NICARAGUA Y LA IZQUIERDA

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No puede haber ningún socialismo posible como mecanismo de redistribución y justicia social sin democracia y pleno respeto a los derechos humanos.

Un artículo de Fesal Chain publicado en El Confidencial. Publicado originalmente en:  https://confidencial.com.ni/nicaragua-y-la-izquierda/

Los mismos que ayer justificaron la represión madurista y que afirmaban que los más de 150 muertos fueron responsabilidad de los manifestantes, son los que ahora dicen que la represión orteguista con más de 200 muertos, sería producto de bandas de delincuentes armados por la oposición. No admiten que la policía y los grupos paramilitares armados por el régimen, son los criminales de un pueblo movilizado pacíficamente, o que usa como mucho, armas de fabricación casera y barricadas.

Pero ya es hora de hablar de frente y de lo esencial. Los modelos cubano, venezolano y nicaragüense han fracasado, no sólo como proyectos económicos y de representación política, sino también como fórmulas capaces de preservar los derechos humanos de sus ciudadanos y ciudadanas. Al respecto, en pleno siglo XXI y después de las dictaduras militares en Latinoamérica y de la caída del Muro de Berlín, se vuelve perentorio que no puede haber ningún socialismo posible como mecanismo de redistribución y justicia social sin democracia y pleno respeto a los derechos humanos. Esto ya lo había dicho y practicado Salvador Allende durante la década del ’70 en Chile. La vía chilena, en democracia, pluralismo y libertad donde cada individuo, grupo social y político era dueño de expresarse como quisiese y manifestarse en las urnas y en las calles o desde sus organizaciones.

Sobre la construcción allendista, ningún estado igualitario puede darnos lecciones, a menos que sea la de mantenerse en el poder a punta de represión de la oposición, de control policial y de grupos de inteligencia, de fraudes electorales o de falta de elecciones libres o informadas. Se podrá afirmar que, gracias a la matriz totalitaria y a la militarización, dichos estados no han sucumbido al fuego enemigo como sucumbió Allende, y que aquello es un triunfo en sí mismo y permite el desarrollo de los derechos populares. Sin embargo, y tal como sucedió en la Unión Soviética y en Europa oriental, sabemos muy bien que ningún logro vale 20, 50 o 70 años de cancelación de las libertades y los métodos usados tampoco garantizan la mantención del sistema mismo. Fue el totalitarismo y el consecuente sufrimiento y alzamiento de millones, lo que generó la disolución.

Podríamos profundizar en todas las dimensiones: económicas, políticas, sociales y culturales del fenómeno descrito, pero esta vez iremos directo al grano cuando se trata de al menos 400 muertos entre los sucesos de Venezuela y Nicaragua. Es evidente que el silencio de buena parte de la izquierda chilena o de su apoyo irrestricto a estos regímenes, lo inspira el mandato de que el poder siempre es más importante y definitorio. Que es condición necesaria para lograr los objetivos. Así, se edifica una lógica maniquea entre los gestores y defensores de tales experimentos.

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