CADA QUIEN A SU AIRE

Radioclip en texto sin audio grabado.

¿Qué se esconde tras ese afán de uniformar tonos y acentos? ¿No serán 500 años de racismo de ellos y de complejo de nosotros?

Muchos manuales de locución ponderan el acento neutro. Según éstos, lo más profesional sería una forma de hablar “de ninguna parte”, un idioma sin impurezas ni cadencias que no deje ver la procedencia de quien habla.

Y así, hay profesores que entrenan al boliviano para que no arrastre las erres y a la ecuatoriana para que no silbe las eses. Corrigen al mexicano por esas inflexiones tan profundas, como de guitarrón. Le hacen repetir villa y caballo a la argentina para que las elles no chirríen tanto. Y los venezolanos, vale, que no repitan tanto el vale. Nos dijeron que el locutor, como la leche, debe salir pasteurizado y homogenizado.

¿Qué hay atrás de ese afán de uniformar los tonos y los acentos? ¿No serán 500 años de racismo de ellos y de complejo de nosotros? Aunque los criollos eran mestizos y mulatas, no querían parecerlo. Que no se discubra al indio por las vocales cambiadas ni al esclavo negro en el acento de mandinga. Que en la escuelita de la sierra y de la selva se enseñe el correcto castellano de la Real Academia. Que parezcamos blancos. Que hablemos como blancos.

Para “españolizarse” más, algunos locutores emplean el vosotros y hacen gala de las zetas. Pero aquí no estamos en Toledo ni en Salamanca. Más aún, ¿existe un acento español único? Porque los andaluces no hablan como los gallegos ni como los catalanes. No existe el pretendido castellano universal ni siquiera en la tierra de Lope de Vega, mucho menos en nuestra variopinta América Latina.

Así pues, dejemos el acento neutro (tan imposible de lograr como aburrido si lo logramos) para los lingüistas melindrosos. Y que las chilenas sigan hablando con sus agudos y los mam de Guatemala con sus guturales y los aymaras de los Andes con su irrepetible “k ” y las brasileras con sus múltiples sotaques. Que cada país y cada etnia tenga su tonalidad propia y su cantadito sabroso. Cada quien a su aire, como decía el filósofo.

Defendiendo los acentos regionales y nacionales no queremos echar por la ventana el esfuerzo por pronunciar bien las palabras y las letras. Una cosa es el acento y otra la mala dicción. Si el dominicano cambia la r por la l y la l por la r, esa falla debe corregirse. Si usted come más eses que espaguetis, ponga un poco de cuidado a la hora de locutar. Pero una cosa es atender la pronunciación y otra obsesionarse por ella. A los oyentes no les preocupa tanto que el locutor se salte una ese porque ellos se saltan cien. En fin, sobre la buena dicción ya hicimos un radioclip.

NOTA
En varios países de Centroamérica y el Cono Sur se emplea el vos, incluso como tratamiento más familiar que el tú, así como la conjugación tenés, querés. No hay problema en eso, forma parte del habla común. La pedantería de parecer españoles comienza cuando complazemos vuestros oídos con ezta zenzazional mezcla de dizcos (¡cuando no se sabe, se mete la zeta donde no va!).

Imagen de Iván Quintero en Pixabay