TODOS SOMOS INOCENTES…

Reconocer los propios errores es el mejor camino para no repetirlos.

NARRADORA Érase una vez un rey que se propuso visitar la cárcel más grande de su nación.

EFECTO REJAS CÁRCEL

NARRADORA Entró por el oscuro pasillo y fue de celda en celda conversando con los presos.

REY A ver, usted, dígame, ¿por qué está aquí?

RECLUSO 1 Su majestad, yo soy inocente. Fue el juez, el juez que me condenó por una calumnia. ¡Soy inocente!

NARRADORA Al Rey se le ocurrió plantear la misma pregunta a todos los del presidio.

REY Y tú, ¿por qué te pusieron tras las rejas?

RECLUSO 2 Yo no tuve la culpa, mi señor. Fue el diablo que se coló en mi cuerpo y… y por eso hice lo que hice. Pero yo no tuve la culpa.

NARRADORA Y así, uno tras otro, todos los reclusos declaraban su inocencia y suplicaban una amnistía del Rey.

EFECTO PASOS

REY Veamos éste… ¿qué dices tú, por qué te han traído a esta cárcel?

RECLUSO 3 Oh, gran Rey, me apena formar parte de tu nación y debo confesar que soy culpable. Cometí un grave error y merezco este justo castigo.

NARRADORA Ante aquella sincera declaración, el Rey ordenó:

REY ¡Saquen a este hombre de aquí!

EFECTO PROTESTA DE VARIOS (¿POR QUÉ A ÉL? ESO ES INJUSTO…)

RECLUSO 3 Pero, Majestad, yo…

REY ¡Sal de esta cárcel inmediatamente, pues siendo tú tan malo y tan culpable, podrías contaminar a todos los “inocentes” que están aquí!

EFECTO SIGUEN PROTESTAS

NARRADORA Moraleja: reconocer los propios errores es el mejor camino para no repetirlos.

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