32- ¿PARA QUÉ SIRVE LA ORACIÓN?

RAQUEL Después de saborear los riquísimos pescados del lago de Galilea, estamos nuevamente con Jesucristo, quien no pasaba por estos lugares desde hacía dos mil años. Con él tenemos varios temas pendientes. ¿Listo, Jesucristo?

JESÚS Listo. Después de comer, todo se piensa mejor.

RAQUEL ¿Podemos volver a los milagros y a las oraciones para pedir milagros?

JESÚS Por supuesto, Raquel.

RAQUEL Díganos, Jesucristo. Si Dios no hace milagros, como usted nos explicaba, ¿para qué sirve rezar y andar pidiendo salud o pidiendo un trabajo o salir bien de un examen? ¿Sirve de algo rezar?

JESÚS Sirve de nada y de mucho. Recuerdo un día aquí en Cafarnaum. La suegra de Pedro se puso muy mal. No había cómo aliviarla, estaban rezando por ella… Yo fui, le di la mano, conversé, le conté chistes, la hice reír…Y ella mejoró. Tanto, que se levantó y hasta nos preparó la cena. Por cierto, unos pescados como los que nos acabamos de comer.

RAQUEL ¿Pero… se curó?

JESÚS Se alivió por unos días. Ya era muy mayor. Murió pronto. Era su tiempo.

RAQUEL Pero si su familia rezaba y usted no hizo el milagro de curarla, ¿para qué nos cuenta esta historia?

JESÚS Para que entiendas que la oración no es para pedir milagros, sino para pedir fuerzas. Dios no cambia las leyes de la naturaleza para hacer milagros. No las va a cambiar por ti, por tus oraciones. Dios es justo, tendría que cambiarlas por todos sus hijos y sus hijas, aunque no recen.

RAQUEL Y si no consigo el milagro, ¿para qué pido fuerzas?

JESÚS Para que levantes la cabeza y dejes de lamentarte. Para ensanchar tu corazón. Para entender que la vida sigue. Todo eso te dará ánimo, tal vez hasta te curará.

RAQUEL ¿Y si no me curo?

JESÚS Si no te curas, no te sentirás sola. Sabrás que Dios está contigo, que te da su mano en la mala hora. Aquella tarde, con la suegra de Pedro, yo fui la mano de Dios para ella. Le di fuerzas para levantarse. Y después, cuando murió, también le di la mano hasta el final. Para eso sirve la oración: para sentirte acompañada, ocurra lo que ocurra.

RAQUEL Mucha gente busca esa energía en amuletos, piedras, estampas, velas, reliquias, escapularios… ¿Qué piensa usted de todo eso?

JESÚS Si eso les ayuda… He visto niñas y niños que sólo logran dormir abrazados a un muñeco.

RAQUEL Entonces, ¿no le pedimos nada a Dios?… Usted le pedía el pan de cada día.

JESÚS Le pedía y salía a buscarlo. Porque no basta rezar. Mi madre me enseñó aquello de “Ayúdate que Dios te ayudará”. Y mi padre siempre nos repetía: “A Dios rogando y con el martillo dando”.

RAQUEL Una última pregunta. Dicen que usted hacía oración en los montes. ¿Alguna invocación mistérica?

JESÚS No, ningún misterio. Si ya te dije, hablaba con Dios. ¿No hablas con tu padre, con tu madre de lo que te pasa? ¿No hablas con los amigos? Si estás triste y lo hablas, tu tristeza se divide a la mitad. Si estás alegre y lo hablas, tu alegría se multiplica. También para eso sirve la oración.

RAQUEL Y ustedes, amigos y amigas, ¿qué piensan de todo esto? ¿Con qué amuleto van por la vida? ¿O con qué oración? Recuerden que los teléfonos y la web de Emisoras Latinas están a su disposición. Y Jesucristo también… pero no para hacerles ningún milagro. Desde Cafarnaum, Raquel Pérez. Emisoras Latinas.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS

Cómo rezó Jesús

En varias ocasiones los evangelios se refieren a la costumbre de Jesús de rezar al descampado y en el silencio de la noche (Lucas 5,16). Que hablara así con Dios, al margen de los ritos conocidos, debió llamar la atención de sus contemporáneos. También debió llamarla que rezara por otros (Lucas 22,31- 32; Juan 14,15-16). En Israel no era frecuente la costumbre de que unos pidieran por otros. Interceder por los demás era propio del profeta, del hombre que sentía responsabilidad y preocupación por su pueblo. Además, en las oraciones de las gentes sencillas de Israel, Dios era visto como un rey lejano. Rezar era una forma de rendirle homenaje. Por eso, existía la tendencia a orar con fórmulas fijas, solemnes, establecidas por antiguas tradiciones. Por eso, la oración que Jesús enseñó a los de su grupo, el Padrenuestro, tuvo que llamar muchísimo la atención: en ella Jesús llama a Dios “Abbá” (papá, papaíto). Al hablarle así, Jesús sacó la oración del ambiente litúrgico y sagrado en donde la había colocado la tradición de Israel y la colocó en el centro de lo cotidiano. Dirigirse a Dios con tanta espontaneidad y confianza debió resultar muy novedoso. Con el Padrenuestro, más que una fórmula fija para ser repetida en la oración, Jesús propuso una nueva relación de confianza con Dios.

Una actitud interior

Las oraciones no causan efecto porque Dios, Jesús, María o santos o ángeles en el cielo las escuchen y reaccionen benévolamente decidiéndose a ayudar con su poder a quien reza. Es ésta una visión arcaica que aparece en todas las religiones del mundo, pero no es una visión cristiana, no es lo que Jesús enseñó. Las oraciones pueden causar efecto ―consuelo, ánimo, paz, incluso sanar de alguna dolencia― pero no porque “convenzan” a Dios de que debe actuar, sino por la misma actitud interior en la que se coloca la persona que ora: reconociendo su vulnerabilidad, aceptando con humildad sus limitaciones, su fragilidad, sus miedos, confesando sus errores, disponiéndose a perdonar, a cambiar de vida, decidiéndose a vivir…

Medallas, escapularios…

Es una tradición muy arraigada llevar cruces, medallas o escapularios al cuello como expresión de religiosidad. El escapulario más popular es el de la Virgen del Carmen, quien según la tradición lo entregó María en 1251 a Simón Stock en Londres prometiéndole que quien muriera con ese pedazo de tela encima no iría a parar al infierno. En una de las innumerables páginas de Internet sobre estas devociones se evidencia su carácter supersticioso. Se afirma que llevando al cuello medallas o escapularios, incluso una cruz, se logra “protección” en dos formas: se previene uno de “ir a sitios malos” y se asegura uno el resguardo divino, ya que estos objetos son señales visibles que le indican a la divinidad que “somos sus fans”. El carácter también arrogante de esta devoción “cristiana” se refleja cuando se explica que si lo que se lleva encima por “protección” son collares de la santería o signos del zodíaco o cualquier otro tipo de amuletos, a quien se honra es a Satánas y se comete un pecado.

A Dios rogando…

La sabiduría popular ha recurrido tradicionalmente a dichos y refranes que expresan la necesidad de “poner de nuestra parte” y no rezar esperándolo todo de Dios. A Dios rogando y con el mazo dando es el refrán más popular en este sentido. También se dice: Reza, pero sigue remando. Y cantan Los Guaraguao: No basta rezar / hacen falta muchas cosas para conseguir la paz. Y decía Ignacio de Loyola: Trabaja como si todo dependiera de ti y confía como si todo dependiera de Dios. Y decía el teólogo Dietrich Bonhoeffer, convocando a una responsabilidad personal permanente que ser cristiano es vivir como si Dios no existiera.