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54- ¿ABORTO MASCULINO?

RAQUEL Aquí, en Nazaret, reiniciamos nuestra entrevista con Jesucristo sobre el delicado tema del aborto. Vayamos a preguntas directas, precisas. Empecemos definiendo su posición: ¿usted, Jesucristo, está a favor del aborto?

JESÚS Yo estoy a favor de la vida.

RAQUEL Quiero decir, si usted aceptaría que en algunos casos…

JESÚS Raquel, Dios nos regaló dos tesoros: la vida y la libertad. Somos libres para decidir nuestras vidas.

RAQUEL Pero respetando las leyes de Dios que dicen no matar.

JESÚS ¿Querrá alguna mujer eliminar el fruto de sus entrañas? ¿Se  alegrará por abortar? Yo pienso que si una mujer decide hacerlo será por una razón muy grave.

RAQUEL ¿Tan grave como para eliminar una vida?

JESÚS Escucha, Raquel. Dios quiere que tengamos vida, pero vida en abundancia.

RAQUEL ¿Podría explicarse mejor?

JESÚS Es que vivir no es sólo venir a este mundo y respirar el aire. Vivir es poder crecer en una familia que te quiere, alimentarse bien, estar sano, poder estudiar…

RAQUEL Esa vida en abundancia de la que usted habla es lo que hoy llamamos calidad de vida.

JESÚS Eso, Raquel. Pero, dime tú, ¿qué vida le espera a un niño que va a nacer malogrado? ¿Y a los hijos que quedarán huérfanos si la madre va a morir en el parto? Y una niña forzada, ¿es justo que ella traiga al mundo el fruto de esa violencia? Cuando el rey David abusó de Betsabé, Dios no permitió que naciera el hijo de aquel crimen.

RAQUEL Pues algunos sacerdotes enseñan que una mujer tiene que traer al mundo todos los hijos que Dios le mande.

JESÚS Pero ¿esos hijos vienen de Dios o del capricho de un hombre ruin?

RAQUEL Vengan de donde vengan, esos sacerdotes insisten en que la mujer tiene la obligación de darlos a luz.

JESÚS Claro, como ellos no se embarazan, hablan sin compasión. Hablan de lo que no saben.

RAQUEL Entonces, una mujer que por razones graves decide abortar, ¿no está condenada y excomulgada?

JESÚS Créeme, Raquel. Dios no la juzgará. ¿Y sabes por qué? Porque Dios es madre. ¿Conoces alguna madre que no entienda a otra madre en una situación tan difícil?

RAQUEL Insisto. Diciendo eso, ¿no está usted desconociendo el quinto mandamiento que ordena no matar?

JESÚS No es lo mismo cortar un árbol que dejar de regar una semilla. Dios no nos manda convertir toda semilla en árbol.

RAQUEL Pues todavía en algunos países, las mujeres que abortan son penalizadas, van a la cárcel, acusadas de asesinas.

JESÚS Hipócritas. Son ellos los que matan cuando hacen guerras, cuando oprimen a los pobres… Si tanto defienden la vida, ¿por qué no castigan a los hombres cuando abortan?

RAQUEL ¿Se refiere a los médicos que hacen abortos?

JESÚS Me refiero a los hombres que no cuidan la vida. En mi tiempo, y en todos los tiempos, han sido muchísimas, como las arenas del mar, las mujeres que se han visto obligadas a criar a sus hijos y a  sus hijas, solas, sin apoyo de ningún hombre. ¿Dónde estaban los padres de esas criaturas? Engendraron hijos y no les dieron el nombre ni el pan.

RAQUEL La irresponsabilidad paterna…

JESÚS En verdad te digo, el hombre que embaraza a una mujer y la abandona, está cometiendo aborto. Los hombres que fuerzan a las mujeres, los que se desentienden de sus hijos… esos son los  que ofenden a Dios, esos son los que abortan. De eso no hablé en mi tiempo. De eso hablo ahora, ya que me das la oportunidad.

RAQUEL Aborto masculino. La otra cara de la moneda en este polémico tema. ¿Cuántas mujeres deciden interrumpir embarazos por culpa de los hombres? Aborto masculino: un concepto nuevo, un desafío ético. Para Emisoras Latinas, Raquel Pérez, Nazaret.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS

Un dilema entre vida y vida

Ante el dilema del aborto se pretende dividir a las personas entre los Pro-Vida y las Pro-Aborto. Los Pro-Vida afirman que todo aborto es un crimen. Y que abortar es matar. Y pretenden hacer creer que hay grupos de mujeres, las feministas, que pertenecen a “la cultura de la muerte” y por eso promueven la práctica masiva, y hasta festiva, del aborto. Al colocar el dilema entre vida y muerte contribuyen a culpabilizar y a atemorizar a las mujeres. Pero, cualquier mujer, ante un embarazo no deseado, riesgoso o de resultado incierto, está siempre ante un dilema, que es entre vida y vida. ¿Qué vida le espera a quien está por nacer si nace con una enfermedad congénita? ¿Y si los padres tienen ya muchos hijos y no tienen recursos para darle ni lo más básico? ¿Qué riesgo corre la vida de una mujer embarazada por razones de su enfermedad crónica, de sus problemas de salud? ¿En qué riesgo emocional encuentra a esa mujer ese embarazo no previsto, no deseado, y qué significa ese riesgo emocional para el resto de su vida? ¿Qué oportunidades de vida ―estudios, trabajo, relaciones― se le truncan a esa adolescente embarazada? ¿Qué origen violento y de abuso tiene la vida que inicia en el vientre de esa niña, de esa muchacha? ¿Qué significará el origen  violento de ese embarazo forzado para el futuro de esa nueva vida? ¿Debe morir para “no matar” una mujer que padece una grave enfermedad, que queda embarazada y que sanaría con una operación en la que se perdería  el feto? ¿Debe dejar huérfanos a sus otros hijos? ¿Es matar no dar vida a un feto que tiene una enfermedad incurable, con la que tendrá que sobrevivir  dolorosamente toda su vida? ¿Debe venir a la vida para sufrir y para hacer sufrir a quienes lo cuiden? ¿Es matar no dar vida a un feto que tiene una grave malformación cerebral en una familia pobre que no podrá atenderlo, en una familia donde ese niño será una carga insoportable para sus padres y hermanos? ¿Es matar no dar vida a un feto con una enfermedad incurable si su padre y su madre tienen miedo a lo que esa dolencia condicionará para siempre sus propias vidas? ¿Es matar no dar vida a quien fue fruto de violencia y de violación y es rechazado desde el vientre de su madre? ¿Es matar no dar vida a quien es fruto de la violación de una niña? Todas estas preguntas muestran que el dilema es entre vida y vida. Y que cada caso es diferente y requiere de una reflexión diferente. Y que en cada caso debe haber libertad para decidir responsablemente sobre la vida.

Dos regalos: vida y libertad para decidir sobre la vida

Ante el dilema de un aborto están en juego siempre la vida y la libertad, las  ideas que tenemos sobre la vida y sobre la libertad. Y así como solemos considerar que la vida es “un regalo de Dios”, ideas providencialistas de Dios nos impiden pensar que Dios también nos ha regalado la libertad para decidir  responsablemente sobre nuestras vidas y sobre la vida. Por tratarse siempre de un dilema entre vida y vida, por estar en juego la vida y la libertad, cada caso de embarazo no deseado y cada decisión sobre interrumpirlo o no, está siempre rodeado de preguntas vitales, de respuestas no fáciles. Lo más cristiano es respetar las respuestas que cada mujer, en conciencia y responsablemente, da a su propio caso. Ninguna mujer, aun cuando defienda la interrupción de su embarazo, debe ser etiquetada como pro-abortista o debe ser juzgada o condenada.

Sin juicios, con compasión

Así como la Biblia fue escrita en su totalidad por hombres, la doctrina de las iglesias cristianas también ha sido pensada y elaborada siempre por hombres. Éste es un dato que nos permite “sospechar” de los criterios teológicos que juzgan el aborto como un crimen y que culpan y condenan a las mujeres que  interrumpen embarazos no deseados o riesgosos para su vida o su salud.  Como en las iglesias cristianas siempre han mandado y decidido los hombres ―sacerdotes y pastores―, se han promovido siempre ideas masculinas y machistas en todo lo referido a la sexualidad, la maternidad y la natalidad. Esto ha oscurecido los puntos de vista de las mujeres, que son los que más se deben considerar y valorar cuando se trata de decidir la interrupción de un embarazo. Acompañar a la mujer a reflexionar y a decidir. Lo mejor es que esa reflexión y esa decisión sea acompañada por el hombre que engendró la nueva vida, pero con frecuencia esto no ocurre. Acompañarla a reflexionar y a decidir, eso es lo que haría Jesús. No la juzgaría y nunca la condenaría, sea cual sea la decisión que tome.

Si las paredes hablaran…

Son varias las películas que abordan el tema del aborto y que facilitan un debate sobre un tema tan polémico y vital. Destacamos tres. “Si las paredes  hablaran” (If these walls could talk), de las directoras Cher y Nancy Sacova (Estados Unidos 1996), que narra la historia de tres mujeres de diferentes ambientes sociales que se ven en la necesidad de abortar en 1952, 1974 y 1996 en Estados Unidos.

“El secreto de Vera Drake”, del director Mike Leigh (Francia-Gran Bretaña 2006). Esta historia se desarrolla en Londres en 1950. La naturalidad con que Vera practica abortos (“yo ayudo a las muchachas”, así lo define ella) durante  veinte años, cuando en Inglaterra estaba prohibido hacerlo, y la solidaridad y generosidad de la vida de esta mujer común, pobre y alegre, le da al film una singular dimensión cristiana.

“El crimen del padre Amaro”, del director Carlos Carrera (México, 2002), basada en la novela del portugués Eça de Queiroz, muestra una de las formas más ocultas del aborto masculino: el de sacerdotes que embarazan a muchachas y mujeres y las fuerzan a abortar para no asumir su responsabilidad ni perder su estatus y fama.

Argumentos que no se sostienen

Algunos argumentan que con legislaciones más flexibles sobre el aborto habría una “carnicería”. Tras este pensamiento se esconde la idea de que las mujeres  son seres irresponsables, y que si interrumpen su embarazo es porque son malas madres. La realidad diaria desmiente esta idea: son mayoría las mujeres que sacan adelante a sus hijos e hijas, con una enorme generosidad, esfuerzos y responsabilidad, mientras los padres de esas hijas y de esos hijos los “abortaron” en la práctica: no reconociéndolos, abandonándolos y despreocupándose totalmente de su suerte.

Algunos argumentan que si el aborto se despenalizara, habría una total promiscuidad sexual. Y que si se legalizara el aborto post-violación habría más violaciones sexuales. Tras estos pensamientos se esconde una visión de la sexualidad humana forjada en milenios de cultura patriarcal y machista. No sabemos, ni siquiera nos imaginamos, cómo viviríamos los seres humanos nuestra sexualidad en sociedades con equidad entre hombres y mujeres. Es la cultura machista, expresada en una sexualidad vivida como un ejercicio de poder y de dominio y no como un juego donde se comparte y se ama, la causa de muchos embarazos forzados y, en consecuencia, de muchos abortos. Es esa cultura machista la que debemos analizar y superar si queremos evitar el aborto.

El aborto de los hombres

“Mi marido no quiere más hijos y me amenazó con dejarme si no me lo saco”, “Este hijo no es de mi marido y el padre no se hace responsable, me suplicó que abortara”. “Mi jefe es el padre y dice que si no aborto, me despide”, “Aborté porque él me lo pagó todo y me dijo que me seguiría ayudando, pero que no quería ni hijos ni responsabilidades”, “Mi hijo era hijo de un sacerdote, él mismo me llevó a abortar”, “Mi novio me pidió la prueba de amor y cuando supo que estaba embarazada me dejó”… Son historias frecuentes, cercanas, dolorosas.

Siempre se habla de las mujeres que abortan, de las leyes que las condenan, del pecado que cometen. Es hora ya de hablar del aborto masculino. En  América Latina, uno de cada tres hogares tiene al frente a una mujer sola, la mayoría abandonada por hombres irresponsables. En América Latina faltan padres. Lo demuestra el número creciente de madres solteras. En la mayoría de países, una de cada tres madres es “soltera”. En América Latina, se practican cinco millones de abortos cada año. La inmensa mayoría son abortos masculinos, abortos provocados por la irresponsabilidad de los hombres, por su violencia, por su sexualidad basada en el abuso de poder. Las iglesias y los gobiernos que tanto persiguen el aborto de las mujeres, que las penalizan y condenan, harían bien en luchar por  prevenir y erradicar el aborto masculino, el principal causante de casi todos los abortos.