¿MALAS PALABRAS POR RADIO? (2)

Radioclip en texto sin audio grabado.

No hay palabras buenas ni malas, sino oportunas o inoportunas.

En el clip anterior vimos el origen “social” de las llamadas buenas o malas palabras.

Pero además de lo dicho, ocurre que el significado de las palabras varía mucho de un lugar a otro. Lo que aquí es una expresión inocente, allá resulta una grosería. Los turistas desprevenidos suelen meter las patas con frecuencia.

Por ejemplo, en Cuba se coge la guagua (se sube al autobús). Mejor no lo digas así en Argentina. En Panamá, los niños juegan con conchas en la playa. Que no lo hagan en Uruguay. En Chile, no conviene decir que se pinchó una llanta o que vas a abrir el camino a pico y pala. No le pidas el pan a una señora en Santa Cruz de la Sierra. Pídele horneado. En Guatemala, le dicen chucha a una perrita. Y en el Caribe es el apodo cariñoso del nombre María de Jesús. Pero no lo digas en el Ecuador. Pendejo quiere decir bobo en todas partes, menos en el Perú, donde es el mote del vivo. En Dominicana, carajo se ha vuelto palabra de uso cotidiano. Pero en Bolivia, basta usarla una vez para perder la fama. Y culo, tan familiar en España, te gana una bofetada en la mayoría de los países latinoamericanos.

Querámoslo o no, las “malas palabras” están extendidas por todas partes y son más comunes que las moscas. Incluso, cada vez son más aceptadas en el lenguaje del teatro, en las novelas, en el cine y otros medios de comunicación.

¿Y en la radio? No es que la radio sea más conservadora, sino que es más íntima. Un programa de radio no es un espectáculo, sino una voz que te acompaña. Por eso, lo que en una película no te choca, te chocaría si lo oyes de boca de tu locutor favorito, de esa animadora que te habla como si estuviera contigo, presente en tu casa.

Digamos que no hay palabras buenas ni malas, sino oportunas o inoportunas. Sería un error emplear un lenguaje chabacano en nuestros programas de radio para hacernos más “populares”. Sería inoportuno porque a los mismos oyentes que emplean vulgaridades en su vida cotidiana, seguramente les va a caer mal si las escuchan por la radio.

La primera regla de una buena programación radiofónica es respetar la sensibilidad de nuestra audiencia. Por supuesto, esta “sensibilidad” varía de un lugar a otro, de un país a otro. Y también varía de un formato a otro. Por ejemplo, en un sociodrama se permite un lenguaje más suelto que en un noticiero.

¿Significa, entonces, que jamás podrá oírse una “grosería” a través de la radio? Tampoco así. Hay momentos para soltar un buen carajazo frente a una injusticia. O para echar un sonoro hijueputazo frente a una autoridad corrupta y prepotente. El sentido común nos dirá cuándo y cómo hacerlo.

Clip anterior

Image by Engin Akyurt from Pixabay