NI ESTRELLAS NI ESTRELLADOS

Radioclip en texto sin audio grabado.

Dos actitudes igualmente negativas acechan al entrevistador o la entrevistadora.

Preparaste el equipo de grabación, el tema, el cuestionario, el ambiente… ¿Y tú? ¿Te preparaste sicológicamente para la entrevista?

Dos actitudes igualmente negativas acechan al entrevistador o la entrevistadora: sentirse superior o sentirse inferior al entrevistado o la entrevistada. Ambas son antidemocráticas y perjudican notablemente el resultado de la entrevista.

En primer lugar, están los entrevistadores “estrellas”. Hablan más que el entrevistado, lo interrumpen en todo momento, lo apabullan con preguntas interminables y utilizando un lenguaje incomprensible. Piensan que así deslumbrarán al público. Típico de estos vanidosos y fatuas es pasarse el tiempo calificando las palabras del entrevistado (muy bien, así es, exactamente, correcto, anjá).

Malcriadas y petulantes, sus entrevistas más parecen interrogatorios. O divagaciones personales con un entrevistado de pretexto. Ahí están ellas y ellos, los intocables del periodismo, erguidos como Grandes Inquisidores, ubicados más allá del bien y el mal. Tan convencidos están de su alta profesionalidad que, si leyeran estas líneas, no se reconocerían en ellas.

En el otro extremo están los “estrellados”. Los que se sienten menos, las que se achican ante el entrevistado. La timidez radiofónica les suele arrastrar a un tono ceremonioso, afectado, bajando la voz, como si estuvieran junto a un enfermo. Naturalmente, contagian al entrevistado y al poco rato ambos adoptarán el mismo estilo de velorio.

Apocados y achicadas, piensan que una entrevista consiste en abrir el micrófono y dejar que el otro hable hasta que se canse. Dejan baches, se duermen, no saben cortar a tiempo. Apelan a la cortesía debida al entrevistado para ocultar su falta de conducción y su ineptitud para centrar el tema y hacer avanzar una idea.

Ni estrellitas ni estrellados. La relación entrevistador-entrevistado tiene que ser democrática, franca, de igual a igual. ¿No consiste en eso el valor fundamental de la nueva visión de ciudadanía?