25- ¿POBRES DE ESPÍRITU?

RAQUEL Nuestra unidad móvil se encuentra hoy en el Monte de las Bienaventuranzas, a pocos kilómetros de Cafarnaum. Y con nosotros, Jesucristo, que nos concede una nueva entrevista para Emisoras Latinas, entrevistas que surcan el ciberespacio a través de nuestra página en Internet. ¿Cómo se siente usted aquí, donde pronunció uno de sus discursos más inolvidables?

JESÚS Muy emocionado, la verdad.

RAQUEL Según investigué, en este monte usted habló de la ley y los profetas, de ponernos en manos de la providencia, de la eficacia de la oración, de la regla de oro…

JESÚS No sé si hablé de tantas cosas… Pero sí recuerdo que dije el mensaje más importante del Reino de Dios.

RAQUEL Se referirá, sin duda, a las bienaventuranzas, porque este monte, precisamente, se llama así, el Monte de las Bienaventuranzas.

JESÚS Había llovido mucho la noche anterior, me acuerdo… Cayó granizo. Los campesinos perdieron la cosecha, lo habían perdido todo. Los terratenientes no querían abrir sus graneros, los usureros ya afilaban los colmillos.

RAQUEL Y en esa difícil coyuntura, usted reunió a la gente y les habló.

JESÚS Sí, éramos muchísimos, el pueblo estaba desesperado, los niños sin comer, las viudas pidiendo limosna…

RAQUEL Y fue entonces cuando usted les prometió el reino de los cielos.

JESÚS ¿Cómo que el reino de los cielos?

RAQUEL Es decir, usted les dijo que después de este valle de lágrimas entrarían en el reino de los cielos, ¿no fue así?

JESÚS No, yo no dije eso.

RAQUEL Usted dijo: Bienaventurados los pobres de espíritu porque…

JESÚS No, no, no. Yo dije los pobres. A secas. Los pobres-pobres.

RAQUEL Pero… pero en uno de los evangelios, creo que es en el de Mateo, usted se refiere a los pobres de espíritu…

JESÚS Pues me jugó una mala pasada mi amigo Mateo. Lo habrá hecho con buena intención. Pero se lo interpretaron torcidamente.

RAQUEL ¿Usted no se refería a las personas que tienen un corazón humilde?

JESÚS Yo me refería a los pobres. A los hambrientos. A las que lloran de frío. A los sin techo, sin tierra, sin trabajo. A los que no teníamos un pan que llevarnos a la boca.

RAQUEL ¿”No teníamos”?… ¿Usted también se incluía entre esos pobres?

JESÚS Sí, yo era uno de tantos. Yo también pasé hambre. Por eso me decían “médico, cúrate a ti mismo”. Porque yo era un pobre diablo sin un denario en la bolsa… ¡y hablaba de la liberación de los pobres!

RAQUEL La liberación en el reino de los cielos, en el más allá.

JESÚS No, Raquel. La liberación en la tierra, en el más acá.

RAQUEL ¿Puede explicarse mejor?

JESÚS Yo hablé del Reino de Dios y, por lo que veo, algunos entendieron Reino de los Cielos.

RAQUEL ¿Y cuál es la diferencia? No la agarro.

JESÚS Que los cielos están muy arriba y muy lejos. Que el Reino de los Cielos es una promesa para muy tarde, un consuelo para después de la muerte.

RAQUEL ¿Y no fue eso lo que usted tanto predicó?

JESÚS Todo lo contrario, Raquel. El Reino de Dios es para ahora. Para hoy. No es para la otra vida, sino para esta vida.

RAQUEL ¿Qué más dijo Jesucristo en este monte? ¿Qué significa el Reino de Dios? Una breve pausa comercial y continuamos en directo desde el Monte de las Bienaventuranzas. Raquel Pérez. Emisoras Latinas. ¡Adelante, estudios!

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS

Ni listado moral ni consuelo para el futuro

El Monte de las Bienaventuranzas es una colina situada a unos kilómetros de Cafarnaum. En su cima hay una iglesia de forma octogonal, en recuerdo de las ocho bienaventuranzas mencionadas en el evangelio de Mateo, al recoger uno de los mensajes más conocidos y famosos de Jesús de Nazaret, uno de los que mejor condensa lo esencial de su teología. A veces se interpretan las “bienaventuranzas” como una lista de normas de conducta: “se debe” ser pobre, “se debe” ser misericordioso… Esta interpretación moralista falsea el contenido de esta “buena noticia” destinada a los pobres, a los perdedores, a los sin poder. Las bienaventuranzas no son normas morales ni mucho menos una fórmula de consuelo para aquellos y aquellas a quienes les va mal en este mundo para decirles que, a cambio, les irá bien en el “más allá”.

Dios toma partido por los pobres

Felices los pobres es la bienaventuranza que las resume todas. Jesús llamó felices a los pobres porque les anunciaba que Dios está de su parte y que, con esa convicción de que Dios no es neutral ante sus miserias, se unirían a otros pobres y dejarían de ser pobres. Jesús no llamó “felices” a los pobres porque se portaran bien, o porque aguantaran sin chistar sus miserias, sino porque eran pobres. La buena noticia que les anunció es que Dios los prefiere a ellos, y no porque sean buenos, sino porque son pobres. Dios, como justo que es, quiere que haya justicia y que los pobres dejen de serlo.

Pobres y pobres “de espíritu”

Se ha especulado y discutido mucho sobre quiénes son los pobres a los que se refirió Jesús en las bienaventuranzas. El texto de Lucas (Lucas 6,20-26) habla de “pobres” y el de Mateo (Mateo 5,1-12) de “pobres de espíritu”. La tradición de Lucas es la más primitiva. Los pobres a los que se dirigió Jesús son los que realmente no tienen nada, los que tienen hambre. El “espíritu” que más tarde añadió Mateo recoge las fórmulas empleadas por los profetas del Antiguo Testamento, que hablaron del espíritu humilde de los “anawim” (pobres). La palabra hebrea “anawim” es sinónimo de desgraciados, indefensos, desesperanzados, hombres y mujeres que saben que están en manos de Dios porque son rechazados por los poderosos, gentes marginadas tanto por la religión del Templo como por el sistema político del Imperio. Lucas acentúa el aspecto de opresión exterior. Mateo, el aspecto de la necesidad interior de quienes padecen esa opresión exterior. Pero ninguno de los dos habla de “ricos que son pobres de espíritu”.

Mateo y Lucas escribieron para públicos distintos. Las comunidades para las que escribió Lucas estaban compuestas mayoritariamente por hombres y mujeres oprimidos dentro de la poderosa estructura del imperio romano: esclavos, habitantes de ciudades en las que existían enormes diferencias sociales, gente explotada por duras condiciones de vida. Mateo escribió para comunidades judías que tenían aún la tentación del fariseísmo: considerar buenos sólo a los decentes, a los que cumplen las leyes. Los “pobres de espíritu” de Mateo son el equivalente de los inmorales, los pecadores, los de mala fama. A pesar de esta diferencia de matiz, ambos evangelistas quisieron dejar bien claro el sentido profético de las palabras de Jesús: Dios regala su Reino a los pobres del mundo. A los pobres-pobres. El mensaje de Jesús en las bienaventuranzas resultó revolucionario en la historia de las religiones. Además de expresar que la norma moral no contaba para nada como criterio de la benevolencia de Dios, anunció de qué lado estaba Dios en el conflicto histórico: del lado de los de abajo.

Uno de tantos pobres

Jesús fue pobre, tan pobre como sus vecinos a los que anunció las bienaventuranzas. Jesús no fue un maestro religioso que se “hizo pobre”, que se disfrazó de pobre, para que los pobres lo entendieran mejor, como un signo de la condescendencia divina con los miserables. Esta idea falsea la esencia misma del mensaje cristiano, que afirma que fue un campesino pobre de Nazaret quien nos habló de Dios con la voz más lúcida y más alta, que establece que sin hacer justicia a los pobres no se conoce a Dios, que nos enseña que no es “fuera de la Iglesia” ni “fuera del mundo”, sino “fuera de los pobres” donde “no hay salvación”, como bien escribió Ion Sobrino.