PROHIBIDO LEER

Radioclip en texto sin audio grabado.

En vez de hablar, nos ponemos a leer. Y aburrimos al público.

Eduardo Galeano llegó a Managua con motivo de un encuentro de intelectuales latinoamericanos. Invitado a la televisión, el entrevistador, muy infatuado, le preguntó sobre el tema que venía a desarrollar:

—¿Y qué ponencia va a leer, señor Galeano?

—Disculpe —respondió, seco, el escritor uruguayo—. Yo no “cometo” ponencias.

Ponencias. Conferencias. Exposiciones. Discursos. Y quienes tienen que hablar, en vez de hablar, se ponen a leer. Y mientras más larga es la lectura, más profundo es el aburrimiento del público.

Leer una ponencia es un pecado y no hay que cometerlo. Tal vez si estuvieras en la Asamblea General de Naciones Unidas o ante la Corte Suprema de Justicia, donde te van a filtrar cada palabra, sería mejor que llevaras escrito lo que vas a decir.

Pero cuando te invitan a hablar… ¡habla! Si tienes un texto escrito, mándalo a fotocopiar y lo repartes después entre los asistentes.

¿Qué pensarías si llego de visita a tu casa, saludo, entro, me siento, saco un libro y me pongo a declamarlo delante de ti y de tu familia? Sospecharías que se escapó un loco del manicomio, ¿no es cierto? Pues de esos locos hay muchos y muchas en nuestras tribunas y salas de conferencias.

Cuando tengas delante a la gente, guarda libros y papeles y arriésgate a hablar. Mira a las personas de la primera fila y a las del fondo. Fíjate en sus caras esperando tus palabras. Llénate de entusiasmo y conversa, comunícate sin necesidad de leer.

Esta sagrada norma de la oratoria de todos los tiempos vale también para la radio.

La audiencia de una emisora no nos ve. Pero siente cuando estamos leyendo ante el micrófono en vez de hablar a través del micrófono.

Por radio tampoco se debe leer. En los informativos, si te descubren el tono de lectura no es grave, porque los oyentes saben que las noticias no son inventadas por los locutores. Pero en los programas de animación, en los deportivos, en los musicales, en las charlas, en las radiorevistas, hasta en los editoriales, está prohibido leer.

Por supuesto, hay que planificar el programa, hacer un guión, incluso llevar a cabina algunos apuntes para no olvidar datos, cifras o una anécdota. Porque no se trata de improvisar, sino de preparar bien lo que vas a decir. Y luego, decirlo con espontaneidad.

¿Quieres llegar a ser una gran comunicadora, un brillante comunicador, sea ante un auditorio presencial o por radio?

Habla y no leas. Atrévete a correr la apasionante aventura de la palabra viva.