EL MEJOR RINCÓN DE SONIDOS

Radioclip en texto sin audio grabado.

Las tres voces del lenguaje radiofónico caben en este maravilloso rincón de sonidos: nuestra boca.

En las cabinas de grabación de las emisoras, siempre había un “rincón de sonidos”. Ahí podíamos encontrar los cachivaches más aparentemente inútiles.

¿Dos cascarones de coco? Servían para hacer galopar caballos en la imaginación del oyente. ¿Un serrucho largo y oxidado? Para las tormentas. ¿Tablas viejas? Pasos en una habitación. ¿Una caja con arena? Pasos en la playa. El papel celuloide para sugerir incendios y las botellas vacías para soplar vientos… Después llegaron los discos de efectos sonoros que tanto ayudaron a los operadores técnicos.

Pero antes de los discos y de los rincones de sonido, estaban la boca, la lengua y las cuerdas vocales. Nuestro aparato fonador, si así queremos llamarle. Con éste, no solamente emitimos palabras. Cantamos, podemos reproducir innumerables sonidos de la naturaleza. En realidad, las tres voces del lenguaje radiofónico (palabra, música y efectos) caben en este maravilloso rincón de sonidos que es nuestra boca.

Lo que pasa es que nuestra boca se ha ido subdesarrollando. Hemos atrofiado sus posibilidades expresivas. Pregúntale a un chofer por su camión. Te responderá sumando la palabra a la onomatopeya del motor. Habla con una niña sobre sus profesores. Se pondrá a imitar la voz de cada uno.

¿Y nosotros, radialistas? ¿Y nosotras, animadoras de programas? Nos solemos olvidar de la magia de los sonidos, teniendo la capacidad de ir más allá de las simples palabras. En nuestra locución podemos doblar voces, “actuar” supuestos diálogos, añadir efectos sonoros que grafican una situación, silbar, tararear, reír, abuchear, suspirar, susurrar…

Haga un experimento. Lea el siguiente párrafo. Después, incorpore las indicaciones que se señalan en LETRAS MAYÚSCULAS.

Entra el Ministro…. PSSSST… Todos se callan… EJEM, EJEM… Desde la tribuna empieza a hablar… ENGOLANDO VOZ… “La crítica situación económica que atravesamos…” BOSTEZO… Ese cuento ya lo hemos oído, señor Ministro.

En fin, se trata de sacarle mucho más provecho a la lengua, nuestra más dócil colaboradora en el arte de comunicarnos con expresividad.

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