90- ¿BIBLIA Y ECOLOGÍA?

RAQUEL Calentamiento global. Sequías, huracanes, inundaciones. El pronóstico para nuestro planeta no puede ser más alarmante. En pocos años, la mitad de la población del mundo no tendrá agua para beber. Buenos y calurosos días, Jesucristo.

JESÚS Sí, Raquel, la verdad es que está haciendo más calor aquí que en el Mar Muerto.

RAQUEL En su tiempo, ¿era más fresco?

JESÚS Sí, mucho más. Mi tierra fue siempre calurosa, pero tanto como ahora…

RAQUEL Emisoras Latinas está hoy instalada junto a las murallas orientales de Jerusalén. En el programa anterior y en este lugar tan simbólico, usted, Jesucristo, nos confesó haberse equivocado hace dos mil años al calcular cuándo sería el fin del mundo.

JESÚS Sí, un error mucho más grande que el de nuestro padre Isaac cuando confundió un hijo por otro…

RAQUEL A continuación, usted le quitó toda responsabilidad a Dios sobre los hechos que conducirán a esa hecatombe. Y nos lanzó un dramático llamado para que nosotros mismos, los humanos, evitemos ese fin. ¿Soy fiel a sus palabras?

JESÚS Eres periodista fiel. Eso dije.

RAQUEL Pues bien, de ayer a hoy han llegado a nuestra emisora mensajes de activistas medioambientales de distintas organizaciones. Quedaron entusiasmados con sus palabras y están ansiosos por escuchar de su boca más propuestas ecológicas que les sirvan de
inspiración en sus protestas… Escuche lo que dicen…

JOVEN Jesucristo, le hablo en nombre de un grupo de jóvenes. Después de escucharlo, pensamos que usted es de los nuestros… ¡usted es verde, carajo! ¿Por qué no nos recuerda sus palabras sobre las relaciones entre el ser humano y la Naturaleza?

RAQUEL ¿Qué le dice a nuestro joven oyente?

JESÚS Tal vez lo decepciono… Le diría que… yo no hablé de ese tema que él menciona…

RAQUEL ¿Nada?

JESÚS Nada.

RAQUEL Un hombre tan sensible a los lirios del campo y a las aves del cielo, un poeta del amor, ¿nos va a decir ahora que usted no tuvo sensibilidad medioambiental?

JESÚS No, no la tuve. Fíjate, Raquel, ni esa palabra que dijo el joven, “naturaleza”, la usé yo nunca…

RAQUEL ¿Y qué palabra empleaba?

JESÚS Creación. Dios el Creador y el mundo su creación. Y lo malo era que desde la primera página de las Escrituras, nos enseñaban aquello de: “Llenen la tierra, sométanla. Dominen sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo…”

RAQUEL ¿Como en una guerra?

JESÚS Así mismo, como en una guerra. Y por esas palabras, nos creímos reyes de la creación, dueños del mundo, arrogantes, con derecho a maltratar la tierra, los animales… No comprendíamos que la Tierra no nos pertenece, sino que pertenecemos a ella. Que a la Tierra debemos cuidarla como a una madre.

RAQUEL ¿Usted no tuvo, entonces, ninguna conciencia ecológica?

JESÚS No. Yo entendí el mundo como lo entendíamos en mi tiempo. A ese joven que habló, yo le diría que no me pregunte a mí. Que se inspire en lo que las ciencias pregonan de las maravillas de Dios.

RAQUEL Pero, entonces, la Biblia…

JESÚS La Biblia no lo enseña todo. Dios no cabe en ningún libro. Ni en todos los libros del mundo.

RAQUEL Señor Jesucristo, usted habla de la creación. Pero en la actualidad hablamos de la evolución. ¿Sabe a qué me refiero?

JESÚS No, no tengo idea.

RAQUEL ¿Creación o evolución? Será el polémico tema de nuestra próxima entrevista. Amigas, amigos, no pierdan nuestra sintonía y espérennos mañana a esta misma hora. Recuerden: nuestra
señal en Internet www.emisoraslatinas.net Desde las murallas orientales de Jerusalén, Raquel Pérez, enviada especial.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS
El libro del Universo

La Biblia no es un libro de historia. Menos aún es un libro de ciencia, un libro que dé cuenta, en su pórtico, el Libro del Génesis, del inicio del Universo, como afirman fanáticamente, desde la ignorancia y la arrogancia, los creacionistas. El genetista Richard Dawkins hace esta analogía: Si la historia del universo estuviera escrita a razón de un siglo por página, ¿cuán grueso sería el libro?
Desde el punto de vista de un creacionista, toda la historia del universo, en esa escala, entraría cómodamente en un delgado libro de bolsillo. ¿Y la respuesta científica a la misma pregunta? Para acomodar todos los volúmenes de esa historia en la misma escala sería necesario un anaquel de 16 kilómetros de largo. Esto muestra la magnitud del abismo que separa la auténtica ciencia de las enseñanzas creacionistas.

No hay rastro en la Biblia

La Biblia no es un libro que nos sirva de inspiración para construir una conciencia ecológica. No hay rastros en los libros de la Biblia de sensibilidad medioambiental. A veces algunos citan el Salmo 104 como prueba de la “sensibilidad ecológica” en el Antiguo Testamento. Ni siquiera: ese salmo es un cuerpo extraño que se coló en las páginas bíblicas, es una adaptación del “Himno al Sol” del faraón egipcio Akenaton.

En el relato de la creación con que la Biblia inicia, Dios ordena a los humanos “crecer y multiplicarse” y “dominar” la tierra. Mandatos anti-ecológicos que hoy podemos cuestionar sabiendo, como sabemos, que el exceso de población humana ―ya más de siete mil millones de individuos― y la ideología de dominio sobre otras especies vivas y sobre los recursos naturales están dañando la Vida en el planeta y colapsando la civilización que hemos construido bajo esas “órdenes divinas”. Órdenes de Yahvéh, el Dios de Israel, el Dios de la Biblia, contradicción personificada de la divinización respetuosa y admirada de la Naturaleza, tan presente en todas las religiones de la Gran Diosa Madre.

No más seres humanos, sino mejores cerebros humanos

En el número de primavera 2007 de la revista “Quórum”, de la Universidad de Alcalá, Madrid, el físico español Antonio Ruiz de Elvira reflexiona sobre el problema mayor de nuestro tiempo, el cambio climático, relacionando sus preocupaciones con los dos mandatos divinos en el Génesis: crecer y multiplicarse, dominar la tierra y todo lo que hay en ella. Dice el científico: Combatir el cambio climático es necesario, y al mismo tiempo es inmensamente útil para lanzar a países concretos y a la Humanidad en su conjunto en la dirección de un desarrollo real. Es nuestro deber y será nuestro placer hacerlo. 

El cambio climático deriva de la quema salvaje de carbón y petróleo por la sociedad humana. Como el resto de los animales, los seres humanos necesitamos energía para vivir, y al encontrar estos dos combustibles hemos avanzado alocadamente por un camino casi sin retorno. Al disponer de una energía que encontramos sin esfuerzo, hemos dado vía libre al crecimiento de la población y a una destrucción acelerada del medio ambiente que necesitamos para vivir. Al encontrar esa energía deberíamos habernos controlado en su uso, pero la cultura dominante nos forzaba a utilizarla. ¿De qué deriva una cultura? Richard Dawkins ha acuñado el término “mem” como equivalente social del gen biológico. La elección de una serie de alternativas va generando una vía social de avance. Durante una larga etapa humana en la que no había otra energía que la derivada directamente de la fotosíntesis, o indirectamente del metabolismo de la vegetación fotosintética, la posibilidad de extraer energía útil derivaba del número de animales y de personas. Las personas funcionaban como herramientas de trabajo y como soldados para el robo sistemático. En ambos casos era útil y se hizo culturalmente valioso el crecimiento de la población, y se desarrolló un mem que se llegó a codificar en la Biblia, uno de esos libros que una parte de los habitantes del planeta considera sagrado, mediante un mandato de obligado cumplimiento, pues se aceptaba como exógeno al sistema social: “Creced, multiplicaos y llenad la tierra”. Este mem cultural ha generado, al existir una disponibilidad creciente de energía, una superpoblación totalmente innecesaria. Al mismo tiempo, se desarrolló otro mem cultural: el ansia de posesión por encima de las necesidades básicas. Puesto que para garantizar la supervivencia individual y familiar se hacía necesario disponer de otras personas como herramientas, la posesión de ésa y otras riquezas equivalentes se convirtió en un mem cultural adicional. 

También aquí, la disponiblidad de energía ha llevado al desarrollo de una idea de consumo y de aceleración del ritmo vital totalmente innecesaria, pero que se mantiene y propaga a la población mundial. Para satisfacer estos dos memes culturales se busca la energía más sencilla y rápida, pero la más contaminante, en vez de dedicar esfuerzos en dos direcciones: la reducción de la población y el uso de otras energías no contaminantes. La supervivencia humana deriva hoy de otra consideración distinta de aquella de hace miles de años. En vez de necesitar de los seres humanos como mano de obra necesitamos los cerebros de esos seres humanos como creadores de ideas. En vez de una riqueza derivada de una energía inmediata, necesitamos energía sofisticada en formas cada vez más tecnológicas. La supervivencia de cada uno deriva ahora de la supervivencia del conjunto de la sociedad, de nuestra capacidad para frenar el cambio climático. Sólo rechazando estos dos antiguos memes culturales esto será posible.

Hablan los científicos

La Ciencia, y no la Biblia, la Espiritualidad y no las Religiones monoteístas, nos hablan de la interconexión de nuestra especie humana con todo lo que está vivo, nos explican las maravillas de la Vida que nos rodea. Buscar la dignidad de la vida no es sólo buscar la dignidad de la vida humana. Superar el antropocentrismo en el que hemos sido educados es condición indispensable para defender la Vida.

Reflexiona así el astrofísico Carl Sagan en su libro “Un punto azul pálido”: ¿Cómo es posible que casi ninguna de las principales religiones haya observado la ciencia y concluido: “¡Esto es mucho mejor que lo que pensábamos! El Universo es mucho más importante de lo que dijeron nuestros
profetas, más grandioso, más sutil, más elegante”? En su lugar, dicen: “¡No, no, no! Mi dios es un dios pequeño y yo quiero que siga así”. Una religión, antigua o nueva, que hace hincapié en la magnificencia del Universo, a como lo revela la ciencia moderna, debería ser capaz de extraer a partir de esas ideas las reservas de reverencia y sobrecogimiento apenas explotadas por las creencias convencionales.

Dice el sicólogo e historiador de la Ciencia Michael Shermer: ¿Qué puede ser más conmovedor que escrutar una distante galaxia con un telescopio de 100 pulgadas, que sostener en la mano un fósil de cien millones de años o una herramienta de piedra de quinientos mil años, que pararse frente al inmenso abismo del espacio y del tiempo que es el Gran Cañón, o que escuchar a un científico que investiga la creación del Universo sin parpadear? Eso es ciencia profunda y sagrada. Pero la Ciencia no se opone a la Espiritualidad, más bien la refuerza con mil y una evidencias sobre la complejidad, la belleza, la diversidad y las maravillas de la Vida. Hay grandes científicos que encontraron un sentido trascendente, un Misterio ―llamarlo Dios o darle otro nombre no es relevante―, en las maravillas que descubrían. Dice el físico cuántico Max Planck: Me he vuelto religioso porque pensé hasta el final y luego ya no pude seguir pensando. Todos terminamos demasiado pronto de pensar. Dice el físico Werner Heisenberg: El primer sorbo de la copa de las ciencias vuelve ateo, pero en el fondo de la copa Dios está esperando.

Einstein: un no-creyente religioso

El gran científico Albert Einstein se definió como “un no-creyente profundamente religioso”, admirado siempre con humildad ante la “estructura magnífica de la Naturaleza”. Dice Einstein en “Mi visión del mundo”: El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación
fundamental, la cuna del arte y de la ciencia. Esta experiencia de lo misterioso ―aunque mezclada de temor― ha generado también la religión. Pero la verdadera religiosidad es saber de esa Existencia impenetrable para nosotros, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la Belleza más resplandeciente… En ese sentido, y sólo en ése, pertenezco a los hombres profundamente religiosos… A mí me basta con el misterio de la eternidad de la Vida, con el presentimiento y la conciencia de la construcción prodigiosa de lo existente, con la honesta aspiración a comprender hasta la mínima parte de razón que podamos discernir en la obra de la Naturaleza.

¿Reyes de la creación?

En ciertos mitos del antiguo Egipto se relata que en el juicio final los animales nos pedirán cuenta de lo que hicimos con ellos, del maltrato o buen trato que les dimos. El cristianismo, al igual que el judaísmo, no ha sabido desarrollar una ética capaz de limitar las pretensiones de los seres humanos de dominar a otros seres vivos. Ha separado al ser humano de la Naturaleza, ha hecho del ser humano un apátrida en medio de la Naturaleza, que es su Madre. La idea, tan extendida, de que somos “la especie elegida”, los “reyes de la creación” nos ha separado de los animales y de las plantas, del resto de los seres vivos, otorgándonos el derecho de dominarlos, de usarlos en nuestro beneficio sin reflexionar en el beneficio de ellos. Y sólo cuando nuestro dominio y explotación comienza hoy a perjudicarnos hemos empezado a reflexionar sobre el error que supone creernos “reyes” y “reinas”. Si no fuese porque el desastre ambiental que hemos provocado con nuestro “reinado” nos perjudica, seguiríamos sintiéndonos con el derecho de agotar los recursos naturales y de eliminar especies animales y vegetales sin respeto ni compasión por ellas. Según la teóloga ecofeminista brasilera Ivone Gebara, hasta en la creencia en la resurrección pensamos antropocéntricamente, sintiéndonos los únicos “elegidos”. Ella aboga por repensar y reubicar la creencia en la resurrección de los muertos: ¿Por qué pensar que sólo resucitaremos los humanos? Si así lo pensamos, cultivamos una creencia que establece una jerarquía en la que resultamos privilegiados como especie.

Los Derechos de los Animales

El 15 de octubre de 1978 la Liga Internacional de los Derechos del Animal y las Ligas Nacionales afiliadas proclamaron en París, en la sede de la UNESCO, la Declaración Universal de los Derechos del Animal. El texto fue revisado y mejorado por la Liga Internacional en 1990. El Preámbulo es una joya de sensibilidad, grandeza de alma y precisión científica. Dice: Considerando que la vida es única e irrepetible, teniendo todos los seres vivos un mismo origen y habiéndose diferenciado en el transcurso de la evolución de las especies; considerando que todo ser vivo posee unos derechos naturales y que todo animal dotado de un sistema nervioso y riego cerebral posee unos derechos propios; considerando que el desprecio y el mero desconocimiento de los derechos naturales provoca graves atentados contra la Naturaleza y conduce al ser humano a cometer crímenes contra los animales; considerando que la coexistencia de las distintas especies en el mundo hace necesario el reconocimiento por parte de la especie humana del derecho a la existencia de los demás animales; considerando que el respeto de los humanos hacia los animales es inseparable del respeto de los humanos entre ellos mismos…

Vienen después los artículos de la Declaración:
Artículo 1 – Todos los animales tienen los mismos derechos a la existencia dentro del marco de los equilibrios biológicos. Esta igualdad no oculta la diversidad de especies y de individuos.
Artículo 2 – Toda vida animal tiene derecho a ser respetada.
Artículo 3 – Ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles. Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia. El cuerpo de un animal muerto debe tratarse con respeto.
Artículo 4 – Todo animal salvaje tiene derecho a vivir libre en su propio hábitat natural y a reproducirse. La privación continuada de su libertad, la caza y la pesca como ocio, así como toda utilización del animal salvaje para fines que no sean de necesidad vital, son contrarias a este derecho.
Artículo 5 – Todo animal que el ser humano tenga bajo su dependencia tiene derecho a un mantenimiento y a unos atentos cuidados. En ningún caso debe ser abandonado ni sacrificado de manera injustificada. Todas las formas de cría y utilización del animal deben respetar la fisiología y el comportamiento propios de cada especie. Todas las formas de exhibiciones, publicidad, espectáculos, películas o videos que se sirvan de animales, deben respetar su dignidad y no comportar violencia alguna.
Artículo 6 – La experimentación con animales que implique sufrimiento físico o psíquico viola los derechos del animal. Los métodos alternativos y sustitutivos deben ser desarrollados y sistemáticamente puestos en práctica.
Artículo 7 – Todo acto que implique la muerte innecesaria de un animal o toda decisión que conduzca a dicho acto, constituyen un crimen contra la vida.
Artículo 8 – Todo acto o decisión que ponga en peligro la supervivencia de una especie salvaje constituye un genocidio, es decir un crimen contra la especie. La masacre de animales salvajes, la contaminación y la destrucción de los biotipos son genocidios.
Artículo 9 – La personalidad jurídica del animal y sus derechos deben estar reconocidos por la ley, a través de los entes que los defiendan. La defensa y la salvaguarda del animal deben ser reconocidas y estar representadas en el seno de los organismos gubernamentales.
Artículo 10 – La educación a través de las instituciones, públicas o privadas, debe llevar a los seres humanos, desde su infancia, a observar, comprender y respetar a los animales.

Naturaleza: ¿nuestra Madre o nuestra Hija?

El conocimiento de la Ciencia nos puede hacer más humanos. En los últimos cincuenta años los conocimientos científicos han sido tantos, tan rápidos y tan revolucionarios que no podemos permanecer ajenos a ellos. El científico de la Prehistoria, el catalán Eudald Carbonell, convoca así a la responsabilidad: La posibilidad de convertirnos en dioses es ya una realidad. La sustitución
definitiva de la selección natural por la selección técnica puede ser factible en el curso del tercer milenio. El proceso que nos aleja progresivamente de la Madre Naturaleza ―convirtiéndola en Hija nuestra― y nos conduce a la pérdida de su tutela nos puede transformar en huérfanos o en creadores, dependiendo de nuestros planteamientos y de la capacidad de los hu