51- ¿HACERSE COMO NIÑOS?

RAQUEL Estamos en Nazaret, donde Jesucristo creció en edad, sabiduría y gracia, y donde Emisoras Latinas lo continúa entrevistando. Usted fue niño aquí. Cuéntenos cómo era la vida de los niños en su tiempo…

JESÚS ¿Qué te diré, Raquel? Teníamos que trabajar desde muy pequeños. Quien no cuidaba ovejas o cabras, pisaba uvas. Aprendíamos a sembrar, a moler el grano…

RAQUEL Hoy hay convenciones internacionales que hablan de los Derechos de los Niños… ¿En su tiempo?

JESÚS En mi tiempo, ningún derecho, todo torcido. A los niños los metían en el mismo talego que a los enfermos, los esclavos y las mujeres. Los últimos de la cola. El único valor de los pequeños era… que iban a ser grandes.

RAQUEL ¿Y las niñas?

JESÚS Peor con ellas. Las niñas crecían y… seguían sin tener valor. Mira a aquellos dos que andan corriendo… ¡Ey, muchachos, vengan!

NIÑA ¿Ustedes son turistas?

JESÚS Ella es periodista…

NIÑO Mi papá tiene una barba como usted…

JESÚS ¿Quieren que les regale un pelo de mi barba?… ¡A ver quién de los dos me lo arranca!

RAQUEL Parece un padre con sus hijos… ¿Usted nunca tuvo hijos? ¿No quiso tenerlos?

JESÚS ¿Qué árbol no quiere dejar semillas, Raquel?

NIÑA ¿Usted cómo se llama?

JESÚS Jesús.

NIÑA ¿Y ella?

JESÚS Raquel. ¿Y tú cómo te llamas?

NIÑA Samira.

JESÚS ¿Y tú?

NIÑO William.

JESÚS Samira y William. Esos nombres no existían en mi tiempo…

NIÑA ¿Usted sabe contar cuentos?

JESÚS ¿Cuentos?… ¡Me sé mil cuentos! ¡También sé adivinanzas!

RAQUEL Disculpe, Jesucristo, pero volviendo al tema de sus hijos…

NIÑA Él no se llama Jesucristo, se llama Jesús.

MADRE ¡Ey, muchachos!… ¿Dónde andaban metidos?… ¡Samira, William!… ¡Vengan, no molesten a esos señores!

NIÑOS ¡Nos va a contar un cuento!

JESÚS Vayan, vayan con su mamá… Después vuelven para el cuento…

RAQUEL Se lleva bien con los muchachos, ¿no?

JESÚS Siempre me gustó hablar con ellos… Una vez, una niña como esta Samira me explicó cuándo dan a luz las cabras monteses y dónde hace su nido el gavilán… Es que los niños no sólo aprenden… También enseñan…

RAQUEL Tenemos una llamada… ¿Aló?

PIRON Soy Claude Piron, sicólogo… He estado oyendo su programa y estoy encantado…Han pasado dos mil años y veo que Jesucristo sigue siendo el mismo, un revolucionario.

RAQUEL ¿Por qué dice eso, monsieur Piron?

PIRON Porque es muy reciente la idea de que los niños son ciudadanos. Hasta el siglo 20 los veíamos como animalitos que los adultos teníamos que domesticar. Que un niño tenga valor por sí mismo no se le ocurría a nadie. A Jesucristo sí se le ocurrió.

RAQUEL Gracias al amigo sicólogo que nos acaba de llamar. Entonces, por lo que oigo, usted se adelantó a su tiempo.

JESÚS O a lo mejor es que ellos se retrasaron…

RAQUEL ¿Quiénes ellos?

JESÚS Los del grupo… Me acuerdo una vez que estábamos conversando en Cafarnaum y vinieron unos niños. Santiago, Juan y Pedro se molestaron. Váyanse, están estorbando. Aquí estamos hablando de cosas serias.

RAQUEL ¿Y usted?

JESÚS Yo llamé a los niños. Quédense, les dije. Y a Pedro y a los otros, les advertí: Los más pequeños serán los más grandes en el Reino de Dios. Y ustedes, si no se hacen como niños, se quedarán fuera.

RAQUEL Pues mire, ahí vienen esos dos de nuevo…

JESÚS Samira y William…

RAQUEL Nosotros despedimos el programa y usted, Jesucristo, cuénteles el cuento que les prometió… Desde Nazaret, Raquel Pérez. Emisoras Latinas.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS

Menores de edad

En tiempos de Jesús, los niños no tenían ningún derecho, tenían muchas responsabilidades y valían muy poco. Las niñas valían aún menos. De las niñas se decía que eran “un tesoro ilusorio”. Los hijos y las hijas se consideraban como una bendición de Dios, pero su importancia sólo era real hasta que llegaban a la “mayoría de edad”, a la que arribaban muy pronto, a los doce años. Desde el punto de vista de las leyes y de las obligaciones y derechos religiosos, el poco valor de los pequeños se describía incluyéndolos en esta fórmula, habitual en los escritos de la época: “sordomudos, idiotas y menores de edad”. También aparecían citados junto a ancianos, enfermos, esclavos, mujeres, tullidos, homosexuales y ciegos.

Los Derechos de Niños y Niñas

La primera declaración de los derechos de niños y niñas fue la “Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño” de 1924, redactada por Eglantyne Jebb, fundadora en 1919 de la organización internacional Save the Children, dedicada a ayudar y a representar a los millones de niños refugiados y desplazados en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Fue la primera ONG dedicada a la infancia. Aquel texto pionero fue aprobado por la Sociedad de Naciones el 26 de diciembre de 1924. En 1948, las Naciones Unidas aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos que, implícitamente, incluía los derechos de los niños. Años después creció la convicción de que las necesidades específicas de la infancia debían ser enunciadas y protegidas de forma también específica.

En 1959, la Asamblea General de la ONU aprobó una “Declaración de los Derechos del Niño”, con 10 principios. En 1989, la ONU ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño, a la que se han adherido todos los países del mundo, menos Estados Unidos y Somalia. En 1991, se creó en la ONU el Comité de los Derechos del Niño, que supervisa la aplicación de la Convención en todo el mundo. Lo integran diez expertos internacionales en derechos humanos de distintos países y de sistemas jurídicos diferentes. Les corresponde revisar los informes periódicos sobre la situación de los Derechos del Niño, que envían los gobiernos, y hacerles a los gobiernos recomendaciones en representación de la infancia mundial. El Comité también lanza iniciativas. En 2002, por ejemplo, movilizó una campaña global para concientizar sobre la gravedad de aplicar a los niños castigos corporales.

Diez principios, diez derechos

Estos son los diez principios de los Derechos del Niño y de la Niña, enunciados de forma que niños y niñas los entiendan:
1 – Tenemos derecho a disfrutar de derechos. No importa el color de nuestra piel, el idioma que hablamos, nuestra religión o nuestras ideas, el país donde nacimos o si nuestra familia tiene o no dinero.
2 – Tenemos derecho a oportunidades para desarrollar nuestro cuerpo y nuestra mente, y para crecer en libertad y con dignidad.
3 – Desde que nacemos, tenemos derecho a tener un nombre y una nacionalidad.
4 – Tenemos derecho a buena salud, a comer bien, a vivir en una casa, y a jugar.
5 – Si tenemos alguna discapacidad en el cuerpo o en la mente tenemos derecho a cuidados especiales.
6 – Tenemos derecho a que nos quieran y nos cuiden, en primer lugar en nuestra familia. La sociedad y el gobierno también deben cuidarnos.
7 – Tenemos derecho a una educación que no sea aburrida y que nos haga cultos, capaces, responsables y útiles a los demás. Y que sea gratuita y obligatoria en los niveles básicos.
8 – En cualquier desastre o conflicto, tenemos derecho a ser los primeros en recibir ayuda y protección.
9 – Tenemos derecho a que nos protejan de todo abandono, de toda crueldad y de todo abuso. Y no nos deben hacer trabajar si eso daña nuestra salud o perjudica nuestro desarrollo.
10 – Tenemos derecho a que nos eduquen para ser generosos con los demás y para trabajar por la paz en el mundo.

A pesar de las declaraciones…

A pesar de declaraciones, convenciones, principios, códigos y derechos, la situación de la niñez en el planeta que  compartimos sigue siendo un desafío colosal. Con una información variadísima, recopilada por todo el mundo, el periodista español José Manuel Martín Medem ha construido un libro estremecedor: “La guerra contra los niños” (Editorial El Viejo Topo, Barcelona 1998). Este comprometido periodista reúne y describe en este libro la violencia extrema que nuestro mundo, que se cree civilizado, ejerce sobre niños y niñas en la industria del sexo, en las guerras tribales, en el tráfico de órganos, en el abuso sexual en los hogares, en el trabajo esclavo, en las adopciones ilegales, en las servidumbres domésticas, en las maquilas… Dice su autor en la introducción: En esta guerra el armamento más letal se dirige contra las niñas, contra las hijas de la miseria: padecen el desamparo como todos los marginados y la discriminación y la violencia como casi todas las mujeres. En apariencia, la protección de los niños está avanzando, avanzan las declaraciones y las promesas, pero la ayuda más elemental para la infancia sigue siendo esta recomendación: “No te creas lo que te dicen, sino lo que te hacen”.

Pionero en un tiempo sin derechos

Al igual que Jesús tuvo una actitud auténticamente revolucionaria con las mujeres, su actitud hacia los niños tuvo que resultar sorprendente para la sociedad de su tiempo. Enseñó que el Reino de Dios era para “los niños” y para “los que son como niños”. Esto significa que el Reino pertenece a quienes no son tomados en cuenta en la sociedad. Y significa que Jesús hizo a los niños destinatarios privilegiados del Reino de Dios en cuanto niños, dando a entender que los pequeños están más cerca de Dios que los adultos. Para él tuvieron valor no por lo que iban a ser de mayores, sino por lo que ya eran a su corta edad. Esta actitud de Jesús no tiene precedente en las tradiciones de sus antepasados. Claude Piron es un sicoterapeuta y lingüista suizo, profesor universitario, especialista en temas interculturales. Participa en el programa dando relieve a la novedad del mensaje y la actitud de Jesús hacia los niños. 

Lo que nos enseñan los niños

Son muchas y muy buenas las películas sobre lo mucho que niños y niñas pueden enseñar a los adultos. Le encantarían a Jesús, confirmarían su intuición de que de los pequeños es el Reino de Dios, de que podemos aprender de los más chiquitos a ser más humanos. Destacamos una de esas películas: “El color del paraíso” (2000), del iraní Majid Majidi, en donde el niño- maestro es un niño ciego. El crítico de cine Julio Rodríguez Chico dice en su comentario a este film: Viendo ésta y otras películas iraníes tan llenas de belleza y amor por la vida, en el espectador surge de manera natural el deseo de clamar para no destruir esas vidas y esas tierras, y de pedir a los mayores que aprendan de los niños a mirar, a no permanecer en la ceguera de la guerra que les impide ver el color del paraíso”.