CARTA ABIERTA AL PAPA FRANCISCO

Radioclip en texto sin audio grabado.

Compartimos esta carta escrita por Nancy Huston a partir de los últimos casos de pederastía denunciados en Estados Unidos.

Querido Francisco:

Le escribo el 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen María, después de haberme enterado por la radio esta mañana, al levantarme, de otro nuevo escándalo de pedofilia que ha “salpicado” a la Iglesia Católica —esta vez en Pensilvania—, con un millar de niños violados o agredidos sexualmente por sacerdotes durante los últimos 70 años. Y, teniendo en cuenta la rapidez con la que los responsables se deshacen de las pruebas y la vergüenza y la resistencia de las víctimas a alzar la voz, podemos estar seguros de que las cifras reales son más elevadas y de que los casos conocidos, ya de por sí numerosos, no son más que la punta del iceberg.

Probablemente le habrá llamado la atención, como a mí y como a otros, el parecido entre esta oleada de “escandalosas” revelaciones y la que ocupa los titulares desde hace casi un año, relativa al acoso sexual de las mujeres en la calle y en el lugar de trabajo. Lo que está en juego en ambos casos es la propensión de los hombres a aprovecharse de su poder político y físico para satisfacer sus necesidades sexuales. Si pusiéramos a disposición de los niños de todo el mundo una plataforma de Internet en la que pudieran decir la verdad de forma secreta y anónima, la avalancha de quejas superaría en violencia y en volumen a la campaña de #MeToo. Es cierto que muchas víctimas de sacerdotes no podrían dar testimonio, por su edad (18 meses, en un ejemplo oído esta mañana) o por su pobreza (niños del Tercer Mundo que son analfabetos o no están “conectados” a Internet).

Por supuesto, no basta con las denuncias. Podemos gritar hasta quedarnos roncos, pero, si no hacemos algo para eliminar los factores que favorecen estos actos inapropiados, seguirán produciéndose. En el caso de los depredadores sexuales normales y corrientes, es fundamental que busquemos las causas de su comportamiento sexista. En el de los sacerdotes católicos, no hace falta buscar nada. La causa es evidente.

Jesús no dijo nada al respecto y entre sus apóstoles había hombres casados. Para saber más: Otro Dios es Posible, capítulo 67 – ¿Celibato Sacerdotal?

¿Por qué son los niños sus víctimas preferidas? No porque los sacerdotes sean pedófilos —la proporción de pedófilos entre ellos seguramente no es mayor que entre la población en general—, sino porque esos hombres tienen miedo, y los jóvenes, que son más débiles, más vulnerables y más fáciles de intimidar, tienen muchas menos probabilidades de denunciarlos que los mayores. Si los curas sacaran sus penes entumecidos —esos pobres órganos frustrados, eternamente reprimidos— en presencia de sus feligreses adultos, o visitaran habitualmente a trabajadores del sexo, los “atraparían” de inmediato. Con los jóvenes, pueden hacer lo que quieren durante años e incluso decenios. Tienen a su alcance a todos esos niños recién llegados al coro, las niñas que acaban de recibir su confirmación, una joven virgen en la intimidad del confesionario, un guapo adolescente en un campamento de verano… El poder y la influencia de los sacerdotes sobre esas personas son sobrehumanos, casi divinos. Y pueden volver a hacer lo mismo al año siguiente, con los mismos grupos o con otros nuevos. Esto no tiene nada de sagrado, Francisco: es una profanación.

Salvo que creamos que los interesados en incorporarse al clero son todos pedófilos y pervertidos, debemos reconocer que el problema no tiene que ver con la pedofilia ni la perversión, y olvidarnos de los clichés de una vez por todas. El problema es que a unas personas normales se les pidan cosas anormales. La “perversión” está en la Iglesia, en su negativa a reconocer la importancia de la sexualidad y las desastrosas consecuencias de reprimirla.

Leer carta completa en El País.