46- ¿ENDEMONIADOS?

RAQUEL Emisoras Latinas cubriendo en exclusiva la segunda venida de Jesucristo a la tierra. Nuestros micrófonos se encuentran ahora muy próximos a la mezquita de El Aqsa con su bellísima cúpula de plata.

JESÚS Antes, aquí estaban las caballerías del famoso rey Salomón.

RAQUEL Pues sigamos hablando del otro rey más famoso, el Príncipe de las Tinieblas.

JESÚS ¡El príncipe de las Tinieblas!

RAQUEL Usted se ríe del diablo, pero en los catecismos, en los libros de teología, en las oraciones, siempre sale Lucifer. Usted niega que existe, pero negarlo equivale a la excomunión. ¿No le preocupa eso?

JESÚS No, Raquel, ya fui excomulgado por contradecir muchas de las creencias de mi religión. Los sacerdotes de mi tiempo me expulsaron de la sinagoga.

RAQUEL Jesucristo excomulgado, una afirmación que sorprenderá a nuestra audiencia. Como la que nos hizo en la anterior entrevista: usted, Jesucristo, se atrevió a negar la existencia del diablo. ¿Mantiene su posición?

JESÚS Sí, la mantengo.

RAQUEL Un oyente escandalizado nos envió este correo electrónico: ¿Cómo dice ahora que no existe, si él mismo arrojaba demonios?

JESÚS Ese amigo tiene razón al hacer esa pregunta.

RAQUEL Yo confirmé los hechos. Una vez, en Gerasa, usted sacó de un hombre no uno, sino una legión de demonios. Eran tantos que se metieron en una piara de cerdos y luego se arrojaron al mar por un precipicio… ¿Se acuerda?

JESÚS Te explico, Raquel. Mis paisanos no sabían de enfermedades. Pensaban que era el diablo el que ataba la lengua de los mudos y el que cerraba los oídos de los sordos. Había cosas peores. Cuando un hombre daba un salto y botaba espuma por la boca, pensábamos que el mismísimo demonio se le había metido en el cuerpo…

RAQUEL Un ataque de epilepsia…

JESÚS Con los locos, lo mismo. Creíamos que estaban poseídos por espíritus inmundos…

RAQUEL ¿Y qué hacían con ellos?

JESÚS Los sacaban de sus casas, los escondían, los amarraban. Recuerdo a ese infeliz de Gerasa. Lo tenían atado con cadenas, viviendo en un cementerio, desnudo, sin comer… Si no estaba del todo loco, lo acabaron de rematar.

RAQUEL ¿Y usted pudo hacer algo por él?

JESÚS Tranquilizarlo. Entre Pedro y Santiago le quitaron las cadenas. Yo hablé con él… No había más demonios que los vecinos. Lo tenían amarrado como a un animal…

RAQUEL Entonces, ¿no le sacó ningún demonio?

JESÚS No podía sacar lo que no había entrado.

RAQUEL Conclusión. ¿Los demonios no entran en los cuerpos de la gente?

JESÚS No, porque no existen.

RAQUEL ¿Y la piara de cerdos arrojándose al mar?

JESÚS Eso lo deben haber añadido después los gerasenos que, además de exagerados, eran muy supersticiosos. Esas son cosas del pasado, de no saber mucho de medicina.

RAQUEL No creo que sean tan del pasado porque todos los días sale una película nueva sobre posesiones diabólicas. ¿Usted no vio El Exorcista?

JESÚS No, me la perdí…

RAQUEL Es una película terrible de una niña poseída por el demonio.

JESÚS Hay muchos demonios que poseen niñas, pero son de carne y hueso. Esos sí deberían arder en la Gehenna.

RAQUEL ¿Y tanta gente que ha visto al diablo, los cultos satánicos, los exorcismos? En el Vaticano hay escuelas de exorcistas, ¿lo sabía?

JESÚS Cuentos de samaritanos.

RAQUEL Entonces, ¿podemos dormir tranquilos? ¿Los demonios no andan sueltos?

JESÚS Si Dios nos ama como una madre a sus hijos, ¿crees que va a dejar sueltos por el mundo unos espíritus malvados para hacer daño a la gente?

RAQUEL Un momento, que tenemos una llamada… ¿Sí, aló?… Es el mismo del otro día…

HOMBRE Dígale a ese falso profeta que usted está entrevistando que el mejor truco del diablo es hacernos creer que no existe. Dígale eso.

RAQUEL ¿Qué le parece esta opinión, Jesucristo?

JESÚS Yo creo lo contrario. El mejor truco es hacernos creer que sí existe.

RAQUEL ¿Por qué dice eso?

JESÚS Porque el diablo es un negocio.

RAQUEL ¿Cómo un negocio?

JESÚS Si, hablar del diablo y predicar del diablo ha sido siempre un gran negocio. Pero de eso conversamos mañana, ¿te parece?

RAQUEL Usted manda. Si no manda sobre los demonios, sí sobre los periodistas. Raquel Pérez, Emisoras Latinas, Jerusalén.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS

El endemoniado de Gerasa

Gerasa era una ciudad situada en la orilla oriental del lago de Galilea. Formaba parte de la llamada Decápolis o Liga de las Diez Ciudades, un territorio de costumbres griegas, habitado casi completamente por extranjeros. Por eso, los israelitas la consideraban tierra de gentiles. El relato del endemoniado sanado allí por Jesús aparece en los tres evangelios sinópticos (Mateo 8,28-34). Es una narración basada en una leyenda oral que posteriormente se transformó en un esquema de catequesis.

Endemoniados que eran enfermos

En tiempos de Jesús se desconocía el origen de la mayoría de las enfermedades. Todas las que hoy ya sabemos que tienen origen psíquico o neurológico ―epilepsia, convulsiones, locura, diversos trastornos mentales―, al igual que la sordera y la mudez, se entendían como efecto de la presencia del demonio en los cuerpos, señal de posesión diabólica. Los “endemoniados” de los relatos evangélicos curados por Jesús fueron seguramente enfermos de estas dolencias, quienes, además de sus sufrimientos físicos, debían soportar la discriminación de la comunidad, el rechazo de sus paisanos y el anatema de las autoridades religiosas.

Los endemoniados de hoy

Una gran cantidad de películas ―“La semilla del diablo” de Roman Polanski, 1968; “La profecía” de Richard Donner, 1976; y especialmente “El exorcista” de Wlliam Friedklin, 1973, la película de horror más popular en los años 70, y todas las que después trataron de emularla y las de su saga (“El Exorcista” 2, 3, 4, 5, 6…)― contribuyeron a popularizar el tema de las posesiones diabólicas. Y seguramente propiciaron que aparecieran en muchos lugares casos de endemoniados y endemoniadas que requerían de exorcistas que los atendieran.

Respondiendo a estos contagios mediáticos y en fidelidad a la doctrina oficial, la Pontificia Academia “Regina Apostolorum” del Vaticano ofrece desde inicios del año 2000 un curso especial para sacerdotes que quieran aprender a lidiar con el diablo graduándose de exorcistas. El curso los prepara en los aspectos bíblicos, teológicos, históricos y legales del satanismo. Los Legionarios de Cristo ―una de las congregaciones religiosas más conservadoras en el catolicismo, fundada por Marcel Maciel, un sacerdote pedófilo― son los responsables de esta Academia. En las facultades de teología católicas que siguen el pensamiento oficial del Vaticano, como la Universidad de Navarra, España, existe la especialidad en Demonología.

Cómo “sacar” demonios

Según el Ritual Romano del Papa Paulo V (1614), vigente durante siglos, las tres señales claras de posesión diabólica en una persona son: el poder de hablar en lenguas extrañas, el poder de informar sobre acontecimientos secretos y el poder de desarrollar una fuerza física sobrehumana. El Ritual explica que el poseso puede hablar con un tono de voz especial o producir algarabías confusas y se burla del latín, como de todo “lo sagrado”. Indica que el poseso también accede a información secreta y, por ejemplo, sabe cuándo una persona está cometiendo un pecado. Respecto a la fuerza,explica que los rasgos del poseso se transforman y que esto se aprecia en la fuerza que desarrolla y en los cambios que se observan en sus ojos.

En 1999, el Vaticano actualizó su ritual exorcista. Comienza éste con rezos, una bendición y rociado de agua bendita. La fórmula para exorcizar comienza con “Te ordeno a ti, Satán”, quien es denunciado como “el príncipe de este mundo” y el “enemigo de la salvación humana”. El exorcismo finaliza con la orden “¡Vete, Satán!”

Habla un exorcista

El sacerdote italiano Gabriele Amorth es uno de los exorcistas más conocidos del mundo. Es fundador y presidente de honor de la Asociación Internacional de Exorcistas y autor del libro “Habla un exorcista”. Según Amorth se puede caer “en las garras del demonio” por cuatro motivos. Primero, porque caer signifique un bien para la persona (es el caso de muchos santos, dice el experto). O por persistir en el pecado. O porque uno haya sido víctima de un maleficio pactando con el demonio. O, finalmente, porque uno practica el ocultismo. Amorth explica que le es imposible dar cifras precisas de los endemoniados que ha conocido y tratado. Los casos de verdadera posesión diabólica que yo atiendo ―explica― son numerosos, pero es porque a mí llegan los casos más difíciles, no resueltos por otros exorcistas. Y reconoce: En los primeros años de mi actividad, cuando acogía a todos sin filtro, la gran mayoría eran enfermos síquicos, sin el demonio de por medio.

Nuestros demonios

La palabra “demonio” (“daimon” en griego) significa literalmente “desgajado”. Una visión sicológica de este concepto entiende los “demonios” como la sombra de nuestra propia conciencia, lo que se conoce como “componentes neuróticos” de la personalidad, la cara oculta de nuestra psique. Si rechazamos esas “sombras”, nos perseguirán. Y terminaremos atribuyendo a un Ser malvado y externo a nosotros, a un Demonio, al Diablo, lo que son simplemente nuestras debilidades, nuestras limitaciones, nuestros lados oscuros. Al actuar así, dejamos de hacernos responsables de nuestros propios actos.

Hay que aprender a lidiar con nuestros “demonios”. Mientras más los neguemos y rechacemos, más poder tendrán sobre nosotros. Un maestro zen dice: Hazte amigo de tu rabia, forma parte de ti, es tu energía vital. No te cortas el dedo cuando te duele. Mientras menos aceptemos nuestras sombras, mientras menos las reconozcamos, las proyectaremos en los demás: en los de otra raza, en los de otra cultura, en los homosexuales, en los emigrantes, en las mujeres… Así “endemoniaremos” a nuestros semejantes. Así, siempre serán “los otros” los responsables, los culpables. En estos “demonios”, en los nuestros, sí podemos “creer”. Creer en diablos y demonios sobrenaturales que entran en nuestros cuerpos y en nuestras vidas, que circulan por el mundo para dañarnos, es una creencia anticristiana, contraria al Dios de quien nos habló Jesús.