EL SIGLO DE LA VIDA

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Las luchas ambientales pueden marcar una ruptura histórica irreversible en el mundo. Algo similar a lo que ocurrió con la Ilustración. Un artículo de Juan Cuvi para La línea de fuego.

Luego de siglos de haber mantenido a dios como fundamento del universo, la humanidad volvió los ojos a la ciencia como explicación de todos los fenómenos conocidos. Hasta el alma, ese territorio predilecto de la religión, fue pasado por el rasero de la Psicología.

Pero la ciencia no garantizó a los seres humanos la felicidad que había prometido. La irracionalidad del capitalismo arrasó con los mitos de la razón que nacieron con la Revolución Francesa. El desarrollo tecnológico estuvo indisolublemente asociado con formas brutales y despiadadas de explotación y de violencia política. Las guerras de destrucción masiva del siglo XX son la máxima expresión política de la ciencia moderna.

El culto a la razón tampoco implicó, necesariamente, una defensa de la vida. Por eso no se pudo evitar ni la colonización de los últimos doscientos años ni la depredación de la naturaleza. Al margen de la declaración universal de los derechos humanos, la razón capitalista siempre necesitó archivar algunos escrúpulos. Por ejemplo, frente a la extracción inmisericorde de recursos de los países pobres, a la contaminación del agua, a la pobreza estructural o al racismo. En esos casos, los derechos universales han sido sistemáticamente relativizados.

Hoy, la defensa de la naturaleza y del medioambiente plantea un doble desafío civilizatorio. Por un lado, la preservación de la vida en el planeta; por otro lado, el cuestionamiento al modelo científico-tecnológico-industrial de la modernidad. Del paradigma específico y parcial de la razón estamos pasando al paradigma integral de la vida.

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