EL PRIMER HOMBRE…NO FUE HOMBRE

El primer ser humano era una mujer y se le llamó Kaametza, que significa la muy hermosa, en idioma campa.

EFECTO AMBIENTE SELVA

NARRADOR El primer hombre, no fue hombre…el primer hombre… fue mujer.

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NARRADOR Hace miles de lunas, cuando la misma luna era un pedazo de tronco difunto, en ese entonces, todo era ceniza. Dios no había nacido todavía, siquiera. Y la luz y las estrellas y el aire. El aire mismo, al igual que los bosques y los ríos, todo, todo lo que ahora conocemos a su manera, según su condición. Todo era nada. Y la nada, también era ceniza. Mar, no había. Los océanos eran sitios vacíos, de ceniza.

EFECTO RELÁMPAGO

NARRADOR Así se encontraba el mundo, cuando en eso, cayó un relámpago sobre un árbol de pomarosa. En ese instante, de aquél árbol, de aquélla pomarosa quemada y partida por el relámpago, ahí mismo brotó un lindo animal. El árbol de la pomarosa se abrió en dos y de su adentro surgió el primer ser viviente: un animal que no tenía plumas, que no tenía escamas, que no tenía recuerdos.

EFECTO RUIDOS ANIMALES

NARRADOR No era pájaro, no era pez, no era animal, animal. No se sabía lo que era, pero con seguridad era la mejor obra de Pachacamayte. Era un ser humano y se le llamó Kaametza, que significa la muy hermosa, en idioma campa. Y así fue como comenzamos, con Kaametza, una hembra.

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NARRADOR Ni bien brotó de la pomarosa, ella empezó a buscar. Y una tarde, en un arroyo que también era de ceniza, Kaametza fue a beber y se agachó hacia las aguas quietas. Y de lo alto del bosque surgió una pantera de espanto, un otorongo negro. Kaametza se quedó quieta, sin asustarse, pues no conocía aún el miedo. Pero gracias a ese conocer desconocido, sin conciencia, Kaametza comprendió lo que debía hacer y eludió al otorongo. Y el otorongo saltó sobre ella con las uñas afuera y Kaametza logró esquivarlo. Muchas veces intentó el otorongo, y Kaametza, poco a poco, fue descubriendo el miedo. Y sin pensarlo, se extrajo un hueso de su cintura, se extrajo una costilla y no le dolió ni salió sangre ni le quedó señal alguna en la piel. Ninguna herida abierta. Y empuñando el hueso, así, como un puñal bien afilado, le zajó la garganta al otorongo. Kaametza cayó de rodillas luego de matar al otorongo. Agradecida se postró en la arena de ceniza al borde de un río de tres orillas, y contempló el cuchillo que la había salvado, y lo tomó entre sus manos y lo llevó hacia su boca lentamente, diciéndole quién sabe qué cosas, casi besándolo. Y el cuchillo ya no guardaba sangre, ni de Kaametza ni del otorongo. Y Kaametza dio las gracias con su aliento y el cariño de su boca.

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NARRADOR El hueso se encendió así como un relámpago que no suena, y Kaametza lo soltó como si le quemara las manos. Y el hueso empezó a dar vueltas y fue creciendo, ocupando una forma que ya estaba en el aire y que lo esperaba desde siempre. Y se fue pareciendo más y más a Kaametza, como si el cuerpo de Kaametza fuera ese molde que lo estaba esperando. Y luego, retrocediendo y avanzando y brillando, asfixiándose y buscando diferencias en el aire, en lo oscuro, igualito y distinto que Kaametza. Y apareció el varón. Y se le pidió que junto a la mujer se procure descendencia. Y le fue obsequiado un nombre, y ese nombre fue pronunciado muy fuerte en el aire: Narowé.

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NARRADOR El primer varón, al oír el nombre que el dios Pachacamayte le había otorgado, continuó durmiendo. Pero el aire penetró en su sangre, preñándole de luces de generosidad su corazón, y esparciendo fuerza y valentía en sus músculos y dotándolo de alma y de palabra para que pudiera abrir los ojos de este mundo, inclusive de aquéllos que no se ven con los ojos de este cuerpo material y que supiera agradecer a los dioses y a los hombres y que supiera guerrear y trabajar y hacer hijos y embellecer la tierra. Narowé lo llamó, que en idioma campa quiere decir “ yo soy” o “soy el que soy”.

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COLABORACIÓN
Rafo Díaz, artista peruano amazónico, escritor, pintor, contador de cuentos, nos ofrece a todas y todos los Radialistas historias mágicas, llenas de colores selváticos. El primer hombre… no fue hombre, es una adaptación literaria que César Calvo hace de un relato de origen del pueblo indígena amazónico Asháninka, que encontramos en su CD Madreselva, donde puedes escuchar otros cinco como éste.

 

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