ESQUIZOFRENIA RADIOFÓNICA
Frente al micrófono, cambiamos de personalidad. Y perdemos la gracia.
En pocos minutos comenzará la radiorevista. Paola y Julián, los conductores, hablan animadamente en el pasillo. Se ríen con el último chiste, se cuentan la película que vieron el fin de semana.
Ahora entran a cabina. Julián carraspea, Paola ordena los papeles. El técnico levanta la mano y da la señal de comenzar.
JULIÁN Buenos días, amables radioescuchas. Una vez más llegamos a sus hogares para acompañarles durante las próximas tres horas…
Julián habla ceremonioso, circunspecto. Paola adopta el mismo tono formal y severo:
PAOLA En el programa de hoy brindaremos variados temas de su interés…
¿Qué pasó? Antes de entrar a cabina, Paola y Julián eran dos jóvenes alegres, pícaros, chéveres. Detrás del micrófono, cambiaron totalmente. Se pusieron serios. Olvidaron la frescura y la sabrosura de la vida.
Estamos ante un caso frecuente de doble personalidad, de “esquizofrenia radiofónica”. Sus síntomas son esa cara de palo, esa mirada sin brillo, ese tono mo-nó-to-no.
Dicho desequilibrio no es exclusivo de la radio. Se da también en los otros medios de comunicación. Se repite hasta el cansancio en cursos, seminarios, encuentros, conversatorios y demás espacios intelectuales.
Nadie ríe. Los ponentes mantienen una falsa solemnidad. Las expositoras fruncen el ceño y leen ponderadamente. Presentadores y oradores compiten en aburrimiento.
¿De dónde procede esta enfermedad, qué microbio la produce?
Es un virus antiguo. Se contagia en las escuelas, las universidades, en las iglesias y partidos políticos, en las reuniones de adultos.
Quien ríe pierde autoridad, nos enseñaron. Por eso, los maestros y los jefes no se permiten siquiera una sonrisa. Mientras más doctorados y títulos ostenten, más acartonados hablarán.
Este tono triste y gris oculta un profundo miedo al ridículo. ¿Qué van a decir de mí? ¿Cómo yo, siendo licenciado, siendo directora, voy a ponerme de igual a igual con el público?
Libera la palabra, compañero. Deja a un lado los papeles, compañera. Llénate de entusiasmo y corre el riesgo de hablar y de reír.
Antes de comenzar el programa, la charla o el discurso, piensa en tu público. Imagínalos, si estás en cabina. Míralos, si los tienes delante. Te quieren, te están sonriendo. Y esperan pasarla bien escuchándote.
La esquizofrenia radiofónica tiene cura. Una de las mejores vacunas contra ella la aplicaron en una emisora dominicana. A Paola y Julián les habían grabado su radiorevista de tres horas. Cuando terminaron, el director los llamó y los encerró en un salón para que se escucharan.
DIRECTOR En tres horas vuelvo… ¡Que se diviertan!