87- ¿EUTANASIA?

RAQUEL Emisoras Latinas continúa con sus micrófonos en Jerusalén. Hoy, domingo de Pascua, estamos Jesucristo y yo sentados en una esquina del populoso barrio árabe. ¿Algo que le llame la
atención? ¿El bullicio, la ropa de la gente, los edificios?

JESÚS Los viejitos.

RAQUEL ¿Por que los viejitos?

JESÚS Veo muchas personas mayores, Raquel. Antes, no era así… La gente no vivía tanto tiempo, la muerte nos visitaba más temprano…

RAQUEL Ahora es diferente. Con tantas medicinas, cualquiera llega a los ochenta años.

JESÚS Como Matusalén…

RAQUEL Y ahí surge la pregunta: una persona mayor, enferma y sin remedio… ¿cuándo debe morir?

JESÚS No te entiendo… Debe morir cuando le llega su hora…

RAQUEL Pero, ¿quién marca esa hora? Hoy en día, una persona puede estar muy enferma pero no se muere, porque la internan en un buen hospital, le ponen todo tipo de aparatos y… y no se muere…

JESÚS ¿No la dejan morir?

RAQUEL Ahí está la discusión. Dicen que Dios es el dueño absoluto de la vida y que nosotros no podemos decidir… Una llamada… ¿Aló?… ¿Sí?… Ya ve, Jesucristo, tenemos en línea un radioescucha que quiere saber su opinión sobre la eutanasia…

JESÚS ¿Qué palabra es ésa, Raquel?

RAQUEL Lo que le hablaba. Tener una muerte digna, decidir la propia muerte. Escuche…

JOVEN Jesucristo, mi madre es muy anciana y tiene una enfermedad incurable. Los dolores son terribles, ya los calmantes no le hacen nada. Ella no quiere vivir más y nosotros tampoco queremos verla sufrir así…

JESÚS ¿Y?

JOVEN En el hospital nos dicen que su corazón es fuerte, que le darán unas medicinas nuevas, que la harán vivir meses, hasta años…

JESÚS Pero, ¿qué vida sería ésa si ya se quebró el cántaro en la fuente, si ya está roto el hilo de plata?

JOVEN Ella no quiere estar en el hospital, ella quiere morir en su casa…

JESÚS ¿Y por qué no hacen lo que ella quiere? Es de sabios conocer cuándo abrirle las puertas a la muerte.

JOVEN ¿Y podemos suprimirle las medicinas y… y adelantar así su… su partida?

JESÚS Hablen con ella, acompáñenla. Si ella está en paz y lista para el viaje, que ella decida. Y si no, ustedes, sus hijos, los que la quieren de verdad, tomen la decisión.

RAQUEL La llamada se cortó… El muchacho estaba llorando…

JESÚS Tiene que estar sufriendo mucho…

RAQUEL Es que hay leyes que prohíben la eutanasia. Y sobre todo, hay personas religiosas que dicen que esa señora debe aceptar sus dolores y ofrecérselos a usted…

JESÚS ¿A mí? ¿Por qué a mí?

RAQUEL Porque usted sufrió por ella y ahora a ella le toca sufrir por usted.

JESÚS Qué desatino… Yo sufrí por culpa de los poderosos que ordenaron mi muerte. Y ella sufre porque está enferma, Raquel.

RAQUEL Pero ¿no dicen que el sufrimiento purifica, que agrada a Dios?

JESÚS A Dios le agrada la vida. La vida en plenitud. ¿Cómo Dios va a querer el sufrimiento de sus hijos, de sus hijas, cuando los dolores pueden evitarse? El dolor, Raquel, es un buen maestro. Pero no hay que ir a su encuentro. Viene sin avisar.

RAQUEL ¿Y cuando no hay recuperación posible, cuando la vida se prolonga artificialmente y el dolor es inútil?

JESÚS Raquel, te lo dije hace unos días. Dios nos hizo dos regalos: la vida y la libertad. Quien tenga oídos para entender, que lo entienda.

RAQUEL Tratando de entenderlo, y desde una esquina del barrio árabe de Jerusalén, Raquel Pérez, Emisoras Latinas.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS
Un tema de nuestro tiempo

Jesús de Nazaret habló mucho más de la vida que de la muerte. Nunca habló de la eutanasia ni de algo similar porque en su tiempo la gente no vivía tantos años ni había conocimientos científicos para prolongar la vida. Aunque la eutanasia (“morir bien”) es un concepto antiguo, la polémica sobre la eutanasia es un tema de nuestro tiempo. Porque la gente vive muchos más años, al haber logrado la medicina prolongar la vida humana de forma notable en el último siglo.

Gary S. Becker, Premio Nobel de Economía en 1992, considera que aumentarle a la gente los años de su vida es el mayor de los logros del siglo XX. Lo escribía así cuando culminábamos el siglo XX y entrábamos al XXI: En la fiesta del 31 de diciembre en casa le pedí a nuestros invitados que opinaran sobre la conquista más importante del siglo XX. Hubo varias propuestas: el crecimiento de la democracia, la invención de las computadoras… Yo les dije lo que pensaba: lo que más benefició a la gente común y corriente en el siglo XX fue la extensión de la expectativa de vida. Las mejoras en la atención de la salud desde 1900 hasta este fin del siglo han sido espectaculares. En el mundo occidental, la expectativa de vida aumentó de 45 años a principios de siglo a más de 75 años en vísperas del siglo XXI.

La “muerte bella” es un crimen

El teólogo católico suizo Hans Küng define la eutanasia como la muerte bella, es decir, buena, rápida, leve, sin sufrimientos. Sin embargo, la teología católica tradicional, y actualmente la posición oficial del Vaticano, rechazan la eutanasia, la consideran un crimen, e insisten en la
defensa de la vida “desde su concepción hasta su fin natural”. Al igual que en el caso de los anticonceptivos y el aborto, existe una férrea oposición de la tradición católica a toda forma “artificial” de decidir sobre la vida.

Ésta es una de las expresiones de esta posición oficial, tomada de la Carta al Personal de Salud católico de todo el mundo que en 1995 firmó el religioso carmelita Bonifacio Honings, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe: La eutanasia trastorna la relación médico-paciente. De parte del paciente porque éste se relaciona con el médico como con aquel que puede asegurarle la muerte. De parte del médico, porque ya no es más el absoluto garante de la vida y de él el enfermo debe temer la muerte. El contacto médico-paciente es una relación de confianza de vida y como tal debe permanecer.  La eutanasia es un crimen al que los agentes de la salud, garantes siempre y sólo de la vida, no pueden cooperar de ningún modo. Esto mismo vale para el aborto, incluso en el caso de la salud de la madre, de una grave malformación fetal y del agravio de un embarazo originado por una violencia sexual. En efecto, la vida es un bien tan primario y tan fundamental, para que podamos ponerla en comparación, de igualdad o hasta de inferioridad, con ciertos inconvenientes, aunque fueren gravísimos. A este punto, la síntesis de la ética hipocrática y la moral cristiana es incontestable: tanto la ética hipocrática como la moral cristiana rechazan toda forma de aborto directo y de eutanasia directa sea activa o pasiva, porque se trata de un acto de supresión de la vida prenatal y de un acto homicida que ningún fin puede legitimar.

Los “cuidados desproporcionados”

Los avances de la tecnología médica son tantos que han abierto una brecha en la oposición oficial católica a la eutanasia, permitiendo lo que puede llamarse eutanasia pasiva: para aliviar el dolor cuando ya no hay cura posible o cuando la técnica resulta costosa y compleja. Se lee en la misma Carta de Honings: Cuando se plantea la imposibilidad de curar al enfermo el agente sanitario está siempre obligado a practicar todos los cuidados proporcionados, pero puede interrumpir lícitamente los cuidados desproporcionados. Aquí es muy importante el problema de la humanización del dolor mediante la analgesia y la anestesia. Aunque para el cristiano el dolor tiene un elevado significado penitencial y salvífico, la misma caridad cristiana exige que los agentes sanitarios alivien el sufrimiento físico.

Los “cuidados paliativos”

El concepto de “cuidados paliativos” para aliviar el dolor surgió en los años 60. Cecily Saunders, una enfermera británica, preocupada por los sufrimientos de los pacientes hospitalizados con enfermedades terminales, revolucionó el tratamiento que debía dárseles, proponiendo atenderlos desde una concepción integral: necesidades físicas, síquicas, sociales y espirituales.

Derechos de los moribundos

La filosofía de los cuidados paliativos se ve reflejada en la Declaración de los Derechos de moribundos y moribundas:
– Derecho a ser tratados como personas, como seres humanos vivos hasta el final.
– Derecho a conservar hasta el final una esperanza, sea cual sea ésta.

– Derecho a ser atendidos por quienes sean capaces de inspirarles confianza.
– Derecho a expresar, a su manera, sus sentimientos y emociones frente a la cercanía de su propia muerte.
– Derecho a participar en las decisiones que se tomen sobre cómo cuidarlos.
– Derecho a recibir atención médica, aunque no haya posibilidades de curación y, también, a cambiar de métodos de curación buscando una mayor comodidad.
– Derecho a no morir solos y solas.]
 Derecho a que se les alivien sus dolores.

– Derecho a obtener respuestas honestas y sinceras a cualquiera de sus preguntas.
– Derecho a no ser engañados sobre su condición.
– Derecho a recibir ayuda de su familia y a que su familia sea ayudada para aceptar que su familiar va a morir.
– Derecho a conservar su individualidad y a no ser juzgados por sus decisiones, aunque sean contrarias a las creencias de los demás.
– Derecho a discutir y profundizar su experiencia espiritual y religiosa, sea cual sea el significado que ésta tenga para los demás.
– Derecho a ser cuidados por personas sensibles y competentes que comprendan sus necesidades y sean capaces de ayudarlos a encontrarse con la muerte.
– Derecho a morir en paz y con dignidad.
 Derecho a que su cuerpo sea respetado después de la muerte.

Vivir es un derecho, pero no un deber

El periodista español Pepe Rodríguez en su libro “Morir es nada” hace esta reflexión: Resulta obvio que la vida es un derecho, pero jamás puede ni debe ser considerada como un deber. Nadie puede ser obligado a vivir en contra de su voluntad ni tampoco a tener que agonizar o vegetar, víctima de alguna enfermedad terminal, violentando su conciencia y su expreso deseo en contra de continuar viviendo así…Cuando la vida, su calidad, se degrada hasta arrebatarnos aquello que consideramos “nuestra dignidad”, debe contemplarse automáticamente el derecho a romper por la propia decisión con la obligación de seguir vivo. Un relato impresionante e inolvidable de la dignidad ante la enfermedad terminal y la muerte aparece en la película “Witt” (en español titulada “Gracia”). de Mike Nichols (2001).

Cada caso es diferente

Sobre la eutanasia no pueden emitirse opiniones generales a favor o en contra, mucho menos condenas o juicios severos. Es imprescindible conocer cada caso, comprenderlo, saber todas las circunstancias que lo rodean, para poder pensar y actuar con amor y compasión. Casos emblemáticos han permitido entender mejor de qué se trata cuando hablamos de eutanasia. Entre ellos destacan tres casos ocurridos en Europa al iniciarse el siglo XXI, cuando la eutanasia es ya un dilema casi cotidiano en las sociedades desarrolladas. El caso de Ramón Sampedro, un obrero español, tetrapléjico durante 30 años después de un accidente, que pedía morir por no poder soportar la contradicción entre la parálisis de su cuerpo y la lucidez de su mente. Logró que una amiga lo ayudara a morir en 1998. Su caso fue llevado al cine por Alejandro Amenábar en “Mar adentro”, película premiada con el Oscar en febrero 2005. 

El caso del joven francés Vincent Humbert, tetrapléjico a los 19 años tras un accidente automovilístico. A los tres años de estar postrado en una cama ciego, mudo, sin gusto ni olfato, pidió a los doctores del hospital, gracias a la comunicación que lograba presionando con uno de sus dedos, que lo ayudaran a morir. Como se lo negaron, su madre lo hizo y fue detenida. En 2003 su caso contribuyó a un debate en Francia a favor de una ley que garantice el derecho  a morir con dignidad.

El caso del italiano Piergiorgio Welby, de 60 años, víctima de una distrofia muscular progresiva que lo había dejado inmóvil, a excepción del movimiento de sus ojos. Welby reclamaba a los médicos que abandonaran el tratamiento con el que lo mantenían vivo, conectado a un respirador durante diez años, y que lo sedaran para morir sin dolor. Un médico del hospital de Cremona, en donde estaba internado, cumplió su deseo y Welby murió el 20 de diciembre de 2006. El caso mantuvo en vilo a la sociedad italiana, que debatió pública y privadamente sobre la eutanasia. Al anunciar su partida de este mundo el dirigente del Partido Radical Marco Penella dijo: Su ejemplo será una fuente de fortaleza, amor y esperanza para todos los hombres y mujeres que aman la vida, la libertad y la responsabilidad.

En el año 2007, sólo dos países de la Unión Europea habían legalizado la eutanasia para enfermos con dolencias incurables que así lo solicitaran. En otros países, el debate ético y legal estaba abierto. En América Latina, México va a la cabeza de esta humanización del morir. En diciembre de 2007, fue aprobada para el Distrito Federal de México la llamada Ley de Voluntad Anticipada, a la que podrán acogerse los enfermos terminales que elijan que se les suspendan los cuidados para prolongarles la vida. La nueva ley distingue entre “eutanasia” y “ortotanasia”, concepto que asume y que significa “muerte correcta” y que hace la diferencia entre “curar” y “cuidar”. Cuando ya no se puede curar, no hay que actuar si así lo decide el enfermo, mayor de 16 años, en un documento firmado ante notario y dos testigos.

La eutanasia en otras religiones

En el texto “Los desafíos de la bioética”, de Marie-Gaëlle le Perff y Jean-Paul  Guetny leemos:
Todas las religiones consideran sagrada la vida y en el rechazo a la eutanasia expresan este principio. Es frente a la muerte y a la decadencia física que cada religión da respuestas diferentes con variados matices. Ante el cada vez más frecuentemente empleado concepto de “morir con dignidad”, y ante un creciente número de enfermos graves que reclaman, incluso ante los
tribunales, el derecho a poner fin a sus vidas, las religiones confirman su oposición, tanto a la eutanasia como al “ensañamiento terapéutico” que, a toda costa y con todo tipo de equipo médico, busca conservar con vida a los enfermos terminales. Todas las religiones están de acuerdo en la aplicación de “cuidados paliativos” para evitar el dolor. El principio de donde nacen estos cuidados está anclado desde siempre en todas las tradiciones religiosas. Así, en la liturgia ortodoxa, los creyentes piden regularmente a Dios en sus oraciones “un fin de la vida cristiana sin dolor, sin humillación y apacible”. 

En todos los textos sagrados del judaísmo, el principio de la lucha contra el dolor está muy presente. Se trata de un principio que el creyente deberá equilibrar con el mandamiento que le ordena “no matarás”. El catolicismo es la religión que rechaza más severamente la eutanasia, pero eso no significa que acepta cualquier procedimiento médico para prolongar la vida. Propone sólo tratamientos razonables, donde los inconvenientes sean superiores a los beneficios. Protestantes y budistas se oponen a la eutanasia, pero dejando siempre una brecha en función de cada caso, de cada situación individual. Los budistas son los que encuentran la clave en la compasión, valor esencial para el budismo. Si el amor se expresa compartiendo la felicidad del otro, la compasión se expresa en el deseo de ver al otro liberado del sufrimiento. Será la compasión la que permitirá tomar en cuenta los aspectos personales de cada situación y favorecer una respuesta adaptada a cada caso”. 

Terminar la ida con una fiesta

En su libro “Dios inmediato” (Editorial Trotta, 1997), el teólogo alemán Eugen Drewermann reflexiona y hace una audaz propuesta: Creo que cuantos más medios de prolongar la vida descubra la medicina, tanto más está obligada a encontrar los medios más adecuados para ponerle fin. Estoy convencido de que pronto lo conseguiremos y que la medicina sabrá desarrollar métodos y descubrir fármacos que puedan ser administrados sin causar el más mínimo dolor. ¿Por qué no intentar, incluso, que produzcan un efecto eufórico? Concluir la vida con una fiesta, con una celebración, me parece algo digno y bonito, mientras que la muerte soportada como un destino impuesto desde fuera, acompañado de dolores sin fin y orquestado por un utillaje médico intensivo me parece indigno del ser humano.