¿MALAS PALABRAS POR RADIO? (1)

Radioclip en texto sin audio grabado.

Las “malas palabras” no constituyen un problema moral. Lo que hay en el fondo son las clases sociales.

Érase un tiempo cuando no existían las “malas palabras”. Todas eran buenas, porque todo el mundo empleaba el mismo vocabulario para nombrar las mismas cosas.

Cuando comienza a dividirse la sociedad, comienza a dividirse también la lengua. El grupo dominante toma prestadas palabras de otros idiomas o de las ciencias nacientes y va distinguiendo su forma de hablar de la del pueblo.

Las clases altas se convencen de que su vocabulario es el correcto, de que son “cultas” y saben “hablar bien”. El pueblo sigue expresándose como siempre. Pero, según las nuevas costumbres, esto ya no es “decente”. Y así, llegó un momento en que el pueblo seguía diciendo cagar y joder. Las clases altas no. Ellas “hacían del vientre” y tenían “relaciones sexuales”. Y para colmo, esas clases quedaban horrorizadas cuando escuchaban cómo hablaba la “chusma”.

En nuestra cultura occidental hubo otro elemento que complicó el asunto de las palabras. La filosofía griega —el maniqueísmo— dividía a la persona humana en dos partes: el alma y el cuerpo. El alma era de arriba, espiritual y limpia. El cuerpo era de abajo, material y sucio. Por supuesto, las partes más bajas del cuerpo, las menos controladas por el espíritu, no debían ser vistas ni mencionadas. Aquella filosofía griega contaminó el cristianismo europeo. De aquella España oscura y medieval nos llegó una religión adulterada, con sus prejuicios y su moral puritana.

En realidad, las malas palabras no constituyen un problema moral, ni siquiera de buenos o malos modales. Lo que hay en el fondo son las clases sociales. Quizás podamos encontrar esa raíz social en algunos términos que todavía usamos para calificar las palabras. Por ejemplo, “cortesía” viene de “corte”. Las palabras “corteses” eran las que empleaban los “cortesanos” del rey o de la nobleza. Los “caballeros” (los que montaban a caballo) hablaban educadamente. Los siervos, los que andaban montados en burro, por supuesto que no.

“Urbanidad” es la manera de ser de la urbe, de la ciudad. Se suponía que en la ciudad vivía la gente “civilizada”. El campo se llamaba la villa o el pago. Allí vivían los “villanos” (salteadores) o los “paganos” (que no respetaban a Dios).

“Vulgaridad” se refiere a la forma de hablar del vulgo, es decir, del pueblo trabajador en la antigua Roma. Entonces, “vulgar” era lo mismo que “popular”. Lo mismo pasa con “grosero”, que originalmente quería decir “grueso”, “pesado”, lo contrario de fino, delicado. Los pobres hacían los trabajos pesados o groseros. Y lo que hablaban eran “groserías”. Los ricos podían dedicarse a los trabajos finos, a las artes delicadas, con sus manos sin callos. Y hablaban con “finura”.

En el próximo clip… ¡Veremos qué hacer con las llamadas “malas palabras” en la radio!

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