11 THE MANIFEST DESTIN OF A GREAT NATION

LIBRETO

LOCUTOR — Capítulo once: The manifest destin of a great nation.

LOCUTORA — El destino manifiesto de una gran nación.

ESTATUA —¡Hello! Les habla la Estatua de la Libertad. Esa señora de piedra que está a la entrada de la ciudad de Nueva York. ¿Me conocen, verdad? Me encuentran muy bonita, ¿verdad? Gracias, muchas gracias. Con mi antorcha, alumbro para todos el camino de la libertad. Vengan, vengan a mí los que están sin dinero y sin trabajo, sin chicle y sin hamburguesa, los que sueñan con ser felices… ¡les doy la bienvenida a los Estados Unidos de América! ¡Oh, welcome to the United States of America! ¡Y que empiece el desfile, la alegre cabalgata americana!

VECINA —¡Ay, qué bonito está esto!

ABUELO —Mire, mire esas luces de colores que dan vueltas… Yo no sé cómo se las arreglan estos americanos, pero tienen unos adelantos que te dejan frío…

VECINA —Ahí tiene a mi vecina la Juliana. Se fue a los Estados Unidos hace como tres meses, y ya está mandándole dólares a los sobrinos… Y hasta escribe en inglés diciendo «fray chiquen» y cosas de esas.

ABUELO —Mire, mire qué bonita carroza que viene con los indios y los vaqueros… ¡Qué maravilla!

BUFFALO BILL —¡Soy Buffalo Bill, el gran Buffalo Bill, el mejor entre cien mil! Vengo cabalgando desde las praderas del Lejano Oeste… y sin fallar ni un solo tiro, ¡ni uno sólo!

VECINA —¿Y ese ruido qué es?

ABUELO —¡Supermán, señora! ¡Supermán nos está volando por arriba! ¡Mire, mire cómo sube…!

VECINA —Ya ve ese mismo Supermán: es un oficinista, ¿no? Pero sube hasta el cielo. Es que en los Estados Unidos así es la cosa, uno empieza vendiendo papas fritas y termina de presidente.

ABUELO —Mire, mire quién viene ahora, el ratón Mickey, Pluto, el Pato Donald…

PATO DONALD —Cuac, cuac, cuac… ¡Soy Donald Duck, el pato Donald! ¡Vengan, vengan a visitar este país, un país para ser feliz!

VECINA —¡Ay, mire qué gracioso, cómo habla! Mi hermana le mandó de allá un Pato Donald a mi nieto, que se le movían los ojos, y llevaba unas pilas…

ABUELO —¡Mire los globos que están soltando! ¡Mire arriba!!

VECINA —¡Ay, qué belleza!

ABUELO —Hay que reconocerlo: los americanos son los americanos. Eso no se lo quita nadie.

Con más de 9 millones de kilómetros cuadrados de superficie, los Estados Unidos de Norteamérica son la potencia industrial, financiera y militar mayor del mundo. En este joven país, 250 millones de norteamericanos gozan de un nivel de vida más alto que el de cualquier otra nación desarrollada. En este sorprendente país, se han dado cita hombres y mujeres de todas las razas, unidos por el común deseo de la libertad, el progreso y la paz.

ABUELO —La verdad es que los americanos tendrán sus cosas, pero son un país tan grande que hay que quitarse el sombrero.

COMPADRE —No, no se lo quite tan pronto. Usted no lo va a creer, pero al comienzo de la historia americana, toda la tierra de ese país tan «grande» cabía en el patio de su casa.
VECINA —¿En el patio de mi casa? ¡Pero sí ahí no me alcanza ni para sembrar cuatro tomates!
COMPADRE —Sembrar cuatro tomates: eso, eso mismo es lo que ellos dijeron. La historia de este país empieza con una tierra muy pequeña y una mentira muy grande.

A comienzos del siglo 17, llegaron a las costas de la América del Norte, a lo que hoy es Nueva York, los primeros ingleses y holandeses. Aquellas tierras eran de los indios delaware.

INDIO —Los vimos llegar por el mar. Sus barcos parecían una isla andando sobre las olas. Después, nos acercamos en las canoas. Dispuestos íbamos a recoger fresas de aquella isla. Pronto vimos que eran hombres blancos. Los recibimos en la tienda mayor. Les oímos hablar. Y mucho hablaron. ¿Por qué les creímos, entonces? Dijeron que querían sólo una tierra pequeña, pequeña, para sembrar las verduras de su sopa. Eso dijeron. Dijeron que les bastaba con la tierra que una piel de búfalo puede cubrir. Les dimos la tierra que pedían. Sólo escuchándolos, debimos darnos cuenta de que eran hombres de alma mentirosa.

Una tierra tan pequeña como una piel de búfalo, un huerto para hacer la sopa. Así empezaron a formarse los Estados Unidos.

PURITANO —¡La voluntad de Dios nos señalaba el destino! Lo que es común a todos no tiene dueño. Y aquellos indios salvajes mandaban sobre tierras enormes, sin título ni propiedad. Dios todopoderoso ha dispuesto que unos hombres sean ricos y otros pobres, unos amos y otros esclavos.

COMPADRE —Así era como pensaban aquellos primeros colonos que pidieron a los indios aquel primer pedacito de tierra. Y claro, porque pensaban así, no se conformaron sólo con eso…
ABUELO —La verdad es que yo no sabía que los americanos habían empezado teniendo tan poco territorio. Pero ahí precisamente está el valor de esa gente. Uno no pasa de tener la tierra de un patio a esas enormidades chupándose el dedo. Hay que reconocer que el americano es un pueblo trabajador, más trabajador que nosotros…
COMPADRE —¿Y de dónde se saca usted eso? ¿Quién le ha dicho que los latinoamericanos hemos trabajado menos que ellos? Lo que pasa es que aquellos primeros colonos que llegaron a la América del Norte hace 400 años, tuvieron la suerte de encontrar unas tierras muy pobres, donde no habla ni oro ni plata, donde cuentan que había que sembrar las semillas a tiros…
VECINA —¿Y qué suerte tan rara es ésa?
COMPADRE —Es la suerte de no tener suerte. La importancia de no nacer importante.
ABUELO —Oiga, ¿verdad que a usted le gusta bastante enredarle la pita al trompo?
COMPADRE —Es que esto parece mentira, pero es una gran verdad. Una gran verdad que explica muchas cosas de cómo empezó esta historia, de por qué ellos los americanos son hoy ricos y nosotros pobres. Mire, cuando los europeos invadieron América, el sur, América Latina, era más rica en todo que el norte, que aquel pedazo de tierra de costa con el que empezó a formarse Estados Unidos. Aquí al sur, había de todo: tesoros fabulosos, minas riquísimas, tierras muy fértiles, que producían lo que ni se conocía ni se cosechaba en Europa: el azúcar, el café, el cacao… Civilizaciones con mucho desarrollo, con mucha gente, organizadas para el trabajo. Al norte no había nada de eso. Por eso, los españoles y los ingleses y todos los europeos preferían nuestras tierras. El norte no les interesaba. Aquí en América Latina robaron mucho porque aquí había mucho. No, no es que en el norte hayan trabajado tanto, sino que los dejaron en paz. Que los dejaron crecer. A nosotros, no. Mientras en el norte se desarrollaban, nosotros nos quedábamos enanos. No, los primeros yanquis no trabajaron más que ninguno de nuestros indios o de nuestros negros. Progresaron. Pero no porque trabajaran más, sino porque les robaron menos.
ABUELO —Está bien. No eran grandes al principio. Tampoco su progreso fue cuestión de trabajo ni de la riqueza de la tierra. ¿Entonces, cómo se explica que ese país haya llegado a donde ha llegado?
COMPADRE —Mire, mire esa bandera americana… ¿cuántas estrellas tiene?
VECINA —¿Y qué se yo cuántas? ¡Un montonón!
COMPADRE —Un montón, 50 estrellas. Y cada estrella, un Estado de los Estados Unidos. Pero no siempre fue así. No siempre fueron 50 estrellas…

Cuando, a fines del siglo 18, los colonos de Estados Unidos se separaron del gobierno de Inglaterra, tenían sólo 13 estrellas en su bandera. Eran 13 estados, unidos por la fiebre de crecer.

YANKI —Comunique al gobierno de Francia que les compramos estos territorios vecinos de la Luisiana. Les guste o no les guste.

Más tenían, más querían.

YANKI —Comunique al gobierno de España que nuestro ejército ha ocupado esos territorios vecinos de La Florida. Dígale que ya son nuestros. Les guste o no les guste.

A los 25 años de su independencia, los Estados Unidos multiplicaron por dos su tamaño, apropiándose de dos millones de kilómetros más de la América del Norte.

INGLES —¿Deseaba algo la Reina de Inglaterra?
REINA —Oh, sí, mi lord. Deseaba preguntarle si ha visto las astucias que andan haciendo los yanquis. ¡Nos han salido aventajados esos muchachitos! ¡Son mejores piratas que nosotros!

COMPADRE —Y es que de tal palo, tal astilla. Los norteamericanos habían salido calcaditos a su madre patria Inglaterra. Habían aprendido todas las malas mañas de los ingleses. Pero más tenían, más querían. ¡La gloriosa conquista del Oeste! ¡Tantas películas que hemos visto! Pero todas dicen lo mismo: que los americanos eran unos valientes y que los verdaderos dueños del Oeste, los indios, eran unos salvajes. El problema es que todas esas películas de indios y vaqueros… las han hecho los vaqueros.

INDIA —Nos equivocamos con los hombres blancos. Era malo su corazón. Al principio querían la piel de los animales del bosque, que son el castor y la nutria. Después, ya querían el bosque entero. Mataban los animales y mataban el bosque. Mataron también nuestros búfalos. Nos fueron empujando hacia el poniente del sol, más y más y más. Siempre querían más tierra. Después, Dios nos dijo que peleáramos contra ellos. Y peleamos. Pero ya era demasiado tarde.

Apaches, iroqueses, algonquinos, cheyenes, comanches, sioux, mohicanos… Cientos de miles de indios americanos fueron exterminados por los colonizadores yanquis. Morían de viruela y contagiados por otras enfermedades que no conocían. Morían en las guerras contra los invasores. Morían cuando se morían sus bosques y sus animales. La conquista del Oeste se hizo a costa del exterminio de millones de personas, de millones de animales y de millones de praderas y bosques valiosísimos.

MONROE —Ciudadanos de los Estados Unidos de América: ¡este es el destino que Dios nos ha confiado! ¡Crecer, crecer, ser grandes! ¡Este es el destino de nuestra gran nación: ¡América para los americanos!

A los 50 años de su independencia, Estados Unidos, que ya tenía unas 40 estrellas en su bandera, se lanzó a la conquista de las ricas tierras de América Latina. En 1823, el presidente Monroe proclamó que el Destino Manifiesto de su país era: «América para los americanos»…

MONROE —¡Que quiere decir: América para los norteamericanos! ¿Y por qué no? ¿Por qué no? ¡Si nuestro gran país necesita lo que aún no tiene, lo que hay en esos países de América Latina! Yo lo necesito, yo te lo quito. Empezaremos por México: Texas tiene minerales, wonderful tierras y… ¡petróleo! México tiene además algunos políticos que nos ayudarán a cumplir ¡con nuestro destino manifiesto!
MEXICANO —¡Orale, manito, que de fuera vendrán los que de casa te echarán! No respetaron nada esos gringos, hijos de la tiznada! Nos robaron la mitad del país, dos millones de kilómetros. ¡Echele, mano, una tierra grandotota, del tamaño de toda la Argentina! Nos quitaron Texas, California, Colorado, Arizona, Utah, Nevada, y ese otro estado que le siguen llamando «Nuevo México». Siete estrellitas más para su banderita… Tierras reterricas de oro, petróleo, minerales… por eso nomás se las robaron. ¡Pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!

Al fin de la guerra de despojo de México, el presidente americano Polk anunciaba al mundo que los Estados Unidos eran ya más grandes que toda Europa.

COMPADRE —La hija le había sacado una buena ventaja a su madre Inglaterra.
VECINA —Pues me va sonando esta historia a aquello de «sí puta la madre, putísima la hija»…
ABUELO —Señora, por favor, que esto lo está leyendo mucha gente…
NICARAGÜENSE —No, señor, diga todos los verbos que guste, que aquí de esos gringos estamos hasta el hígado. ¿Usted no a oído el himno. «Enemigos de la humanidad»…
ABUELO —Oigame, ¿y de dónde es usted?
NICARAGÜENSE —De Nicaragua, pues.
GRINGO —¡Hace falta un canal por Nicaragua! ¡O por cualquier otro lugar de Centroamérica! Nuestro comercio internacional crecerá como la espuma. Por eso, hace falta que nosotros controlemos totalmente ese canal.
NICARAGÜENSE —¿Escuchó? El «bisnes» del Canal, esa era la chochada. Y hasta metieron en Nicaragua a un chele, a ese rubio de William Walker, que por la traición de unos matamamas, llegó a presidente de la República. Sí, los gringos torcieron el camino de nuestro país…

Desde mediados del siglo pasado, Centroamérica se convirtió en el patio trasero de los Estados Unidos. Repúblicas bananeras, enclaves de la United Fruit, tierra de invasiones, de intervenciones militares, de deudas impuestas, de tratados humillantes firmados a punta de pistola y con las cañoneras en los puertos…

PANAMEÑO —Pero, oigame, el Canal no lo llegaron a abrir por Nicaragua, sino por aquí, por nuestra tierra…
VIEJO —¿Y de dónde es usted?
PANAMEÑO —Panameño, mi hermano. Por mi sangre que yo nunca entendía aquella vaina que terminó con la abridera de este canal. Fue todo rapidito. Nos separamos de Colombia y, bungundún, caímos en manos de los americanos. Hasta una banderita igual a la suya quisieron clavarnos aquí.
TAFT —Ciudadanos de este gran país: ¡no está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios la expansión de nuestro territorio! ¡Una en el polo norte! ¡Otra en el canal de Panamá! ¡Y la tercera en el polo sur! ¡Todo este continente será nuestro políticamente, como ya es nuestro moralmente, gracias a la superioridad de nuestra raza!
VECINA —¿Y esa barbaridad quién la dijo?
COMPADRE —Pues uno de los tantos presidentes de Estados Unidos, el presidente William Taft. Eso es histórico, eso está escrito.
VECINA —¡Pero esa gente roba y no tiene vergüenza en decir que lo hace!
CUBANO —¡Que nos lo digan a nosotros, chico, a los cubanos! Martí lo avisó. Martí le conocía la entraña a ese monstruo. ¡Aquí en Cuba los yanquis se colaron en una guerra donde nadie los llamó para sacar su buena tajada!
PUERTORRIQUEÑA—¡Ay, bendito, se colaron en la guerra de Cuba, y al final se robaron a Puerto Rico! Los cubanos ya se zafaron de los yanquis, pero a nosotros, mira cómo nos tienen todavía, ¡vueltos una burundanga!

A fines del siglo pasado, en 1898, Estados Unidos intervino en la guerra de independencia de Cuba. Terminada la guerra, se reservó el derecho de seguir interviniendo en Cuba y se apropió de la isla de Puerto Rico en el Caribe y de las islas Filipinas en Asia…

MCKINLEY —Yo caminaba por la Casa Blanca, noche tras noche, y suplicaba al Dios todopoderoso que me iluminara. Y una noche, no sé cómo, recibí la orientación de Dios. El me dijo que no debemos dejarles las islas Filipinas a los filipinos, que no están preparados para gobernarse, sino que nosotros somos los que tenemos que educarlos y cristianizarlos. Y entonces, reconfortado, volví a la cama y dormí profundamente…
VECINA —¿Y quién fue el que dijo esa otra barbaridad?
COMPADRE —Otro presidente americano, el presidente MacKinley. Eso está escrito también. Auténtico.
VECINA —¡Lo último que me faltaba por oír! ¡Qué poca madre tiene esa gente! Oigalo: ¡que Dios le dijo que se robara un país ajeno!

1904: Estados Unidos interviene militarmente en la República Dominicana y Panamá.
1905: tropas norteamericanas desembarcan en Honduras.
1906: los marines desembarcan en Cuba.
1907: desembarco de marines en seis puertos de Honduras.
1910: intervención militar en Nicaragua.
1911: nueva intervención militar en Nicaragua y en Honduras.
1914: intervención militar en Haití, en República Dominicana y en México.
1915: masivo desembarco de tropas norteamericanas en Haití. El país permanece ocupado durante 20 años.
1916: masivo desembarco en la República Dominicana. El país ocupado durante 8 años.
En el mismo año, doce mil soldados norteamericanos cruzan la frontera con México.
En siete años, entre 1918 y 1925, seis intervenciones militares, dos en Panamá, tres en Honduras, una en Guatemala.
1926: los marines desembarcan en Nicaragua y ocupan el país. Al grito de «Patria libre o morir», el general Sandino los enfrenta y los derrota después de siete años de lucha guerrillera.
1934: Estados Unidos vianda a asesinar a Sandino.
1937: intervención militar en Puerto Rico.
1954: intervención de Estados Unidos en Guatemala para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz.
1961: intervención de Estados Unidos en Cuba para derrocar al gobierno de Fidel Castro. Los cubanos derrotan a los invasores.
1965: cuarenta mil marines desembarcan en República Dominicana para contener la insurrección popular.
1983: intervención militar de Estados Unidos en la isla caribeña de Granada para derrocar al gobierno de Maurice Bishop.
1989: intervención militar en Panamá para no entregar el Canal a los panameños…

COMPADRE —Ya ven de dónde ha salido tanta grandeza… Ya ven cómo aquella pequeña piel de búfalo se fue estirando… Cómo se hicieron ricos, cómo siguen haciéndose ricos… ¡América para los americanos! Y lo que no es América también. Bases militares en toda Europa, en Asia, en Africa. Les interesaba el Vietnam, porque allí hay minerales que ellos no tienen. Y les interesa Sudáfrica por la misma razón. Así fueron llenando de estrellas su bandera. Y de sangre la historia de nuestro tiempo. La mancha es tan grande que no hay jabón que la lave. Sí, ese es el destino manifiesto de los Estados Unidos.
VECINA —¿Estados Unidos?¡Estados Podridos!… ¡El destino de esa gente es jodernos a nosotros!
ABUELO —Señora, por favor…
COMPADRE —Pues mire que hace 150 años, Bolivar ya dijo algo parecido. El Libertador de América pensaba igual que usted, señora. El decía: «Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad».

500 ENG-AÑOS