21- ¿MULTIPLICÓ PANES Y PECES?

RAQUEL Hemos desplazado nuestra unidad móvil hasta donde fue Betsaida, una aldea pequeña en la ribera nororiental del lago de Galilea. Aquí Jesucristo hizo uno de sus milagros más sonados, la multiplicación de los panes y los peces. Y a nuestro lado el mismo Jesucristo que nos contará qué ocurrió aquel día. Aunque ha pasado mucho tiempo, usted se acordará bien.

JESÚS ¡Claro que me acuerdo!… Los del grupo cruzamos el lago y llegamos a esta orilla para hablar con tranquilidad.

RAQUEL Pero había gente esperándolo aquí.

JESÚS Sí, un montón con ganas de preguntar, de hablar, de unir esfuerzos. Tanta gente y tanto entusiasmo, que a mí se me fue la lengua.

RAQUEL ¿Por qué dice eso?

JESÚS Porque me puse a hablar y a hablar y se hizo de noche. Y la gente no había comido.

RAQUEL ¿No podían comprar algo en los alrededores?

JESÚS ¿Cómo? Andábamos al raso, al descampado. ¿Crees que por aquellos parajes solitarios había ventas como las que veo ahora?

RAQUEL Y ahí fue cuando usted hizo el milagro.

JESÚS Bueno, en realidad, el milagro no lo hice yo.

RAQUEL ¿Y quién lo hizo?

JESÚS Tú sabes cómo somos los campesinos de desconfiados, ¿verdad? En mi tierra nadie sale de casa sin llevar alguna alforja con comida para el camino. Pero si hay mucha gente alrededor, nadie saca lo que tiene por temor a que no alcance.

RAQUEL ¿Y usted qué hizo?

JESÚS Yo dije: Hermanos, hermanas. Saquen lo que llevan bajo la túnica, pónganlo al centro, no se preocupen. Un muchacho fue el primero en romper la desconfianza. Se acercó con cinco panes de cebada y un par de pescados.

RAQUEL ¿Y entonces?

JESÚS Una abuela sacó unos dátiles que llevaba guardaditos. El otro puso queso y aceitunas. Y la otra, más panes… Hubo quien se resistió, no creas… Pero al final, todo el mundo comió, alcanzó para todos.

RAQUEL ¿Eso… eso fue todo? ¿No fue un milagro?

JESÚS ¡Claro que lo fue!… ¿Te parece poco milagro compartir lo que uno tiene?… ¡Ése es el mayor de los milagros!

RAQUEL Me parece que lo que está escrito es una cosa bien distinta a la que usted nos cuenta ahora. Los cuatro evangelios coinciden en que usted dio de comer a cinco mil personas y con las sobras se llenaron doce canastos.

JESÚS Bueno, allí nadie contó ni la gente ni los canastos, y ya te dije que mis paisanos son bastante exagerados… Pero sí, todos pudimos comer y nadie se quedó con hambre.

RAQUEL Entonces… ¿usted no multiplicó nada?

JESÚS No, aquel día sumamos. Entre todos, sumamos. ¿Qué te imaginabas tú? ¿Un mago sacando panes y peces de un cesto? Esos trucos los sabían hacer los samaritanos, que encantaban serpientes y se tragaban agujas.

RAQUEL Pero el milagro…

JESÚS El milagro es compartir, Raquel. El verdadero milagro. El único milagro.

RAQUEL ¿El único? ¿Cómo que el único? Usted hizo muchos más. Me disculpa, Maestro, digo, Jesús, pero usted no está siendo claro con nuestra audiencia porque…

JESÚS Lo que no está claro es cómo vamos a salir de aquí. Si no nos apuramos, nos agarra la noche. Nos va a pasar como hace dos mil años. Y esta vez, ni tú ni yo hemos traído panes ni peces.

RAQUEL En ese caso… ¡vámonos! Y ustedes, amigos radioescuchas, no se vayan, acompáñennos, sigan con nosotros. Desde donde fue Betsaida, en Galilea, Raquel Pérez, Emisoras Latinas.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS

El pan, sinónimo de comida

En tiempos de Jesús, el pan, casi siempre de cebada, era el alimento básico de los pobres. Su comida diaria consistía en pan, agua y aceite de oliva. Frecuentemente pan es sinónimo de “comida” en las páginas bíblicas, en donde la relación pan-comida aparece en 293 lugares en la Biblia, 96 en el Nuevo Testamento. En el lago de Galilea viven 25 especies de peces, algunas autóctonas. Las poblaciones de las orillas del lago estaban familiarizadas con el consumo de pescado.

Un mundo aún hambriento

A pesar de que ya conocemos las técnicas agrícolas más avanzadas para producir los alimentos que alcanzarían para satisfacer a toda la Humanidad, una buena parte de los seres humanos padece hambre. Según el informe anual de 2004 “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo” de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación), 852 millones de personas en todo el mundo padece hambre crónica. Esto significa aproximadamente una de cada siete personas.

La FAO informa que 5 millones de niños y niñas mueren al año por hambre y que cada año nacen más de 20 millones de niños y niñas con insuficiencia de peso por razón del hambre de sus madres, lo que significa un riesgo para su vida y compromete el desarrollo de su cerebro y de todo su cuerpo. La tendencia al aumento de los hambrientos, pequeños y adultos, es creciente en
el mundo actual, por causa de la acelerada concentración de las riquezas y de las oportunidades. Entre los Objetivos del Milenio, acordados por todos los Jefes de Estado del mundo, está la meta de reducir a la mitad el hambre en todos los países del mundo en el año 2015.

Combatir el hambre: una exigencia evangélica

El hambre afecta principalmente a los más pobres. El teólogo brasileño Frei Betto estuvo al frente del programa Hambre Cero al comienzo del primer mandato del Presidente Lula. Al asumir esta responsabilidad, escribió: Si el hambre es el principal factor de muerte precoz y vergüenza para la civilización del siglo XXI, ¿por qué no provoca movilización? Por una razón cínica: al contrario del terrorismo y de la guerra, del cáncer y de otras enfermedades, el hambre sí hace distinción de clase. Sólo alcanza a los miserables. Y en general, apoyamos campañas en beneficio propio. No siempre demostramos sensibilidad cuando se trata de derechos ajenos… “Yo tuve hambre y me diste de comer”, dijo Jesús, encarnado en la figura del pobre. Combatir el hambre es una exigencia evangélica, un imperativo ético, un deber de ciudadanía y solidaridad, para que podamos sacar a la humanidad de esta prehistoria en que billones de personas aún no tienen asegurado el derecho animal más elemental: comer.

Las razones del hambre en el mundo

La razón del hambre en el mundo es la mala distribución de los recursos, la injusticia y la inequidad en su distribución. Sólo la solidaridad, el compartir, una justa distribución “dará de comer” a toda la Humanidad. Lo dijo Jesús de Nazaret con este “milagro” y lo dice, por ejemplo, la economista Mariana Martínez, de la BBC: Mientras la mitad del planeta consume diariamente más del doble de las calorías necesarias para sobrevivir y vive preocupada por los “kilitos” de más, la otra mitad no tiene nada para llevarse a la boca y se muere de hambre.

Mientras en Estados Unidos el que no habla o está haciendo una dieta “low-carb” (baja en carbohidratos) está “out” (fuera de moda), en las favelas de Brasil o en las tierras secas de África Subsahariana, tanto niños como adultos, luchan desesperadamente por encontrar algo (no importa qué) para llenar el estómago. El sueño de un mundo sin hambre se puede lograr. El hambre en el mundo no existe porque la madre Naturaleza no es capaz de brindar recursos para todos, o por falta de tierra para cultivar, o porque hoy existan en el mundo muchas más personas que un siglo atrás. Por el contrario, el hambre en el mundo existe por mala distribución. Una parte del planeta, y justamente en la que viven las naciones más ricas, consume más del 80% de los recursos naturales (alimentos y otros productos de consumo) a nivel mundial, mientras que la otra mitad recibe apenas el 20%.

El milagro es compartir

El relato de la multiplicación de los panes y los peces (Marcos 6,30-44) no es la historia de un mago haciendo un prodigio espectacular. Es un relato simbólico- catequético que muestra a las comunidades cristianas el poder transformador de una ética, de una actitud de vida: la de compartir. Donde los discípulos proponen ir a “comprar con dinero”, Jesús les propone “dar lo que tienen”. Y es ese “dar” lo que produce el “milagro” de que alcance para todos y que todos queden saciados. En su clásica y divulgada obra, “Una lectura política del Evangelio”, Fernando Belo comenta: En este relato hay una oposición entre dos economías: la economía del valor de cambio (que hoy nos domina) y una economía de distribución que yo llamaría economía del valor de uso y de la satisfacción de las necesidades humanas.