RADIO ESPERANZA

Radioclip en texto sin audio grabado.

Tito Ballesteros, un radialista colombiano, está recorriendo Centroamérica en busca de historias de radios. Aquí tienes algunas.

Historias de radialistas desde Jutiapa, en un lindo rincón de Guatemala

Despacito, marcando pausas, con la respiración cortada, don Nata, un viejo radialista se enfrentó a su primera clase de edición por computador. Salió feliz.

En el Departamento de Progreso se encuentra Jutiapa, una tierra caliente en la que se disfruta la ciudad desde el moto taxi. Y cerca, muy en una esquina, un descolorido aviso: Radio Esperanza. La radio tiene casi todo para funcionar. Su flaqueza es la formación.

En Guate, el grado de escolaridad es bajo y la radio es el vehículo comunicativo ideal para expresar los pensamientos de un país con un 60% de población indígena, altos índices de violencia generada por pandillas denominadas maras y un enorme número de radios, me dicen, 600 legales y casi un número igual de medios “piratas”. El Estado “saca a remate las emisoras” y las deja en manos de quien más dinero ofrezca por ellas. En algunos países de Centroamérica no hay regulación o autorregulación para las radios. Todo depende del alma que le pongan los radialistas al medio. Y las del Padre Celestino y don Nata son dos que, al venir a Jutiapa, usted debe conocer.

Don Nata se le midió a la computadora para editar. Junto a él, 14 ojos y una máquina lista a responder al apasionado, inquieto y preocupado radialista. A don Nata le duelen los problemas de la radio. Hace cuentas de publicidad, entiende lo de las tarifas y sabe llegar a sus anunciantes. De título es hombre. Carece de piel que le diga que es publicista, administrador, contador, comunicador, relacionista público, en fin. Carece de todo, pero aseguro que no le falta nada o, al menos, tiene una profunda vocación por el medio. Vocación que se la ha despertado el Padre Celestino, quien sabe muchas cosas que usted y yo ignoramos sobre la radio.

La “competencia” de Radio Esperanza es una radio evangélica ubicada cerca al parque principal del lugar. El Padre sabe que es una de las emisoras más escuchadas del municipio y que es pirata. Sin embargo, no sale corriendo a pedir lo que muchos en Colombia harían frente a una radio “ilegal”. ¡Que la cierren! ¡Que es pirata! ¡Que no cumple con la ley! Su ley es otra. Una que le permite tener entradas económicas gracias a esa radio “pirata”. Su ley es la ley de “competir” con contenidos a cielo abierto en la cara de un Dios que los une para generar, junto al pastor y otros respetados miembros de la comunidad, experiencias de paz y sosiego en una comunidad marcada por el robo, el atraco y la muerte de miles de guatemaltecos asesinados por sangre de su sangre. Celestino y don Nata están hechos de la misma pasión por el medio. El primero anuncia y denuncia y el segundo… al segundo había que verle las manos temblando junto al mouse, la cara de miedo y el deseo de querer saber más. Siempre lo dijo: “Yo deseo aprender a manejar este programa. ¿Usted lo podría instalar en mi computadora? Yo en la casa puedo practicar”.

Inmediatamente, salté a las aulas de clase y me dije: ¿cuántos estudiantes recibirían como castigo lo que para este hombre es una bendición? Muchos de ellos correrían a la facultad a gritar que por qué les ponen estos trabajos para sus computadoras personales cuando para eso están las de la universidad.

Don Nata me propone el final de esta historia: la capacitación. La que unos tienen y muchos otros necesitan.

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