¿HABLAR O ESCUCHARSE?

Radioclip en texto sin audio grabado.

Abundan los colegas que hablan ANTE el micrófono, pero no CON la audiencia.

Un locutor entra en cabina. Se sienta ante la consola. Abre el micrófono. Cierra los ojos y se lleva una manito a la oreja formando una especie de auricular natural. Él mismo se delata. ¿A quién está hablando? A nadie. Se está escuchando a sí mismo, establece un circuito de la boca a su oído. Se recrea en su propia voz. Se autocomplace.

Abundan los colegas que hablan ANTE el micrófono, pero no hablan CON la audiencia. La desconexión es tan notoria que, muchas veces, olvidándose de los oyentes, se refieren a ellos y ellas en tercera persona.

—Los radioescuchas saben que ésta es la mejor emisora porque…

Pero, ¿a quiénes estará hablando este majadero sino a los radioescuchas? Esta distracción revela el desinterés del locutor y enfría completamente la relación con el público. Es como si yo, frente a usted, hablara así:

—Tal vez él piense que…

Pero resulta que… ¡él es usted!

Cuando hablamos en radio, no empleamos la tercera persona gramatical (él, ella, ellos, ellas) para referirnos a la audiencia, sino la segunda persona (tú, usted, ustedes). Aunque no veamos al oyente, estamos hablando con él.

Un problema de los radialistas es que hablamos a ciegas. En la cabina, frecuentemente, no hay un alma. Colocados frente a un vidrio (que para algunos y algunas se convierte en espejo) corremos el riesgo de acabar monologando, hablando solos, como los locos.

Así como el oyente ve con su imaginación, el locutor o locutora debe entrenar su imaginación para ver al oyente. Para presentirlo en su casa, en su trabajo, en los lugares desde donde nos sintonizan.

Una locutora de Radio Cutivalú, en Piura, entraba en cabina con una colección de fotos y se las ponía delante durante su programa mañanero. Ahí estaba una campesina atizando el fogón, un viejo pescador con su pipa, un mocoso empujando el burro, la vendedora del mercado, un abuelo con su sombrero de paja y su mate de chicha. Y les hablaba a ellos. Discutía con ellas. Y a través de esos rostros de papel, llegaba a miles y miles de radioescuchas.

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