27- MALDITOS LOS RICOS
RAQUEL Los micrófonos de Emisoras Latinas continúan ubicados aquí, en el Monte de las Bienaventuranzas. Ante nuestros ojos, una vista panorámica del lago de Galilea. Y con nosotros, Jesucristo, en entrevista exclusiva. Usted se refirió en el anterior segmento a la segunda parte del histórico discurso que pronunció en este Monte. ¿De qué habló en esa segunda parte?
JESÚS Bueno, yo primero bendije a los pobres, los felicité.
RAQUEL ¿Y después?
JESÚS Después, maldije a los ricos.
RAQUEL ¿Usted… maldijo?
JESÚS Sí. Maldije a los ricos.
RAQUEL ¿Puede repetirnos sus palabras?
JESÚS Yo dije entonces y digo ahora: Malditos los ricos, los que están hartos, porque pasarán hambre. ¡Ay de los que ríen y se burlan de los pobres, porque muy pronto van a llorar y a dar alaridos cuando Dios les vacíe las arcas, cuando Dios les arranque la ropa y los anillos y los deje sin pan y sin dinero para comprarlo, igual que ellos hicieron con sus trabajadores!
RAQUEL Son palabras muy duras…
JESÚS Más duro es el corazón de piedra de los que no quieren compartir.
RAQUEL Tal vez nos estén escuchando personas adineradas pero generosas, de espíritu humilde. ¿Usted también las maldeciría?
JESÚS Una vez un joven rico, de buen corazón, quería acompañarnos. Quería poner la mano en el arado del Reino de Dios.
RAQUEL ¿Y usted qué le dijo?
JESÚS Tienes que elegir: o Dios o el dinero. Si quieres unirte a nosotros, reparte primero tus riquezas entre los pobres.
RAQUEL Si así eran las condiciones… no creo que muchos ricos hayan participado en su movimiento.
JESÚS Alguno entendió, pero la verdad es que entonces y ahora, más fácil pasa un camello por el ojo de una aguja que un rico entra en el Reino de Dios.
RAQUEL Su mensaje no suena políticamente correcto. ¿No le parece demasiado radical?
JESÚS Radical, sí. Pusimos el hacha en la raíz. Y la raíz estaba podrida.
RAQUEL Siempre me enseñaron que usted era manso y humilde de corazón… y ahora lo encuentro… un poco… ¿cómo le diría?… un poco intolerante.
JESÚS Dios no tolera la injusticia, Raquel. Al final, Dios no nos preguntará por ritos ni por plegarias, ni por ayunos ni por templos. Sólo nos examinará sobre la justicia. Y será implacable con los injustos.
RAQUEL Está usted muy alterado…
JESÚS ¿No me pediste que recordara lo que dije en este monte?
RAQUEL A pesar de todo, ¿podemos cerrar nuestro programa reafirmando que su mensaje es un mensaje de paz?
JESÚS El mensaje de Dios es fuego en la tierra. ¡Y yo quiero que arda! Escucha, Raquel, si cada mañana del mundo no deseas ardientemente que desaparezcan las guerras, la violencia, las mentiras, la codicia, la ambición de poder… no entenderás nunca mi mensaje.
RAQUEL ¿Algo más que quiera añadir?
JESÚS Mira al horizonte, Raquel. En este tiempo en que te ha tocado vivir, veo señales en el cielo que anuncian tormenta. Quien tenga ojos para ver que las vea y quien tenga oídos para oír, que oiga.
RAQUEL Acompañando a Jesucristo en su segunda venida a nuestro mundo de hoy, cada vez más desigual y por eso cada vez más violento. Monte de las Bienaventuranzas, Raquel Pérez, Emisoras Latinas.
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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
NOTAS
¡Ay de ustedes, los ricos!
En tiempos de Jesús, los fariseos consideraban “malditos” de Dios, “maldecidos” por Dios (alejados de Dios, no bendecidos por Dios) a los pecadores. Y consideraban “pecadores” o “impuros” a los enfermos, a las enfermas, a las mujeres, a quienes cobraban impuestos (publicanos), a las prostitutas, a quienes no cumplían la Ley y las leyes y ritos que ellos proponían como agradables a Dios. Sin embargo, Jesús no siguió estos criterios religiosos y no maldijo a ninguno de ellos ni de ellas. Maldijo a los ricos con sus famosos ¡Ay de ustedes! (Lucas 6,24-26).
Camellos y agujas
El joven rico del relato evangélico (Lucas 18,18-25) no recibió de Jesús un “consejo” para una “vida de perfección”, como a veces se interpreta. Recibió una propuesta radical: el único camino para entrar en el Reino de Dios es compartir las riquezas y adoptar la perspectiva de los pobres. En aquella ocasión, Jesús remató su propuesta con una gran exageración: dijo que más fácil pasaba el animal más grande que él conocía, el camello, por uno de los objetos más pequeños que se “fabricaban” en su tiempo, una aguja, antes que un rico pudiera entrar en el Reino que él predicaba.
Santiago también los maldijo
Santiago, hermano de Jesús y dirigente de la iglesia de Jerusalén después de la muerte de Jesús, siguiendo la tradición de su hermano, también habló con gran dureza contra los ricos. En su carta, la “maldición” que lanza contra ellos comienza así: Ustedes, los ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir. Porque sus riquezas se han echado a perder y sus vestidos están roídos por la polilla… (Santiago 5,1-6).
Los Padres de la Iglesia y los ricos
El pensamiento “social” de los primeros Padres de la Iglesia continúa la tradición de los profetas de Israel y de Jesús y puede sintetizarse en esta afirmación: quienes poseen riquezas son sólo sus administradores y las riquezas deben distribuirse a los pobres para que dejen de serlo. Abundan los textos. Dice san Basilio: El que despoja a un hombre de su vestimenta es un ladrón. El que no viste la desnudez del indigente cuando puede hacerlo ¿merecerá otro nombre? El pan que guardas pertenece al hambriento. Al desnudo el abrigo que escondes en tus cofres. Al descalzo, el zapato que se pudre en tu casa. Al mísero la plata que escondes. (“Homilía contra la riqueza”). San Ambrosio piensa que cuando el rico da al pobre, lo único que hace es restituir: No es tu bien el que distribuyes al pobre. Le devuelves parte de lo que le pertenece, porque usurpas para ti sólo lo que fue dado a todos, para el uso de todos. La tierra a todos pertenece, no sólo a los ricos (“Homilía Naboth el pobre”). San Agustín afirma de modo claro que lo que se da al pobre es una deuda en nombre de la justicia. La intención primera de Dios fue destinar todo a todos. Y san Juan Crisóstomo afirma: Dios nunca hizo a unos ricos y a otros pobres. Dio la misma tierra para todos. La tierra toda es del Señor y los frutos de la tierra deben ser comunes a todos.
Hacernos hermanos, hacernos humanos
Fiel al mensaje de Jesús, la Teología de la Liberación propone denunciar la riqueza de quienes la acumulan a costa del sudor y la explotación de sus prójimos y anunciar la equidad y la justicia, luchando por hacerla posible. La “opción por los pobres” es un concepto clave en la Teología de la Liberación. Pero esta opción significa entender que no es posible amar a todos por igual. Que la acumulación de riquezas es anticristiana e impide la fraternidad. Y que la acumulación de miserias es también anticristiana e impide la humanidad. Amar al rico, al opresor, significa desafiarlo, combatirlo ―incluso maldecirlo― para lograr que cambie y aprenda a ser hermano. En cambio, amar al pobre, al oprimido, significa acompañarlo y liberarlo para lograr que su vida sea humana.