80- ¿VIOLENCIA O NO VIOLENCIA?

RAQUEL Hemos regresado a Jerusalén cuando faltan pocos días para la Semana Santa, y continuamos nuestras entrevistas exclusivas con Jesucristo planteándole hoy una pregunta de candente actualidad: ¿aprueba o condena la violencia?

JESÚS ¿Por qué dices que es de tanta actualidad?

RAQUEL Venga, acérquese a este quiosco… Le leo los titulares… 47 muertos en dos atentados… Nuevas amenazas de Estados Unidos en Oriente Medio… Continúan las guerras tribales en
África Central… Nuestro mundo es muy violento.

JESÚS Y mi país también… En estos días, he visto soldados por todas partes…

RAQUEL Soldados israelíes ocupando territorios palestinos…

JESÚS Yo también viví en un mundo de mucha violencia, Raquel…

RAQUEL Sin embargo, en las películas, su mundo parece sereno, idílico, de flores y pajaritos.

JESÚS No, nada de eso. Cuando nací, mi país ya estaba ocupado militarmente por los romanos.

RAQUEL ¿Qué significaba eso?

JESÚS Humillaciones, muertes. Y los impuestos. Nuestro país pagaba tributos altísimos al emperador de Roma. Nos saqueaban.

RAQUEL ¿Le es familiar entonces el concepto de imperialismo?

JESÚS Muy familiar. Vi soldados romanos desde niño. Entraban a las aldeas, robaban, violaban a las mujeres. Nos despreciaban. Se creían dueños.

RAQUEL ¿Recuerda algún acontecimiento especialmente sangriento?

JESÚS Era joven cuando en Séforis, la capital de Galilea, los romanos crucificaron a centenares de rebeldes. Fui hasta allá, lo vi con mis propios ojos. Siempre había levantamientos contra los romanos.

RAQUEL ¿Guerrilla, violencia armada?

JESÚS Los romanos tenían espadas y escudos. Caballos. ¿Cómo enfrentarlos sin armas? En Galilea, en mi tierra, nació el movimiento de los zelotes, un grupo armado.

RAQUEL ¿El primer foco de resistencia?

JESÚS No, tenían antecedentes. Se inspiraban en los Macabeos, que se levantaron contra el imperio griego cien años antes. Mi madre le puso Simón a uno de mis hermanos en recuerdo de un gran jefe macabeo.

RAQUEL Y usted… ¿participaba en esa resistencia?

JESÚS Todos participábamos, de una forma o de otra. Metidos en la lucha o encubriendo a los que luchaban. Las mujeres llevaban comida a los rebeldes que se escondían en las cuevas de Arbel, me acuerdo…

RAQUEL ¿Y usted?

JESÚS De niño, yo pasaba mensajes. Avisábamos por dónde andaban los soldados… De joven, los apoyé en varios momentos, sí.

RAQUEL ¿Era un movimiento nacionalista?

JESÚS Lo era. Queríamos un país libre, que se fueran los romanos.

RAQUEL ¿Los zelotes eran un partido político?

JESÚS Estaban muy bien organizados. Hacían atentados. Muy valientes, pero muy fanáticos.

RAQUEL ¿Y en su grupo… usted admitió a este tipo de gente?

JESÚS Yo anuncié el Reino de Dios en Galilea y los primeros que se sumaron fueron mis paisanos del norte. Algunos eran zelotes o lo habían sido. Yo no andaba preguntándoles eso.

RAQUEL Volvamos al punto de partida… ¿Aprueba o condena la violencia?

JESÚS Yo pienso que hay muchas formas de violencia, Raquel. La ocupación de mi país por la fuerza militar era violencia. En los impuestos que los romanos recaudaban se iba el sudor de
nuestra gente. Eso también era violencia.

RAQUEL En un mensaje, una oyente nos recuerda que Oscar Romero, quien fue obispo de San Salvador, un santo de los de verdad, distinguía entre la violencia institucionalizada de quienes tienen el poder y la “violencia de respuesta” de quienes resisten. ¿Qué opina usted de esto?

JESÚS Que está muy bien dicho. Porque no se puede medir con la misma vara la violencia de los de arriba y la respuesta de los de abajo. En mi tiempo, ¿cómo usar la misma medida con los
romanos y con los zelotes?

RAQUEL ¿Qué dirá el presidente de Estados Unidos de estas declaraciones, qué dirán en la Unión Europea? ¿Abrirán un expediente contra Jesucristo acusándolo de terrorista internacional? Desde Jerusalén, Raquel Pérez, Emisoras Latinas.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS
Un mundo violento

Jesús nació y vivió en un país ocupado militarmente. En su tiempo, el imperio romano era el más poderoso de la tierra conocida entonces. Unos 70 años antes de nacer Jesús, su país, Palestina, fue convertido en una más de las provincias-colonias de Roma en las orillas del Mar Mediterráneo. Esto significaba: gobiernos dependientes, ocupación del territorio por las tropas romanas y explotación del pueblo, al que se cobraban altos impuestos. En tiempos de Jesús, las tropas romanas mantenían el orden y la “paz” en Galilea. Lo hacían con la soberbia propia de los ejércitos ocupantes, que se sienten dueños de la vida y de las propiedades de la población sometida. Con esta prepotencia, eran frecuentes las violaciones, el saqueo de los bienes de los campesinos y la represión a quienes se oponían.

El espíritu de los Macabeos

Los hermanos Macabeos, héroes de la resistencia judía contra la dominación griega de Palestina, vivieron unos 160 años antes de Jesús. Organizaron una auténtica lucha guerrillera y lograron importantes victorias contra el poderoso imperio heleno. En la memoria del pueblo eran símbolo de valentía, patriotismo y libertad. Heredero de la tradición macabea, Judas el Galileo fue el fundador del movimiento zelote, escindido del grupo de los fariseos. La muerte de Herodes el Grande, tras un reinado tiránico de 40 años, supuso un momento especialmente crítico en Palestina, dominada ya por el imperio romano. Por esos años, surgieron en Galilea ―al margen de la burocracia, el orden y la ley que imperaban en el sur, en Jerusalén― movimientos insurreccionales armados que tuvieron un gran arraigo entre el pueblo y de los que se nutrió el movimiento zelote, de origen rural.

En los años del nacimiento de Jesús, Judas el Galileo organizó la oposición al censo ordenado por Roma. Después, durante la juventud de Jesús, protagonizó un gran levantamiento contra el poder romano. Conquistó la ciudad de Séforis, apenas a unos seis kilómetros de Nazaret, que era entonces la capital de Galilea y el principal centro comercial de textiles del país. Allí se hizo fuerte con un importante grupo de guerrilleros. Quintilio Varo, legado romano en Siria, aplastó a sangre y fuego aquella revuelta. Séforis fue reducida a cenizas y cientos de zelotes fueron crucificados en la ciudad. Herodes Antipas la reconstruyó años después. Para el movimiento zelote, el golpe fue duro y tardaron algunos años en reorganizarse. Aunque estos acontecimientos no se relatan en los evangelios, en los que no aparece siquiera el nombre de la ciudad de Séforis, todo esto tuvo que conocerlo Jesús de primera mano por la cercanía entre Séforis y Nazaret.

Zelotes: celosos nacionalistas

La palabra “zelote” viene de “celo”. Los zelotes eran celosos, apasionados de la defensa del honor de Dios. El Dios celoso que no tolera otros dioses ―el dinero, el emperador romano, la ley injusta― les daba su nombre: celosos, zelotes. Los zelotes actuaban en la clandestinidad, algunos como guerrilleros, especialmente en Galilea, en donde el control de Roma era más débil. Tenían un programa de reforma agraria: proclamaban que la propiedad debía ser redistribuida justamente. Proponían la cancelación de las deudas inspirándose en la ley mosaica del Año de Gracia. Se oponían al pago de impuestos a Roma. Los campesinos y los pobres de Israel, agobiados por los impuestos, simpatizaban con el movimiento, encubrían a sus miembros y colaboraban con ellos.

El grupo más radical dentro de los zelotes era el de los “sicarios”, que llevaban siempre bajo la túnica pequeños puñales, llamadas “sicas”, y cometían con frecuencia atentados contra los romanos. Zelotes y sicarios practicaban secuestros de personajes importantes, asaltaban las haciendas y las casas de los ricos y saqueaban arsenales romanos. Entendían su lucha como una
auténtica “guerra santa”. El castigo para todos estos delitos contra el imperio romano era la muerte en cruz. Los zelotes no eran revolucionarios sanguinarios, lo que hoy llamamos “terroristas”. Tampoco se les puede identificar con un partido político, tal como hoy entendemos este término. Su ideología arraiga en una tradición religiosa profunda: los israelitas entendían que su país era “tierra santa” y no podía ser oprimido por extranjeros. Les caracterizaba un apasionado nacionalismo y una espiritualidad muy honda con base en los mensajes de los profetas. En cuanto a su práctica, les distinguía el cortoplacismo: liberar de manera inmediata a Israel de la dominación romana. Ideológicamente, era quizá el grupo que más claramente representaba la sed de libertad que el pueblo de Israel había experimentado en los últimos siglos de su historia.

¿Cuántos zelotes había entre “los doce”?

Por todas sus características, los zelotes tuvieron que tener en Jesús muchas expectativas y el poder de convocatoria del profeta nazareno tuvo que atraer su atención. Jesús, un galileo, tuvo que conocer a los zelotes y concordar con ellos en muchas cosas. Cuando Jesús inicia su movimiento con la proclama ¡El reino de Dios está cerca!, coincidía con la proclama de esperanza que los zelotes ya habían hecho popular por toda Galilea como bandera contra los ocupantes romanos. Además, el hecho de que el movimiento de Jesús naciera y se desarrollara en Galilea hace lógico que en su movimiento participaran zelotes. Entre “los doce” Judas seguramente lo fue. Simón, uno de los doce, es apodado “el cananeo” o “el zelote” (Lucas 6, 15). El sobrenombre que Jesús dio a los hermanos Santiago y Juan, al llamarlos “Boanerges” (Hijos del trueno), y el sobrenombre que dio a Simón Pedro, llamándolo “Barjona”, parecen ser también nombres de lucha, alias relacionados con el movimiento zelote.

Violencia estructural, violencia institucionalizada

Al hablar del pecado estructural ―el pecado de sociedades que viven con grandes desigualdades entre los pocos ricos y los muchos pobres, que toleran injusticias contra la vida de los más pobres―, la Teología de la Liberación propuso el concepto de “violencia estructural” y de “violencia institucionalizada”. Estructuras de violencia son las que provocan hambre y latifundio, las que atropellan a los más débiles y los dejan indefensos. Esa violencia se institucionaliza también en leyes injustas. Y así, puede existir un orden legal violento que atenta contra los derechos humanos. A lo largo de la historia de la iglesia se han multiplicado las reflexiones sobre lo que a partir del siglo XIII Tomás de Aquino llamó “guerra justa”, un concepto  tan amplio y flexible que ha servido para justificar esfuerzos armados justos y también muchas barbaries.

Monseñor Romero, San Romero de América

En nuestros tiempos, y en América Latina, el arzobispo de San Salvador, Oscar Romero, opuesto siempre a la violencia como método para resolver conflictos, aún los más agudos ―asumió ese cargo en vísperas de que en El Salvador se desatara una guerra civil que duró doce años―, trató en varias ocasiones, no de justificar la guerra o la violencia, pero sí de diferenciar entre “violencia
institucionalizada” y “violencia de respuesta”. Esa línea, esa frontera, es una constante no sólo en sus homilías, sino especialmente en su actuación diaria. En su homilía del 26 de junio de 1977 lo explicaba así: La violencia institucionalizada es aquella que oprime abusando de sus derechos. La
violencia que se institucionaliza es la que quiere abusar del poder. Ante ella surgió una respuesta en América Latina. “Hay ―dicen los obispos en Medellín― como un signo de los tiempos, un afán universal de liberación”. Y la Iglesia, que siente que ese anhelo del hombre latinoamericano viene del Espíritu Santo, que le está inspirando su dignidad y le hace ver la desgracia en que vive, no puede ser sorda a ese clamor… Ante esta situación de violencia que se hace institución, surgen movimientos de liberación: la lucha de clases, el odio, la violencia armada…

Afirmando que la violencia armada “no es cristiana tampoco” y rechazando los métodos violentos para resolver los problemas nacionales de su tiempo, Monseñor Romero reflexionó, como Jesús, con “dos medidas”. Habló duramente contra la “violencia institucionalizada” y la “violencia represiva”. Condenó también la violencia “de baja intensidad” que Estados Unidos comenzó a ensayar ya en su tiempo contra las organizaciones populares salvadoreñas (Este nuevo concepto de guerra particular, que consiste en eliminar de manera homicida todos los esfuerzos de las organizaciones populares bajo pretexto de comunismo o terrorismo, la calificó así en su Diario). Y trató de entender la que él llamaba “violencia revolucionaria”, considerando que era una respuesta, un resultado de la “violencia represiva”. Al igual que Jesús, Monseñor Romero era consciente de que la violencia de unos y de otros, al multiplicarse, se convierte siempre en una espiral de violencia incontrolable que perjudica principalmente a los más pobres e indefensos. Era consciente, igualmente, de que la violencia represiva arrinconaba a quienes se veían forzados a optar por la “violencia revolucionaria”. Tratar de “entender”, con la mente y con el corazón, con palabras y con actitudes, la opción revolucionaria de los pobres de su país, su “violencia de respuesta” fue lo que le costó la vida.

De dónde viene la guerra

Sin mucha reflexión, pensamos que las guerras son un comportamiento exclusivamente humano, olvidando que tienen sus raíces en el comportamiento animal, y en el de nuestros parientes más cercanos en la escala biológica, los primates. Así lo documenta la experta primatóloga Jane Goodall en su libro “A través de la ventana”, al relatar la guerra entre poblaciones de chimpancés
emparentados. Los chimpancés son la especie con quien compartimos un ancestro común hace unos seis millones de años. El comportamiento humano está aún lleno de inercias y huellas de los comportamientos atávicos de los primates que desembocan en guerras. Estos comportamientos, que compartimos con ellos, son tres: la necesidad de establecer y de defender territorios y fronteras que separen a los grupos, el sentido de propiedad y el ordenamiento del grupo en base a rígidas jerarquías. Los comportamientos agresivos para defender el territorio, la propiedad y el liderazgo jerárquico están en el origen de todos los pleitos, de todos los conflictos, de todas las guerras humanas, como lo están en el origen de todas las guerras de los primates. Por eso, el compartir los bienes, la eliminación de las fronteras ―respetando y celebrando las diferencias― y la supresión de las jerarquías son estrategias de humanización. Hace dos mil años, y en un mundo muy violento, Jesús de Nazaret propuso ya esas estrategias.