EL CALEUCHE

Una leyenda de terror del archipiélago chileno de Chiloé…Pertenece a la serie Todas las Voces.

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LOCUTOR Embarquémonos por un viaje imaginario por el continente. Vamos a las praderas y montañas del norte, al Caribe, los Andes, la Amazonía y la Patagonia para escuchar los mitos, leyendas y cuentos populares que, de alguna manera, nos identifican a todos los latinoamericanos. Aquí están, Todas las Voces.

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LOCUTORA A lo largo y ancho del continente, nuestros pueblos han generado historias que muchas de las veces trascienden la realidad y bordean la ficción. En todo caso, la ficción tiene su gran utilidad, pues con ellas se alcanza todo lo que está en el campo del misterio. Por ejemplo, al sur de Chile, en la fría región del archipiélago del Chiloé, existen muchas historias vinculadas a los enigmas que encierra el mar, como ésta a la que llamamos el Caleuche. ¿Vamos a escucharlo?

EFECTO MAR

PROFESOR Hacía dos meses ya que no podía salir de la isla. Yo estaba recién empezando a trabajar como profesor y vivía solo en la misma escuela donde hacía clases, en una de las tantas islas que hay en el archipiélago. Tenía que cobrar mi paga en la isla grande al final de cada mes, pero para mi desagracia, en las últimas dos ocasiones había tocado mal tiempo y ninguna de las lanchas pudo zarpar. De ahí, la única manera de salir es aprovechando los viajes que hacen a Achao o Castro a comprar alimentos a alguna de las pocas familias que viven en la isla. Pero entre un viaje y otro pueden pasar muchos días y yo necesitaba salir de todos modos ese mismo fin de semana. Por eso, cuando por pura casualidad pasó una lancha a conseguir agua, les pedí que me llevaran… ¡Ah, si en ese momento hubiera sabido lo que me iba a pasar, me habría aguantado el año entero en la escuela!

EFECTO MAR

PROFESOR ¿A dónde van?

PEDRO ¡A Achao!

PROFESOR ¿Me pueden llevar?

PEDRO Si no le asusta el mar… ¡súbase nomás y apuradito, que nos vamos yendo!

PROFESOR Fui corriendo a la casa a buscar un bolso con algo de ropa y me embarqué en el bote para llegar a la lancha. De donde hablo, Chiloé, es un archipiélago que está en el sur de Chile. Tiene más de cien islas, una muy grande, donde están las ciudades y pueblos más importantes, y las otras más pequeñas. La mayoría están deshabitadas y en muchas, como en la que yo trabajaba, hay sólo unas cuantas familias que viven de la agricultura y de la pesca.

EFECTO MAR Y VIENTOS

PEDRO ¡Yo sabía que se iba a poner feo esto!… ¿No le dije yo, maestro? Lo único que falta ahora es que nos salga el Caleuche, ¿no es cierto, don Teo?

TEODOSIO Habla menos y pásame un poco de carbón para echarle al brasero que se está apagando. ¿Quiere otro mate, maestro?

PROFESOR Bueno, gracias… ¿Qué me hará, pues?

PEDRO A lo mejor, lo querría con malicia, digo yo.

MAESTRO ¿A qué hora cree usted que estaremos llegando a Achao, don Teodosio?

TEODOSIO Con esta lluvia y si Dios lo permite, como a la medianoche creo yo.

PEDRO Si es que los brujos lo permiten, querrá decir…

PEDRO No se rían… que nos pueden estar escuchando.

MAESTRO ¿Usted se ha topado con el Caleuche, don Teodosio?

TEODOSIO Por acá mismo se nos apareció una vez. Hay que andarse con cuidado con esos brujos. Oye, Pedro, sube a la cabina donde el capitán, a ver si quiere algo para espantar el frío.

PEDRO Para escuchar historias, mejor me voy.

MAESTRO Mientras Pedro subía a la cubierta y don Teo arreglaba el brasero, a mí se me vino a la cabeza la imagen del Caleuche con sus velas negras, de noche, avanzando entre las olas… Algo había escuchado ya de este buque de arte, como también le llaman. Contaban que hacía desaparecer las lanchas en la noche y que, a veces, fondea en la playa para armar sus fiestas, para pedir agua o para llevarse a algún cristiano como tripulante.

TEODOSIO Como le decía, maestro, por aquí mismo se nos apareció el Caleuche. Veníamos de la Isla de Chuit. La noche estaba tan cerrada que apenas se veían las islas. De repente, como a unos 50 metros frente a la lancha, apareció un montón de luces de colores, como treinta luces flotando a un metro sobre el agua. Al principio, creímos que era un barco que venía en contra, pero no se oía ningún ruido de máquina ni tampoco se notaba ninguna forma de embarcación. Nos quedamos tiesos viendo cómo el grupo de luces pasó por el lado de nosotros y siguió su camino. ¡El Caleuche!, dijeron todos ¿Qué más iba a ser, pues?

PEDRO ¡Hasta aquí nomás llegamos!

TEODOSIO ¡Ah!… El capitán dice que vamos a pasar la noche en la isla de acá enfrente. No se puede seguir así.

PEDRO ¿Estarán los Wellcure en su casa?

TEODOSIO ¿Quién sabe, pues? Igual no se van a enojar si entramos. Ay, ay, ay, la noche no está para quedarse afuera.

PROFESOR Y así nomás fue. En la casa de los Wellcure no había nadie. Nos instalamos, cocinamos algo y, al poco rato, ya estábamos todos acostados. Si el tiempo mejoraba, partiríamos de amanecida. A mí me tocó dormir en la única pieza del segundo piso. Todos los demás se quedaron abajo. Harto rato estuve mirando hacia fuera, cansado pero sin poder dormirme. Repentinamente, dejó de llover, así, de un momento a otro, como si se hubiera secado el cielo. Cuando yo todavía me rascaba la cabeza, buscándole una explicación al brusco cambio en el clima, empecé a oír un sonido inconfundible.

EFECTO BOCINA DE BARCO

PROFESOR ¿Un barco a esta hora?… No puede ser… Pero, ¿cómo no lo vimos antes y por aquí, si esta no es la ruta para los que van al sur? Me levanté y fui hasta la ventana para tener una visión más amplia, pero no se veía nada. Entonces, empecé a sentir el ruido de maniobras de desembarco, la cadena del ancla entrando al mar y un barullo de órdenes de mando en una lengua extraña. Iba a bajar donde mis compañeros, pero al acercarme a la puerta escuché las mismas voces raras desde el primer piso. No me atreví a gritar ni a hacer nada. Lo único que hice fue meterme a la cama corriendo, me tapé completamente y esperé cualquier cosa.

EFECTO BOCINA DE BARCO

PROFESOR Después de un rato, el pito del barco dejó de sonar. Yo seguía tapado en la cama sin moverme. En ese momento el mar y el viento revivieron con toda su fuerza, como si hubieran despertado de un sueño. Yo me resigné a esperar que llegara el amanecer.

EFECTO GAVIOTAS, VIENTOS Y MAR

TEODOSIO ¡Pedro, Pedro!… ¡Oiga, maestro!… ¿Está despierto, está allá arriba el Pedro?

PROFESOR Don Teodosio, suba don Teo… ¡suba, por favor!

TEODOSIO ¿Está con usted Pedro, maestro?

PROFESOR ¡No, no!… ¡Aquí no hay nadie, estoy solo!

TEODOSIO ¡Carijo!… ¿Dónde se metió, entonces?

PROFESOR Don Teo, ¿qué pasó?

TEODOSIO Cuando nos despertamos, el Pedro no estaba con nosotros en la pieza. Salimos a buscarlo por la playa y tampoco lo encontramos. Subimos a la lancha incluso y tampoco estaba ¿Maestro, usted oyó algo?

EFECTO GAVIOTAS Y MAR

LOCUTORA ¿Sería la imaginación? ¿Sería la angustia por llegar? ¿Sería el temporal? Quién sabe. Lo cierto es que desde tiempos muy lejanos entre los chilenos del sur se habla del Caleuche, este barco fantasma que aparece y desaparece sin explicación y que incluso, a veces, se lleva consigo a alguien.

EFECTO MAR

LOCUTORA Ya tendremos oportunidad de contarles más misterios de nuestra América.

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BIBLIOGRAFÍA
Todas las Voces, una coproducción de ARCA y CIESPAL. Libreto de Andrés Patueli de Chile, dirección de Francisco Ordóñez.

Las imágenes:

Image by Bruce Bouley from Pixabay