OJOS DE MUJER, OJOS DE HOMBRE

Radioclip en texto sin audio grabado.

Las mujeres perfeccionaron una visión periférica. Los hombres, cilíndrica.

LIBRETO

Escucha este diálogo a ver si te resulta conocido:

MARIDO – ¿Dónde está la mantequilla?

ESPOSA – Pues en la nevera.

MARIDO – Ya he mirado, pero no veo la mantequilla por ningún lado.

ESPOSA – Pues mira bien porque está ahí. La he dejado hace diez minutos.

MARIDO – No. La habrás dejado en otro sitio porque te repito que la mantequilla no está en la nevera.

La esposa, cansada de discutir, va a la cocina, alarga el brazo hasta la nevera y, por arte de magia, saca la barra de mantequilla.

La mujer se molestará y acusará al hombre de descuidado. El hombre también se molestará y pensará que ella le esconde las cosas para burlarse de él.

Puede que este marido sea, realmente, un descuidado. O que aquel otro se haga el loco porque quiere que la mujer le resuelva la vida cotidiana. Pero aunque estos casos se den, conviene conocer una explicación biológica que puede ahorrarnos muchos malentendidos. Resulta que la configuración de los ojos de la mujer es diferente a la del hombre.

Debido a la tarea que debían realizar como protectoras del hogar, la estructura cerebral de la mujer fue desarrollando un ángulo de visión clara de al menos 45 grados por cada lado y por encima y por debajo de la nariz. Muchas mujeres disfrutan de una visión periférica de casi 180 grados.

Los ojos del hombre se configuraron para un tipo de visión de larga distancia, como si fueran un par de binóculos. En su tarea de cazador, el hombre necesitaba identificar una presa a gran distancia y perseguirla con la vista, sin distraerse con lo que le rodeaba. Por el contrario, la mujer necesitaba un amplio ángulo de visión para controlar que nada amenazara la cueva.

Las mujeres fueron perfeccionando una gran visión periférica, mientras que los hombres desarrollaron una visión cilíndrica.

Esto explica que los hombres nunca encuentren la mantequilla en la nevera ni los calzoncillos en el armario. Ellos tienen que mover la cabeza de arriba abajo y de un lado a otro, concentrándose en la búsqueda de los “objetos desaparecidos”. Las mujeres, de un vistazo, perciben todo lo que hay a su alrededor.

BIBLIOGRAFÍA

  • Allan y Barbara Pease, Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas, Amat, Barcelona 2000.
  • Imagen de: Pxfuel. y