UNA RADIO DE PUERTAS ABIERTAS

Radioclip en texto sin audio grabado.

El fanatismo de la “insonorización” en las cabinas de radio.

Hubo un tiempo en que las cabinas de transmisión (las “master”) parecían hospitales, salas de quirófano. Luces frías, dobles puertas, y un letrero rojo a la entrada prohibiendo el paso y ordenando silencio. Todo sonido fuera de libreto (hasta un chasquido de saliva) estaba sancionado. Si había que entregar un aviso al locutor de turno, el mensajero entraba sigilosamente, cerraba con extremo cuidado la puerta, se acercaba en puntillas y se retiraba de espaldas.

Ese fanatismo por la “insonorización” está pasado de moda. Basta fijarse en los actuales sets de televisión. ¿Cómo transmiten sus informativos las más importantes cadenas? Desde la misma sala de prensa, con gente caminando, cables y cámaras por todas partes, presentadores arreglando sus papeles, sin ocultar el natural desorden de un equipo de trabajo. Ese ambiente fresco favorece, incluso, la credibilidad de la información.

En la radio ocurre otro tanto. Ya no caben esos señores engominados, encorbatados, figuras de cartón. Ni esas locutoras atildadas, circunspectas, de cristal tallado. La radio moderna no teme al ruido de la vida.

Por supuesto, una cosa es la naturalidad y otra la bulla. Ruidos molestos, interferencias, conductores que hablan al mismo tiempo, portazos… No se trata de aplaudir el caos. Hay que planificar la espontaneidad.

Cada programa, según su perfil, presentará un estilo más o menos informal. No es lo mismo un noticiero que una radiorevista. En ésta, los conductores pueden conversar con el operador y pedirle tal o cual música. Si llega un aviso a cabina, la locutora lo agradecerá en voz alta. Si está hojeando el periódico, que se oigan las páginas. Si está llamando por teléfono, que se oigan los tonos. Si está tomando café, que suene la cucharita.

Y lo más importante: que la audiencia pueda entrar a cabina y hablar en directo. ¿Por qué no? ¿O es un santuario reservado para los “profesionales” del micrófono? ¿Quién dijo semejante tontería?

Felices las emisoras que están cerca de calles concurridas, cuyas puertas son de fácil acceso para el pueblo. Más felices las que tienen un auditorio, un espacio para hacer programas en vivo con la gente que viene y cuyas cabinas son tan abiertas como la antigua ágora de Atenas.

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