hacen por ignorancia y por un fundamentalismo y literalismo bíblico basados también en la arrogancia. Si aceptaran esta
evidencia científica tendrían que aceptar que los seres humanos no somos “reyes” de la Naturalezaque la Naturaleza no nos pertenece, sino que pertenecemos a ella, que por ser parte de una red vital intrincada y compleja no tenemos derecho de dominio. Tendrían que ser más humildes.