PUBLIRREPORTAJES

Radioclip en texto sin audio grabado.

Promocionar las iniciativas económicas de una ciudadanía empobrecida y sin empleo.

Cada vez más, la televisión nos agobia con los famosos publirreportajes. Para vendernos un artefacto de gimnasia que nos quitará cuarenta kilos de grasa en cuatro días, emplean hasta media hora repitiendo y repitiendo la misma cantaleta.

No hay que imitar la metodología conductista —la de los perritos de Pavlov—, pero el formato sí puede funcionar muy bien en una emisora con vocación social.

¿De qué se trata? De hacer publirreportajes sobre las empresas de iniciativa ciudadana. Un grupo de mujeres se organiza para vender bocaditos en las fiestas. La radio va, la entrevista, las promociona, da los teléfonos donde las pueden ubicar. Unos payasos deciden ganarse la vida animando cumpleaños infantiles. La radio los contacta, transmite uno de los números cómicos, felicita y promociona. Un equipo de jóvenes con habilidad para arreglar los desperfectos caseros forma una cooperativa y quieren darse a conocer. La radio abre los micrófonos para que expliquen qué saben hacer, pondera los servicios ofrecidos, y de paso les pide que arreglen el baño de la emisora que gotea.

Un espacio de publirreportajes, diarios y gratuitos, sería un granito de arena para promocionar las iniciativas económicas de una ciudadanía empobrecida y sin empleo.

Otro granito de arena podría ser una especie de consultorio económico donde unos oyentes preguntan y otros les dan buenos consejos. Naturalmente, hace falta alguien que guíe el diálogo y que sepa de pequeñas inversiones, de microempresas. Por ejemplo, hoy llama una chica que tiene un dinerito y quiere poner una manicurista, pero no sabe si eso da algo y cuál sería el mejor camino para empezar. El conductor pregunta al público o él mismo le sugiere trabajar a domicilio y ahorrarse el pago del alquiler del local.

Mañana vienen al programa un par de muchachos que no saben qué hacer con su vida ni cómo “recursearse” para salir adelante. Un oyente sugiere una venta de salchipapas. Pero como hay mucha competencia en esa calle, el consultor les añade un intangible: los clientes tienen opción a tirar unos dados y si aciertan no pagan.

Y así, entre las sugerencias del público y las orientaciones del consultor, va avanzando el programa. Antes hacíamos —y siguen siendo válidos— consultorios de orientación vocacional. En estos tiempos, suelen ser más pragmáticos: ¿cómo me gano los frijoles de hoy y de mañana?

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