100 – ¿DIOS ES VARÓN?

RAQUEL Cae la tarde en Galilea. Después de la lluvia, el arco iris atraviesa de una punta a otra el cielo recién lavado. Junto a mí, Jesús, el de Nazaret, que en breves minutos, según me informa, dará por concluida su segunda venida a la tierra. Un saludo para nuestra audiencia, señor Jesús.

JESÚS Con todo gusto, Raquel. Paz a todos mis hermanos, y muy especialmente hoy, a mis hermanas, a las mujeres.

RAQUEL ¿Por qué esa especialidad?

JESÚS Por lo que voy a decirte.

RAQUEL Cuando hablamos hace unos días, de camino a Magdala, usted me adelantó una primicia para esta entrevista de cierre.

JESÚS Sí, tengo una buena noticia que será de alegría para todos los que te escuchan.

RAQUEL Pues… Nuestros micrófonos son suyos.

JESÚS ¿Ves este valle, Raquel? Los campos ya están listos para la siembra. Ha llovido lo suficiente. Lo que hoy voy a decirte todavía encontrará muchos oídos cerrados. Pero un día se abrirán y
entenderán.

RAQUEL ¿Por qué tanto misterio?

JESÚS Porque voy a hablarte de Dios.

RAQUEL Pero de Dios hemos hablado en todas estas entrevistas, ¿no?

JESÚS ¿Y cómo imaginaste a ese Dios del que hablamos?

RAQUEL No sé…

JESÚS Durante mucho tiempo, Raquel, al pensar en Dios, al rezarle, lo imaginamos como un rey poderoso… como un hombre mayor… con barba blanca…

RAQUEL ¿Y no es así?

JESÚS Dios no es varón, Raquel.

RAQUEL ¿Cómo dice?

JESÚS Que Dios no es varón.

RAQUEL ¿Podría explicarse mejor? No entiendo lo que me quiere decir…

JESÚS En mi tiempo, yo tampoco lo entendía. No podía entenderlo. Yo rezaba: Abbá, padre nuestro… Nunca recé: Immá, madre nuestra… Yo no la conocía, pero ahora la han visto mis ojos.

RAQUEL ¿Y qué es lo que ha visto, Jesús?… Cuéntenos.

JESÚS Es una historia muy antigua que hemos olvidado…

MUJER Durante siglos y siglos, para todos los pueblos de la Tierra, Dios fue una madre. Adoraban a la Gran Diosa, a la Dadora de Vida, de la que todo nace y a la que todo regresa. La Diosa Madre los miraba desde la Luna. Menguaba y moría en las noches para después resucitar resplandeciente. Durante siglos y siglos, suyos fueron los animales y la verde vegetación que cubre el mundo. Suya fue la fiesta y la danza, suya la alegría. Durante siglos y siglos, para todos los pueblos de la Tierra Dios fue mujer. Pero llegó el tiempo de la codicia, y dioses guerreros que imponían el miedo y exigían sacrificios, la ocultaron. La suplantaron. Quisieron matarla. Y hasta hoy, esos dioses varones se han enseñoreado de los cielos.

RAQUEL Pero el Dios que usted predicó, Jesús, hace dos mil años fue un Dios de amor y compasión.

JESÚS Sí, fue un padre bueno. Pero varón, al fin. Y llega la hora de que entendamos el daño: cuando Dios es visto como varón, los varones se ven a sí mismos como dioses. Mandan, deciden,
hacen las guerras. Créeme, Raquel: otro dios es posible. Ese Dios del que hemos estado hablando todos estos días, no es un rey ni un juez ni un viejo con barbas.

RAQUEL Entonces… ¿Dios es mujer? ¿Eso es lo que nos quiere decir?

JESÚS No, Dios no es varón ni mujer. A Dios nadie lo vio jamás. ¿Cómo nombrarlo? ¿En qué palabra cabría? Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que su ternura de madre resplandezca
nuevamente.

RAQUEL Y todo esto… ¿por qué me lo dice a mí?

JESÚS Porque puedes entenderlo. Hace dos mil años fueron mujeres las que anunciaron la buena noticia de que yo estaba vivo. Ahora, les toca a ustedes dar la buena noticia de que Dios tiene rostro de mujer.

RAQUEL Pero yo… Espere…

JESÚS ¿Qué estás haciendo, Raquel?

RAQUEL Nada, dándome palmadas, pellizcándome, despertándome…

JESÚS ¿Despertándote?

RAQUEL No sé, tal vez estoy soñando… Tal vez usted nunca vino, ni se fue, ni volvió, ni yo hablé con usted, ni usted habló conmigo… y lo de estos días no ha sido más que un espejismo…

JESÚS ¿Por qué dices eso?

RAQUEL Porque esto que me dice ahora y todo lo que me ha contado en estas entrevistas es… es demasiado alegre para ser verdad.

JESÚS Lo mismo pensó María cuando regresaba del sepulcro… Me voy ya, Raquel. Dejo en tus manos esta perla preciosa. Pásala.

RAQUEL ¿Que la pase…?

JESÚS Sí, pásala a tus oyentes.

RAQUEL Lo haré… Adiós, Maestro. ¿Ahora sí me deja llamarle así?

JESÚS ¡Adiós, Raquel!… Tal vez nos veamos en la tercera venida… ¡Adiós!… ¡Adiosa!

RAQUEL Cubrió para ustedes las históricas jornadas de la segunda venida de Jesucristo a la tierra, Raquel Pérez, Emisoras Latinas.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS
Dios no tiene sexo, pero sí tiene género

Toda religión consiste en hacer visible en imágenes, palabras y símbolos al Dios invisible. La religión cristiana, de matriz judía, ha empleado multitud de palabras, imágenes y símbolos masculinos para hacer visible a Dios. Y por eso podemos afirmar que, aunque Dios no tiene sexo, desde hace miles de años sí tiene género: el género masculino.

Sabemos que el sexo es una característica biológica y el género una construcción cultural. Por eso, aunque en Dios está presente lo femenino y lo masculino como expresiones complementarias de la Vida, en la cultura judeocristiana, en la cultura bíblica, en la tradición cristiana, tanto católica como ortodoxa o protestante, en los textos de cuatro mil años de escritura, en la literatura de dos mil años de cristianismo, y también en el Islam, Dios tiene género y su género es masculino. Esto significa que Dios es imaginado, pensado, concebido como varón. Es hombre.

Si el género es una construcción cultural, esto significa también que se puede cambiar. Porque todo lo que se construye se puede destruir, de-construir y volver a construir. De eso se trata: de reconstruir el rostro de Dios también en femenino.

Dios nació mujer

En la historia de la humanidad, “Dios nació mujer”. La idea de Dios nació vinculada a lo femenino. Durante milenios, la humanidad, asombrada ante la capacidad de la mujer de generar en su cuerpo el milagro de la vida, veneró a la Diosa, viendo en el cuerpo de la mujer la imagen divina. Viendo en la Luna, que regía los ciclos de la mujer, una imagen divina. Viendo en la vida animal y
en la vida vegetal una imagen divina. Muchos milenios después, hace unos diez mil años, y a partir de la cultura derivada de la revolución agrícola (acumulación de granos, acumulación de
tierras, necesidad de defender con armas y violencia graneros y tierras…) esa idea fue trasformándose y la idea de un Dios varón, y un varón guerrero, se fue imponiendo. Ese Dios dominó las culturas del Mundo Antiguo. Marduk suplantó en Babilonia a la diosa Inana-Ishtar, Osiris a Isis en Egipto, Zeus a Gea en Grecia. Yahvéh suplantó a la fecunda diosa Asherá que era tan querida en Cannán… Yahvéh, el Dios de la Biblia, es uno de los dioses de esa etapa de la
Humanidad. Es un Dios varón, tribal y guerrero.

Para tener un conocimiento más amplio de este largo proceso, recomendamos al menos tres libros: “El cáliz y la espada” de la antropóloga y sicóloga austríaca Riane Eisler (Editorial Cuatro Vientos, séptima edición: 2000), “Dios nació mujer” del periodista español Pepe Rodríguez (Ediciones B, 1999) y “El mito de la diosa” de las investigadoras británicas Anne Baring y Jules Cashford (Ediciones Siruela, 2005).

En nuestra memoria genética

Del libro de Riane Eisler dice la escritora chilena Isabel Allende: Con gran rigor científico, pero también con una apasionada elocuencia, Riane Eisler prueba que el sueño de la paz no es una utopía imposible. En verdad hubo una época muy antigua en la cual prevalecieron la participación, la creatividad y el afecto, donde la gente vivía con más solidaridad que agresión, y donde reinaba una Diosa benevolente. Eisler nos revela a la Diosa, que siempre ha estado allí, escondida en las sombras de nuestra memoria genética. Este libro nos ofrece la certeza de que un mundo mejor es posible… si tan sólo pudiéramos recordar.

En el prólogo del libro de Baring y Cashford, Sir Laurens van der Post advierte sobre las consecuencias de retirarle a lo femenino el carácter de sagrado: Jules Cashford y Anne Baring han retrocedido todo lo posible en la historia siguiendo un hilo dorado, y desde ahí han trazado una línea hasta nuestros días. Tienen un gran relato que contarnos, un relato que nos llega justo a
tiempo, ya que la pérdida de ese acontecer femenino es lo que nos ha obligado a enfrentar al problema más acuciante y peligroso de nuestra época: el de la explotación y el rechazo de nuestra madre, la tierra, nuestra madre a quien se le ha arrebatado la gran reserva de vida que había preparado para nosotros… La totalidad de la historia se cuenta por primera vez, que yo sepa, en estas páginas. Es la historia terrible, y a la vez extrañamente sugerente, de lo femenino, todavía invicto y animoso.

Donde Dios es Varón, los varones se creen dioses

En el cristianismo, tanto en su versión católica como la versión ortodoxa y en la versión protestante, Dios es un Hombre. ¿No será ésta la raíz más vieja y más oculta que justifica y legitima la inequidad entre hombres y mujeres y también la violencia de los hombres contra las mujeres? ¿No será que como esta raíz permanece tan escondida, está tan abajo en la tierra de nuestras mentes, arraigada tan profundamente, estamos anestesiados todos, hombres y
mujeres, ante su presencia y por eso permanece intocada? Esta raíz tiene consecuencias. Tiene expresiones, tiene frutos. Donde Dios es Hombre, los hombres se sienten dioses y actúan como dioses, es decir como seres superiores y con más derechos, incluido el derecho de dominar. En un encuentro regional de mujeres evangélicas celebrado en Buenos Aires en los primeros años del siglo XXI, la teóloga protestante Judith VanOsdol lo afirmaba con contundencia:
La imagen de Dios que se predica y se emplea en muchas iglesias es inadecuada. Así, las iglesias relegan a la mujer a una segunda o tercera categoría, como si fueran seres inferiores, contribuyendo a invisibilizar el importante e histórico liderazgo de las mujeres. Las iglesias que imaginan o representan a Dios como un varón tienen que hacerse cargo de esta imagen
creada como herejía. Porque donde Dios es varón, el varón es Dios. Concordemos entonces que cualquier lenguaje es inadecuado para contener todo lo que es Dios. La Biblia sostiene que Dios es Espíritu. Por ello tenemos que ampliar nuestros imaginarios para contemplar que Dios trasciende el género, no es ni masculino ni femenino. Y en la Palabra, hay una riqueza que incluye varias imágenes de Dios, incluso imágenes femeninas. La Biblia nunca habla de la sexualidad de Dios. El término “padre” es un término relacional, que apunta a la igualdad de toda persona, como hija y como hijo. La base de la tentación en el jardín del Edén fue querer ser dioses. Esta tentación sigue en pie hasta el día de hoy. Cuando los varones se postulan como dioses por encima de las mujeres seguimos viviendo las consecuencias de este pecado, el desequilibrio y la injusticia de género. 

Una familia divina y masculina

En la iconografía cristiana, en las imágenes que hemos visto desde niños, Dios es un anciano con barbas. Es también un Rey con corona y cetro sentado en un trono. Es también el Dios de los Ejércitos. Es un Juez inapelable, de decisiones inescrutables. En esa iconografía, confirmada en los dogmas cristológicos, Dios tiene un Hijo, que “se hizo” hombre, lo que sugeriría que su esencia anterior a ese “hacerse” era también masculina. La tercera persona de esa “trinidad”, de esa “familia divina”, es el Espíritu Santo. A pesar de que en hebreo, la palabra “espíritu” es una palabra femenina, es la “ruaj”, la fuerza vital y creadora de Dios, la que lo pone todo en movimiento y anima todas las cosas, el dogma nos enseña que el Espíritu dejó embarazada a María. Así, el dogma nos lleva a pensar que el Espíritu es un principio vital masculino. El resultado es un conjunto familiar divino plenamente masculino. 

También en la Teología de la Liberación

Incluso, en expresiones religiosas alternativas, populares y liberadoras como las de la Misa Campesina Nicaragüense, Dios es un hombre. Es “artesano, carpintero, albañil y armador”. Ningún oficio femenino tiene ese Dios. Y se canta que “vemos” a ese Dios obrero en las gasolineras chequeando las llantas de un camión, patroleando carreteras, lustrador de zapatos en el parque central… No lo vemos lavando o cocinando, mucho menos dando de mamar.  Es un Dios pobre y popular, pero… es varón. El Dios de la Teología de la Liberación también fue un Varón.

¿Y en las religiones ancestrales pre-hispánicas?

En la búsqueda de un rostro femenino de Dios, algunas reflexiones bucean en las religiones prehispánicas de América, donde, a diferencia de la tradición judeocristiana, siempre aparecen dioses y diosas y donde cada dios tiene siempre su contraparte femenina. En estas religiones, el principio supremo de todo es siempre dual y la divinidad siempre tiene un lado masculino y un lado femenino. Sin embargo, profundizando, por ejemplo, en mitos de la tradición mexicana, se
observa que las diosas participan casi siempre en el poder original que crea el mundo, pero lo hacen como víctimas de los dioses masculinos. En el mito del dios guerrero Huitzilopochtli, su madre lo concibe siendo virgen y es asesinada. Ella será la Madre Tierra y su hijo el Dios Sol, un dios sanguinario que exigirá sacrificios humanos. En uno de los mitos de Quetzalcóatl, éste mata y parte en dos a la diosa del cielo Tlatecutli. En otro mito alternativo de Quetzalcoatl, el dios que encontró el maíz, la contraparte femenina sí juega un papel positivo: no se deja matar y rechaza los sacrificios. Hay mucha investigación pendiente para conocer y discernir entre el “trigo” feminista y la “cizaña” patriarcal que esconden estos mitos de las religiones originarias no occidentales.

*Un cambio que toca el corazón del cristianismo*

Dice la teóloga feminista Ivone Gebara: Algunos movimientos históricos como
el de las mujeres afectan al corazón mismo de las instituciones cristianas. El
cristianismo ya no es el mismo cuando las imágenes masculinas de Dios son
puestas bajo sospecha de sexismo. El cristianismo ya no es el mismo cuando
las mujeres rechazan, por malestar, su pertenencia a la Iglesia. El cristianismo
ya no es el mismo con las hermenéuticas feministas de la Biblia y los enfoques
teológicos feministas. El cristianismo ya no es el mismo a partir de la búsqueda
por las mujeres de su libertad, expresada hoy en todo el mundo de tantas y tan
distintas maneras.

El Dios de Jesús

Jesús de Nazaret fue educado en el Dios de sus padres, y ese Dios era concebido, imaginado, pensado en masculino, como un hombre, como un varón. Sin embargo, hay en las actitudes y en los mensajes de Jesús lo que muchas autoras y autores consideran valores atribuidos por la cultura a “lo femenino”: el cuidado, la compasión, los sentimientos, la intuición, la espontaneidad… Un dato interesante: en dos de sus parábolas, Jesús hizo protagonistas de sus comparaciones con Dios y con su actuar a mujeres. En la parábola de la levadura (Lucas 13,21), habló de lo que sucede con el Reino de Dios: tan sólo una pizca de levadura es capaz de fermentar toda la masa y quien pone en marcha ese proceso es una mujer. Habló también del cuidado que tiene Dios con todos sus hijos, comparando a Dios con un pastor que busca a costa de todos los riesgos a su oveja perdida. Inmediatamente, “feminizó” la comparación y dijo que Dios se parecía también a una mujer que busca ansiosamente la moneda que se le perdió (Lucas 15,8-10).

Estas comparaciones tuvieron que resultar sorprendentes para su audiencia, educada en una cultura religiosa donde Dios tenía género masculino y donde las mujeres eran discriminadas totalmente en las prácticas, ritos y símbolos de la religión. Al comparar los sentimientos de alegría de Dios con los del pastor que encuentra a su oveja perdida y con los de la mujer que encuentra su moneda, Jesús amplió la imagen de Dios, habló de un Dios al que tanto hombres como mujeres revelan y manifiestan cuando cuidan la vida. 

Otro mundo es posible, otro Dios es posible

Al término de la investigación que tuvo como fruto el magnífico libro “El mito de la Diosa”, dicen sus autoras: Llegamos a la conclusión de que el principio femenino, como expresión válida de la santidad y unidad de la vida, llevaba perdido los últimos 4 mil años. Este principio se manifiesta en la historia mitológica como “la diosa”, y en la historia cultural aparece en los valores otorgados a la espontaneidad, el sentimiento, el instinto y la intuición. Hoy en día no hay, formalmente hablando, dimensión femenina alguna de lo divino en la mitología judía y cristiana. Nuestra cultura está articulada a partir de la imagen de un dios masculino que se sitúa más allá de la creación y que la ordena desde el exterior, en vez de estar en el interior de la creación, como lo estuvieron las diosas madres antes que él. El resultado inevitable de esta situación es el desequilibrio entre los principios masculino y femenino, que trae consigo consecuencias fundamentales para la forma en que construimos nuestro mundo y en que vivimos en él. Porque queremos construir otro mundo y vivir en él de otra forma, creemos que ha llegado la hora, y ya estamos en ella, de que el rostro femenino y maternal de Dios resplandezca de nuevo. Creemos que para que otro mundo sea posible, otro Dios tiene que ser posible. Y aunque Dios no cabe en ninguna palabra y tiene todos los nombres, ese otro Dios posible, el Dios que necesitamos en nuestro mundo de hoy, tiene rostro de mujer. Ésa es una de las mejores noticias de Jesús de Nazaret en esta su segunda venida la tierra. La pasamos, recibida de manos de Raquel Pérez, enviada especial de Emisoras Latinas. Cuídenla, pásenla: es una perla preciosa.