ADJETIVA, QUE ALGO QUEDA

Radioclip en texto sin audio grabado.

En el buen periodismo, los hechos son los que valen.

Tal vez el vicio más arraigado en el lenguaje político, tanto de izquierda como de derecha, consiste en pasarse adjetivando la posición contraria y vilipendiando a quienes la sostienen:

– El insensible neoliberalismo, el socialismo obsoleto, la burguesía vendepatria, las ideologías terroristas, el inescrupuloso gobernante…

Esta maña de adjetivar a tiempo y destiempo abunda en los editoriales y comentarios de las emisoras. ¡Y hasta en los coloquios de las radiorevistas!

No nos referimos a los adjetivos descriptivos que ambientan una charla (la camioneta roja, la escuela abandonada), sino a los que califican los hechos y a sus actores. Tan tendenciosa como ineficaz, esta retórica resta objetividad al periodista.

¿De dónde surge la manía de los adjetivos? Tal vez pensamos que, mientras más cargamos las tintas, más convincentes somos. Los antiguos decían: “miente, que algo queda”. Algunos lo traducen así: “adjetiva, que algo queda”.

Pero, en realidad, no queda mucho. Porque el público no es tan tonto como algunos políticos quisieran. La gente sabe que Bush quiere hacer la guerra contra Irak para robar petróleo, no para defender la democracia en los países árabes.

En la crónica roja, encontramos la misma tendencia a la adjetivación. Las mujeres son presentadas como chismosas y traicioneras. Los hombres, burlados por ellas, las asesinan. Provocados por su forma de vestir, las violan.

En el buen periodismo, los hechos son los que valen. Preséntame las pruebas, dame argumentos. Muéstrame la canallada y deja que yo concluya:

– ¡Qué banquero tan canalla!

La mayoría de los adjetivos que empleamos sobran. Sólo reflejan nuestros prejuicios y estereotipos.

Si sufres de esta enfermedad, si en tus libretos te la pasas adjetivando a diestra y siniestra, cúrate con un simple lápiz: tachando, tachando, tachando.

*Imagen de:* Esther Vargas(enlace)