LA VOZ RADIOFÓNICA (1)
En la radio, como en la vida, hay sitio para todos los registros y todas las formas de hablar.
En los inicios de la radiodifusión, se cotizaban las voces elegantes, redondas, completas. Voces profundas para los hombres, cristalinas para las mujeres. El que no sacaba un trueno de la garganta, no servía para locutor. La que no tenía lengua de terciopelo, no servía para locutora. Y como la mayoría de los mortales tenemos una voz común, mediana, quedamos descalificados. Sólo unos pocos afortunados de las cuerdas vocales lograban hablar por el micrófono.
El problema es que cuando oímos por la radio esas voces tan divinas, las admiramos, hasta nos sentimos acomplejados ante ellas. Y esa fascinación no hace más que reforzar el viejo prejuicio de que la palabra pública es un privilegio de los grandes, de las bellas, de los personajes importantes.
Es hora de pinchar estas pompas de jabón. Recordemos a nuestros mejores amigos. ¿Son acaso los que disponen de un timbre de voz más brillante? Hagamos repaso de los líderes de opinión, los que arrastran gente. ¿Son tal vez los que muestran un mayor vozarrón? Cuando conversamos con alguien, no nos estamos fijando tanto en su voz, sino en lo que dice y en la gracia con que lo dice.
No existen “voces radiofónicas”. En la radio, como en la vida, hay sitio para todos los registros y todas las formas de hablar. En una radio democrática todas las voces son bienvenidas. El asunto es ver cuál se acomoda mejor a uno u otro programa. Una voz aniñada, que puede ser muy útil para actuar en una novela, no pega para leer el editorial. Una voz muy gruesa no sonará bien conduciendo el espacio juvenil. Y esta cuña sensual no la grabaremos con aquella voz destemplada. Cada pájaro en su rama y cada voz en su formato.
Entonces, ¿cualquiera puede ser locutor? Casi cualquiera. Lógicamente, las voces muy nasales, o muy guturales, o demasiado chillonas, o tartamudas, no nos servirán para animar un programa. Pero ésas son las menos.
Si atendemos al funcionamiento de las cuerdas vocales, nueve de cada diez personas sirven para locutores. Y ocho de cada nueve —los que tenemos una voz común— estamos en mejores condiciones que aquellos pocos superdotados para establecer una relación de igual a igual con la gran mayoría de la audiencia, que habla tan comúnmente como nosotros.
Revisa el resto de la serie:
LA VOZ RADIOFÓNICA 1 * LA VOZ RADIOFÓNICA 2 * LA VOZ RADIOFÓNICA 3