LADRONES DE MICRO
¿No conoces a esos entrevistadores que hablan y hablan y no dejan hablar al entrevistado?
¿No conoces a esos entrevistadores que hablan y hablan y no dejan hablar al entrevistado? ¿Esas animadoras que desaniman a los invitados porque sólo ellas acaparan la palabra?
Es una enfermedad muy frecuente en nuestra profesión. A veces, se hace inconscientemente (una especie de cleptomanía de la palabra). Muchas veces, responde a un afán desmesurado de llamar la atención, de acaparar la comunicación.
A estos narcisos y narcisas, ladrones de micrófono, les vendrá bien dominar el arte de las preguntas cerradas y las preguntas abiertas. (En las primeras, hablan ellos. En las segundas, dejan hablar a los demás.)
Preguntas cerradas son aquellas que se pueden responder con un “sí” o con un “no”.
– ¿Tienen agua en el barrio?
– No.
– Entiendo que fue una delegación de ustedes a la Municipalidad y que les recibieron. ¿Ya hicieron la solicitud para el agua?
– Sí.
– ¿Y en la Municipalidad, después de haber presentado el reclamo, no les han respondido aún?
– No.
– Pero imagino que ustedes necesitan el agua, porque no es posible mantener una buena salud sin agua potable. Vea estos niños, esto es una miseria y todavía peor si no cuentan con agua corriente. ¿No le parece?
– Claro que sí.
– ¿Algo más que añadir en esta entrevista?
– No.
Las preguntas abiertas, por el contrario, permiten que los entrevistados hablen. Son aquellas que no se pueden responder con un “sí” o un “no”. Fíjese en estos ejemplos:
– ¿Cómo se organizaron para ir a la Municipalidad?
– ¿Por qué demoraron tanto en hacer la solicitud?
– ¿Qué les prometió el señor Alcalde?
– ¿Cuándo piensan hacer el próximo reclamo?
Las preguntas cerradas pueden servir en un determinado momento para precisar una opinión o aclarar un dato. Pero, en general, trabajemos con preguntas abiertas.
Termino con una pregunta abierta: ¿Qué le parece este radioclip?
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