36- ¿ATEÍSMO?

RAQUEL Entrevistamos hoy a Jesucristo en un recodo del camino que va de Jerusalén a Jericó. Este paisaje desolado es el escenario de una de sus más importantes y recordadas parábolas. ¿Es así o me equivoco?

JESÚS No, no te equivocas. Los maestros de la Ley me preguntaron un día cuál era el mandamiento principal.

RAQUEL ¿Y no lo sabían ellos, que eran maestros?

JESÚS De sobra lo sabían. Ama a Dios y ama a tu prójimo, les dije. Pero insistieron: ¿Y quién es mi prójimo? Querían provocarme.

RAQUEL ¿Y usted?

JESÚS Yo les conté una historia para provocarlos a ellos. Una vez un hombre fue herido por bandoleros en este mismo camino. Pasó un sacerdote y no lo vio. Pasó un levita y tampoco. Pasó un samaritano, se acercó y lo ayudó. Entonces, les dije a los maestros de la Ley: Tu prójimo está en el camino, tu prójimo es quien te necesita. También les dije: de esos tres, el samaritano fue el único que amó a Dios.

RAQUEL ¿Y funcionó su provocación?

JESÚS Sí, se alejaron furiosos.

RAQUEL ¿Por qué tanta furia?

JESÚS Por el samaritano. De muchacho, yo escuchaba: “Samaritano: pagano y marrano”. Los despreciaban. No eran judíos puros, no se mezclaban con nadie. Lo que colmaba la copa era que los samaritanos no creían ni en los sacerdotes ni en el Templo ni en el Dios de los judíos.

RAQUEL ¿Eran ateos?

JESÚS Esa palabra no la usábamos en mi tiempo. Pero sí, los samaritanos no creían en nuestro Dios. Eran… eran eso: ateos de nuestro Dios.

RAQUEL ¿Cómo es la cosa? ¿Se puede ser ateo de un Dios sí y de otro no?

JESÚS Hay dioses falsos, que son ídolos. Hay que derribarlos, dejar de creer en ellos.

RAQUEL ¿Se refiere a la actual crisis de fe?

JESÚS En mi tiempo, fueron los sacerdotes, con sus privilegios, y los levitas, con sus leyes y más leyes, los que provocaron la crisis de fe.

RAQUEL Pues en este tiempo pasa algo parecido. Ya se habrá dado cuenta. Mucha gente se proclama atea por los malos ejemplos de los sacerdotes, de los pastores…

JESÚS Bienaventurados esos ateos, ellos encontrarán a Dios.

RAQUEL ¿Una nueva bienaventuranza?

JESÚS Mira, Raquel, los sacerdotes de Jerusalén adoraban a un ídolo que exigía sacrificios de sangre, imponía cargas insoportables, rechazaba a las mujeres, a los enfermos…Yo me rebelé contra ese Dios, yo les dije a mis paisanos que no creyeran en ese Dios… Yo también fui ateo, ateo de ese Dios.

RAQUEL Entonces, ¿usted no condena el ateísmo?

JESÚS ¿Cómo voy a condenarlo? Puede ser un atajo para llegar al Dios verdadero. Es necesario dejar de creer en dioses falsos para buscar y encontrar a Dios.

RAQUEL ¿Cómo explica esta afirmación… tan desconcertante?

JESÚS La expliqué en este mismo camino… Escucha, Raquel, cuando se encuentra al verdadero Dios ya no se mira hacia arriba sino a los lados. El sacerdote y el levita creían en un dios falso, un dios en las nubes. Fue el samaritano el que realmente creyó en Dios porque vio al herido, se acercó a él, y se hizo su prójimo. Sólo cree en Dios quien ama a su prójimo.

RAQUEL Desde el camino del buen samaritano y, desde hoy, del buen ateo, en el desierto de Judea, Raquel Pérez. Emisoras Latinas.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS

En el camino que va de Jerusalén a Jericó

Actualmente, el camino que va de Jerusalén a Jericó es, como en tiempos de Jesús, impresionante por su desnudez. Está flanqueado por montañas grises y áridas. En uno de sus recodos una pequeña capilla, llamada del Buen Samaritano, recuerda la parábola de Jesús (Lucas 10,25-37). Jesús empleó una auténtica teología “de la provocación” al hacer protagonista de una de sus más importantes parábolas a un samaritano.

Teología de la provocación

Aunque los samaritanos eran descendientes de las tribus que formaron el pueblo de Israel, la rebelión que ocurrió unos mil años antes de Jesús los distanció de los judíos del sur, que establecieron su centro religioso en el monte de Sión, en Jerusalén, mientras los samaritanos lo establecían en Siquem y en el monte Garizim. Dos siglos después, los samaritanos fueron al exilio y experimentaron un mestizaje que los hizo aún más “diferentes” a los ojos de los judíos. En tiempos de Jesús los samaritanos eran muy mal vistos por los judíos, especialmente por los maestros y doctores de la Ley. Sentían por este pueblo un profundo desprecio, mezcla de nacionalismo y de racismo. Consideraban también que los samaritanos no creían en Dios, porque creían en “otro” Dios, distinto al de ellos, al celebrarle “otros” cultos en “otro” templo.  Comentando la “teología de la provocación” de Jesús dice el teólogo español José María Marín: Jesús provocaba un choque emocional para sacar a sus oyentes de posibles torcidas interpretaciones, cuando él reprochaba sus conductas o animaba al seguimiento de su predicación y consejos. Cuando cuenta la parábola del buen samaritano, las expectativas de sus oyentes eran que, tras la insolidaridad del sacerdote y del levita judíos, aparecería un israelita justo, como “héroe” que ayudara al viajero maltrecho. Pero el que llega como “héroe” es el enemigo nato: el hereje, el samaritano. Jesús frustra todas las expectativas de sus oyentes para mostrar que en el reino de Dios desparecen todas las fronteras entre los humanos, pues todos son prójimos. Al deshacer esas expectativas excita sus emociones para hacer más fuerte su reacción.

Donde tú dices Dios…

En los años 70 se hizo muy popular una canción del español Ricardo Cantalapiedra que musicalizaba el poema “Equívocos” del obispo Pedro Casaldáliga: Donde tú dices ley / yo digo Dios / Donde tú dices Dios / yo digo libertad, justicia y amor. Tras los versos y la melodía había una pregunta esencial: ¿qué queremos decir cuando decimos “Dios”, qué quiere decir que “creemos en Dios”? Por coherencia, a la pregunta ¿cree usted en Dios? no deberíamos responder rápidamente con un sí o un no. Deberíamos demandar una precisión: ¿de qué Dios me habla? Y esto, porque no existe tal vez en el diccionario una palabra tan llena de significados contradictorios como la palabra “Dios”. La idea o ideas que se expresan en la palabra Dios tienen una prolongadísima historia en la Humanidad, en la trayectoria que ha experimentado la conciencia humana. Y ese proceso de ir transformando la idea de Dios, de hacerla evolucionar contrastándola con los avances de la filosofía, de la política, de la sociología, de la ciencia, esas distintas teologías ―surgidas de esos contrastes―, no ha sido vivida al mismo tiempo ni al mismo ritmo en las diferentes culturas, en los diferentes pueblos, mucho menos en los diferentes individuos.

Y así, en el siglo XXI, muchas personas supermodernas en su forma de vestir, de hablar, de actuar, pueden estar creyendo en Dios con la idea del Dios medieval: creen en un Dios que determina todos los acontecimientos históricos y ordena todos los desastres naturales, premiando y castigando a comunidades e individuos para demostrar su omnipotencia o para probar la fe de sociedades y personas. Creen que Dios gobierna su vida y fija su destino. Son modernas, pero su Dios es premoderno.

Dónde está Dios

La pregunta sobre el sentido que encierra la palabra Dios se hace más urgente y dolorosa cuando Dios aparece vinculado a estructuras de poder explotador y criminal. Es esa vinculación histórica la raíz de muchos “ateísmos”, especialmente en el continente más cristiano y con mayores desigualdades del planeta, América Latina. La canción del argentino Atahualpa Yupanqui, “Preguntitas sobre Dios” es una más entre muchas que expresaron dramáticamente este problema en los años de mayor presencia de la Teología de la Liberación, que fueron también años de dictaduras militares, injusticias sociales y canciones testimoniales o de protesta en toda América Latina.

Dice la canción: Un día yo pregunté: / Abuelo, ¿dónde está Dios? / Mi abuelo se puso triste / y nada me respondió. / Mi abuelo murió en los campos / sin rezo ni confesión / y lo enterraron los indios / flauta de caña y tambor. / Al tiempo yo pregunté: / Padre, ¿qué sabes de Dios? / Mi padre se puse serio / y nada me respondió. / Mi padre murió en la mina / sin doctor ni protección / color de sangre minera / tiene el oro del patrón. / Mi hermano vive en los montes / y no conoce una flor / Sudor, malaria, serpientes / la vida del leñador. / Y que nadie le pregunte / si sabe dónde está Dios. / Por su casa no ha pasado / tan importante señor. / Yo canto por los caminos / y cuando estoy en prisión / oigo las voces del pueblo / que canta mejor que yo. / Hay un asunto en la Tierra / más importante que Dios / y es que nadie escupa sangre / pá que otro viva mejor. / ¿Que Dios vela por los pobres? / Tal vez sí y tal vez no. / Pero  es seguro que almuerza / en la mesa del patrón.

Prójimo: a quien yo me a-proximo

Ante tantos “ateísmos” nutridos en los malos ejemplos de quienes dicen representar a Dios, en sus injusticias y complicidades con el poder abusivo, la parábola de Jesús resulta profundamente revolucionaria y provocadora: Jesús dice que Dios no está en el templo ni en el cumplimiento de la ley, sino en el prójimo, en la relación que establezcamos con el prójimo, al a-proximarnos (al hacernos prójimos) de quien nos necesita. Prójimo no es sólo aquel que yo encuentro en mi camino, sino aquel en cuyo camino yo me pongo, así lo formula Gustavo Gutiérrez en su libro pionero “Teología de la liberación. Perspectivas.” (1973). En la provocadora parábola de Jesús, quien “entiende” esto y quien lo practica no es ningún representante de Dios, sino un samaritano, un ateo.

La Ateología, una filosofía

El escritor y filósofo francés Georges Bataille (1867-1962) propuso en 1950 publicar lo que llamó “La Suma Ateológica”, glosando la clásica “Suma Teológica” de Tomás de Aquino. Bataille pensaba reunir en ese tratado  argumentaciones y textos que condujeran al lector a un informado, serio y sano ateísmo. El concepto “ateología” nació de este pensador, que nunca hizo realidad su proyecto. Fue retomado recientemente por el filósofo y profesor francés Michel Onfray en su “Tratado de ateología” (Anagrama, 2006), un libro en el que hace la crítica de las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e Islam, promueve el valor del ateísmo como una postura humanista, constructiva y positiva y propone incluso que en las escuelas debe enseñarse Ateísmo como una asignatura. Onfray ubica como “padre” del ateísmo como filosofía sistemática al sacerdote católico francés Jean Meslier (1664-1729), un verdadero revolucionario social, que escribió al final de su vida el libro “Memoria de pensamientos y sentimientos de Jean Meslier”, en el que hacía demostraciones claras y evidentes de la vanidad y falsedad de todas las divinidades y de todas las religiones del mundo.

La reivindicación del ateísmo tiene dos vertientes: la negación de la existencia de Dios. Y otra, más compleja: el cuestionamiento de determinadas ideas de Dios, tal vez las mayoritarias en determinadas etapas de la historia o en determinadas culturas y países. A lo largo de la historia han sido llamados  “ateos”, y han sido hasta llevados a la hoguera y asesinados como tales, personas muy diversas que nunca negaron a Dios, sino que rechazaron “verdades” sobre Dios que predicaban oficialmente las instituciones religiosas con poder represivo. “Ateos” que negaban el infierno, la predestinación, el pecado original, la autoridad del Papa, la virginidad de María… En www.angelfire.com/az/ateismo/bibliografia.html se encuentra una “Pequeña bibliografía sobre ateísmo e historia del cristianismo” con títulos y autores muy variados, interesantes y sugerentes.

El meme Dios

Negar la existencia de Dios no es tarea sencilla. Y no por razones espirituales o  morales. El científico británico Richard Dawkins, en su libro “El gen egoísta” (Salvat, 2000), nos ha enseñado la existencia de “otros” genes diferentes a las estructuras bioquímicas que se replican y se transmiten biológicamente y que constituyen la información que configura nuestros cuerpos. A esas “otras” estructuras las llama “memes” (“mems” en inglés). Las define como unidades de pensamiento ―ideas, valores, conceptos― que elaboran los cerebros y, a través de la cultura y de cerebro a cerebro, se replican, se transmiten y se heredan. Al igual que los genes, los “memes” se recombinan, se seleccionan, aparecen y desaparecen, y algunos prevalecen sobre otros. El Diccionario de Oxford contiene ya la definición de meme: Elemento de la cultura que es autorreplicador y que se transmite a través de la imitación. Según Dawkins, en el acervo mémico de la Humanidad no hay meme tan universal y de tanta persistencia como el meme “Dios”.

Jesús transformó la idea de Dios

Con palabras y con acciones, Jesús transformó la idea de Dios que era mayoritaria en su tiempo, en su cultura y en su país. Dio pistas a la Humanidad para construir una idea alternativa de Dios. En eso radica su grandeza, por eso es fuente de inspiración para tantos seres humanos. En ese sentido, Jesús fue “ateo” del Dios que prevalecía en la cultura religiosa de sus paisanos, así como todos somos ateos respecto a una mayoría de dioses en los que la Humanidad ha creído en otros tiempos y lugares. Jesús fue innovador, provocador, al contrastar su idea de Dios con la de sus paisanos. Jesús llamó a Dios “papá” y en varias ocasiones lo comparó con una mujer. Lo presentó como un Dios que no enferma a nadie ni discrimina a nadie, que no es castigador ni nacionalista, que toma partido por los excluidos: mujeres, niñas, niños, enfermos, pobres, los sin tierra, las sin marido, viudas, repudiadas. Rechazó los sacrificios para agradar a Dios y privilegió la “religión” de las relaciones humanas. Y enfrentó, en nombre de Dios y con una pasión que contagió a muchos de sus paisanos, a los sacerdotes (hombres sagrados), al sábado (ley sagrada del día sagrado), al templo (lugar sagrado), cuestionando, y hasta arrasando, con cualquier jerarquía basada en esa dicotomía tan propia de las religiones: sagrado-profano, puro-impuro, santo-pecador. Estas ideas revolucionarias transformaban la idea de Dios, colocaban a Dios en otro “lugar”. Por estas ideas, Jesús fue perseguido y finalmente asesinado.

Jesús es el referente histórico de quienes creen en otra imagen de Dios y en otro “lugar” para encontrar “lo divino”. Desde Jesús, lo divino no estará nunca más en el Dios de la teocracia política del judaísmo, sino en una trascendencia dentro de las relaciones humanas basadas en el cuidado, la equidad, la inclusión, la compasión, la solidaridad… El Dios de Jesús nunca será hallado en la dogmática, en las leyes o en la institución política del cristianismo.